Berlinale 2023 | La superficial sátira sobre el auge y caída de la ‘Blackberry’
El director y actor Matt Johnson presenta en la Berlinale una película con ecos lejanos de La Red social sobre cómo el sorpasso entre la Blackberry el iPhone
Berlín
El auge y caída de uno de los inventos tecnológicos de las últimas décadas ha centrado una de las películas en competición de esta Berlinale. Ahondando en el relato de esos hombres blancos que han configurado las necesidades del mundo moderno de los últimos años desde Sillicon Valley u otros entornos tecnológicos occidentales, el cadandiense Matt Johnson, director y protagonista de Blackberry busca trazar qué ocurrió detrás de uno de los primeros teléfonos inteligentes, que fue emblema de la distinción y luego, la nada más absoluta.
En este filme, que arranca como un The office sin definir el tono, entre la parodia y el drama, se ha reservado el papel de amigo gracioso y casi víctima de la avidez empresarial de principios de los 2000. Su personaje es un friki de manual, el amigo inseparable de Mike Lazaridis, jefe de una pequeña empresa tecnológica canadiense, que se comportan como si todavía estuvieran en la facultad de informática.
"Nunca tuve un ‘blackberry', mi padre sí. Es un producto de otra época", decía el director. Un producto que revolucionó la tecnología y, por ende, nuestras vidas, que creo que es de la oficina portátil, es decir poder estar disponible en cualquier parte y a cualquier hora gracias a un móvil con teclado cómodo para escribir e-mails. Sin embargo, llegó el Iphone de Steve Jobs, y con él la desaparición de la Blackberry y casi la desaparición de todo un mundo anterior.
Hay muchas lecturas en este sorpasso que la película no arranca a diseccionar. Es una pena que el filme no consiga tener el tono, ni saber dónde están sus personajes. Tampoco que antes de su estreno haya habido historias sobre otros nerds informáticos contadas como un relato shakespeariano que han marcado el imaginario colectivo, como la magnífica La red social, de David Fincher, que siempre será una dura sombra de este tipo de historias.
Diálogos veloces, respuestas incisivas de esos personajes satirizados, dinamismo en el montaje y el relato de la historia, que a veces hasta parece una contrarreloj. Blackeberry deja fuera los análisis sociológicos, de por qué la marca canadiense fue sepultada por una superpotencia vecina como Estados Unidos. “Era un orgullo para el país”, explicaba el actor y director ante los periodistas en la rueda de prensa del festival. Tampoco en qué consistía tener una Blackberry en aquellos años y quien era el público que la compraba, gente de cierta posición social y laboral, de profesiones liberales que necesitaban el e-mail como elemento central de sus trabajos.
Prefiere el guion centrarse en cómo el capitalismo descompone la camaradería y cualquier intento de crear una relación laboral basada en lo horizontal y no en la jerarquía o en el ordeno y mando. Ni una mujer, salvo la secretaría mona, trabaja en esa empresa que crece gracias al éxito del invento de estos frikis y al empuje económico de uno de esos tiburones de las financias que interpreta Jim Balsillie. Si estos chicos proponen un modelo basado en llevarse bien, en trabajar lo justo y necesario y en no gritarse, al final, lo que viene a dejar claro la historia de la Blackberry es que en el capitalismo hay poca opción para una jefatura empática, equitativa y que no se base en la explotación y el maltrato y donde es imposible no traicionar los propios valores. Los protagonistas tenían claro que nunca fabricarían un móvil en China, como hacía la competencia, hasta que las deudas acaban por deslocalizar la producción, con todo lo que eso implica y que tan bien explicó Naomi Klein en su bliblia No Logo.
La película está basada en el best sellar literario Losing the signal que reflexiona sobre la dependencia de la sociedad actual por esos aparatos, prótesis corporales, como los definiría Bruno Latour, que ya son una extensión más de nuestro cuerpo y de nuestras vidas. El fraude empresarial, la competencia feroz de otro tiburón disfrazado de lince, Steve Jobs, o las malas dinámicas de funcionamiento, hacen que Blackberry caiga. También, podríamos añadir, aunque la película lo deja en el aire, el cambio de una sociedad basada en el texto a una sociedad dilapidada por la imagen. De ahí que el gran defecto de la Blckberry, una vez presentan el Iphone sea su pequeña pantalla, frente a la luminosidad de la pantalla del teléfono inteligente de Apple, capaz de hacer fotos, vídeos… todo. La imagen ya había irrumpido, no era la época de la Blackberry como si viviéramos en los tiempos de Lutero, pero la explosión por lo visual y la cultura del meme empezaron justamente ahí, con el sorpasso de un teléfono a otro.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...