Las camareras, víctimas olvidadas de la violencia sexual: "Un cliente me preguntó cómo estaba depilada"
Los protocolos de actuación contra las agresiones sexuales en el ocio nocturno no contemplan a las trabajadoras, las mayores afectadas por las actitudes machistas
Las camareras, víctimas olvidadas de la violencia sexual: "Un cliente me preguntó cómo estaba depilada"
Madrid
Música, luces de colores y alcohol: comienza otra noche de fiesta. Y, con ella, las mismas situaciones de siempre: "Desde insultos y vejaciones hasta que te toquen mientras sirves las copas, te amenacen o incluso te persigan a tu casa", cuenta una joven. "Nos ofrecían 6.000€ si nos íbamos a una habitación con ellos", añaden otras dos mujeres. Esto es lo que tienen que soportar camareras como Zoe cuando intentan hacer su trabajo: "Muchos piensan que por estar detrás de una barra tienen total libertad para decirte lo que sea".
Ella tiene ahora 32 años y reside en Madrid, pero con 18 solía ser camarera en una discoteca de Ibiza, donde vivió una de sus peores experiencias en este oficio: "Un día cuando terminé mi turno me quedé esperando un taxi y, de repente, el cliente que había estado acosándome toda la noche apareció y se ofreció a llevarme a casa en su coche". Zoe rechazó su propuesta y él le agarró del brazo: "Intenté quitármelo de encima y, al final, me metió un guantazo en la cara".
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A veces no hace falta llegar a estar tras la barra para que comiencen los abusos. Génesis (19 años, República Dominicana) puso un anuncio hace unas semanas para trabajar como camarera y un hombre, que decía ser propietario de varios locales en Oviedo, contactó con ella. Lo primero que le preguntó fue si podía mandarle un foto de su cuerpo. "El escote es lo que más se valora", justificó. Génesis denunció ante la policía y su caso se hizo viral en redes gracias al perfil de Twitter de @soycamarero. Según Jesús (34 años, Valencia), administrador de la cuenta, cada vez son más las camareras que acuden a él para compartir hechos como este.
No es casualidad que abunden los comportamientos machistas en bares y discotecas. El 5º Informe del Observatorio Noctámbul@s (2019), basado en 15.000 encuestas a nivel nacional, concluyó que el 97% de las mujeres entrevistadas habían soportado comentarios incómodos de fiesta, mientras que un 42% había sufrido tocamientos y forcejeos y hasta un 22% habían sido violadas con penetración.
Asimismo, la investigación "Noches seguras para todas" (2022), de la Federación de Mujeres Jóvenes, concluye que en el ocio nocturno los chicos se apropian del espacio y del tiempo de las chicas y las interpelan sexualmente de manera constante. En esta línea, Ada Santana, presidenta de la asociación, asegura que muchas de las trabajadoras del ocio nocturno sufren una violencia que puede ser incluso "peor" que la de "las mujeres que acceden a los locales". Por una parte, padecen la violencia de "esos jefes que las cosifican para que sean un producto del local" y, por otra, "el acoso de los propios clientes".
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Sin embargo, estas actitudes machistas en la hostelería también se dan a plena luz del día. Lucía quería dedicarse a cobrar en la caja de un hotel de Sevilla, pero le pedían que cambiara su forma de vestir: "Recuerdo hablar con el chico que lleva Recursos Humanos, me dijo que no podía ser cajera porque nunca llevo escote, que necesitaban a alguien que enseñara más".
En España casi 1.660.000 personas se dedican a la hostelería y el 53% son mujeres. No hay datos de cuántas de ellas han sido víctimas de acoso sexual mientras desempeñaban sus labores, aunque con las historias de las más de 20 camareras que han contactado con la SER para este reportaje bien podría escribirse un libro.
Silvia Parga (32 años, León) no ha escrito un libro -al menos, por el momento- pero sí ha elaborado un fanzine donde denuncia la precariedad laboral de la hostelería y la violencia machista en la barra. En la publicación, Parga reúne a 14 clientes que desde 2020 a 2021 le dejaron notas con sus números de teléfono sin que ella lo pidiera, todo ello mientras estaba ocupada trabajando.
De sus 14 años en la profesión, Silvia destaca tres momentos especialmente violentos: "Un día un cliente me preguntó cómo estaba depilada", relata con la voz entrecortada. En otra ocasión, su jefe le pidió que se probara una camiseta para enseñar a unos compañeros lo "ajustada" que le quedaba. Y una vez un cliente se acercó a ella para decirle algo al oído y, al aproximarse, le lamió la oreja por completo: "Tenía solo 18 años y no supe qué decirle, no pude reaccionar".
¿Se puede denunciar?
Todos estos comportamientos son ilegales y denunciables. Carlos Manrique de Torres, abogado laboralista especializado en hostelería, afirma que "no se puede imponer la falda a la mujer, ni tampoco el escote o el maquillaje". De hecho, "el artículo 314 del Código Penal prevé que serán castigados con pena de prisión de seis meses a dos años o multa de 12 a 24 meses quienes produzcan una grave discriminación en el empleo, entre otras razones, por razón de sexo, como sería la obligación de llevar escote para ser contratada".
Además, Manrique de Torres agrega que "con la última reforma del código penal, el artículo 173 considera autor de un delito leve a quienes se dirijan a otra persona con expresiones, comportamientos o proposiciones de carácter sexual", por lo que también están penados los acosos relatados por las camareras a lo largo de este artículo.
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Sin protocolo para las trabajadoras
Diversas ciudades de España cuentan con protocolos de actuación contra abusos sexuales en el ocio nocturno. Una de las últimas en sumarse ha sido Valencia, que el pasado miércoles 8 de febrero anunciaba el compromiso por parte del Ayuntamiento y las asociaciones de hostelería y discotecas. Sin embargo, estas medidas se centran sólo en las clientas y dejan fuera a las trabajadoras. Por ahora, denunciar a tiempo y grabar los hechos son las herramientas principales para frenar estas violencias, según afirma Manrique de Torres.
Poner fin a estas agresiones es clave para que camareras como Janire, una bilbaína de 24 años, puedan finalmente trabajar tranquilas: "En los 6 años que llevo en el oficio no hay noche que no salga enfadada", declara. Le gustaría que la relación con el cliente fuera la misma que, por ejemplo, en una farmacia: "Vas, coges lo que necesitas, y te vas. Ya está". ¿Es mucho pedir? "Conciencia, por favor. Estamos ahí para trabajar, no para que intenten ligar con nosotras", concluye con tristeza.
Adriana Calvo Solís
Graduada en Filología Hispánica por la Universidad...