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Berlinale 2023 | Lois Patiño nos invita en 'Samsara' a meditar con los ojos cerrados en la sala de cine

El director gallego repite en la Berlinale con su nueva película, una historia sobre la vida y la muerte que muestra que el cine de autor puede ser inmersivo y disfrutarse en comunidad

Fotograma de 'Samsara', película con la que Lois Patiño compite en la sección Encuentros en la Berlinale 2023 / Cedida

Fotograma de 'Samsara', película con la que Lois Patiño compite en la sección Encuentros en la Berlinale 2023

Berlin

En medio de este frenético modo de vida que todos llevamos, Lois Patiño viene arrojar calma con su nueva película, Samsara, con la que compite en la sección Encuentros en Berlinale, destinada al cine más experimental e innovador. Esta es la tercera vez que el director gallego viene al festival, estuvo con Lúa Vermella y el año pasado con el cortometraje El sembrador de estrellas. Este año vuelve con una coproducción vasca y gallega que ha rodado en Laos y Zanzíbar. Una hibridación de géneros, texturas e historias enfocada en defender la diversidad del mundo y, más, el cine.

Samsara es un viaje. Una experiencia inmersiva, porque el cine de autor, ese que va a los festivales y que trata de hacerse un hueco en las salas y en la elección de los espectadores, también puede ser una experiencia grupal, en cines, con gente y en pantalla grande. Dos partes conforman esta película que es el viaje que todo ser humano hace, de la vida a la muerte. Una invitación a entender, a no tener miedo, pero sobre todo a dejarse llevar. "A la hora de pensar que proyecto llevar a cabo, normalmente parto de un concepto que se puede trasladar al lenguaje cinematográfico y que me apetece explorar", explica el director que en Costa da Morte ahondaba en la experiencia temporal a través de lo inamovible. En Samsara quería explorar lo invisible. "Es cuando se me ocurrió la idea más radical que hay en la película: una experiencia sonora y lumínica para ver con los ojos cerrados", dice Lois Patiño a la Cadena SER.

La película se estructura en torno al Libro Tibetano de los muertos, un libro que te tienen que leer antes de fallecer, porque tiene que entrar por el oído. "Esta es otra de las cuestiones importantes de la película, que el oído y la escucha son fundamentales". Y en esa escucha el libro describe lo que vas a ver en el más allá para que apaciguarnos. "Dice una cosa muy importante: que reconoce todos los sonidos como los propios sonidos, todas las luces como las propias luces. Y esta idea es importante, la de que todos formamos parte de todos, formamos una energía compartida".

La película arranca en Laos en un templo budista, donde los jóvenes -sobre todo sin recursos- acuden a estudiar. En ese lugar hay una anciana que está muriendo y un joven que ayuda a despedirla. Para irse, alguien debe leerle en voz alta un libro con consejos para el más allá. "Siempre me ha interesado el cine como experiencia contemplativa y el cine como experiencia meditativa también. Aquí la idea era redoblar la apuesta en ese sentido. Como a la hora del metraje, vamos a dejar Laos y llegar a ese viaje por el más allá. Ahí se invita a los espectadores a cerrar los ojos y supongo que va a haber reacciones de todo tipo. La mayoría de la gente los cerrará, pero siempre te entra la curiosidad que estarán haciendo los otros".

Escenas cotidianas de los monjes se combinan con diálogos sobre el futuro y la vida de esos adolescentes que compaginan el rap con la fe budista. Patiño mueve la cámara por espacios de interior, pero también por los bellos paisajes de ese país, las cataratas y los bosques, donde la naturaleza está a la par con el ser humano. "Trabajar dos culturas tan distintas a la cultura occidental es también algo que quería transitar. Lo que se pretende es mostrar una diversidad mayor, que es lo que me interesa. Una diversidad en cuanto al cine, que también puede ser esto, y una diversidad mayor con las culturas. Estamos tan acostumbrados a ver la cultura occidental, la de Estados Unidos y Europa en las pantallas, que ver otros modos de vida ayuda también a esa riqueza".

La segunda parte nos lleva hasta Zanzíbar, en una comunidad musulmana, con un grupo de mujeres de distintas edades, abuelas, madres, nietas. "Al hablar de la muerte y hacerla más natural y anticipara, la vemos como algo que no nos asusta. Esa es la función de estos relatos míticos y de estas leyendas que se crean las distintas religiones, la de apaciguar esa ansiedad que nos genera la certeza de la muerte". Lo que une a las dos es una vida reencarnada, la de una mujer en cabra. Y en mitad de todo eso, la propuesta de Patiño es que el espectador asista al viaje de un cuerpo de este mundo al otro. Un cine con los ojos cerrados, para hacer ese viaje, un cine para meditar. Samsara, al finał, es como un ciclo de yoga, una película donde la energía va y viene y donde el espectador fluye con ella.

"Está diseñada para llevar a al espectador una experiencia muy íntima y muy introspectiva, pero que cuando se vea en una sala de cine, sea una experiencia de meditación colectiva. Y cuando se vea en casa sea una experiencia diferente, porque habrá que apagar las luces de la de las habitaciones y cerrar los ojos también", cuenta el director que cree que Samsara llega en un momento donde vivimos bajo un aluvión de estímulos, pantallas e historias. "Ha habido una fagocitación de la aceleración de la imagen y se ha perdido cierto reposo. Esa sedimentación de la imagen en la retina ya no sé si es un acto de resistencia, aunque lo suponga finalmente, sino más un reflejo, de mi manera de sentir".

Una propuesta que además incide en el respeto a la naturaleza y en escapar del androcentrismo, muy en la línea de las enseñanzas de Donna Haraway que emergen en esas escenas donde una niña va descubriendo la vida a través de peces, insectos o cabras. "Es una película que bebe o me inspiro desde el cine antropológico de Vittorio de Seta. Pero con una antropología un poco más sensorial. Y quería entrar en una comunidad y retratarla. Y dentro de esa comunidad, crear microficciones, con algunas de las personas que viven allí. Con ellos creamos un pequeño relato de ficción para poder sobre todo ir contando esta historia del alma", explica el realizador que ha rodado con las comunidades que narra, situando la cámara a una distancia ética y prudencial de los retratados.

El de Patiño sigue siendo un cine inesperado, lleno de vida y armonía, que plantea preguntas y que nos hace mirar dentro y fuera de nosotros. Un tipo de cine que llega a los festivales, pero que no siempre tiene asegurada su distribución y, con ella, su conexión con los espectadores. ¿Tiene cabida este cine de autor que ni siquiera llega a los premios? "Se ha avanzado mucho", reconoce. "Dentro del ICAA hay ayudas al cine experimental, algo que es muy positivo porque ayuda a la diversidad. La otra pata importante son los laboratorios de los festivales. Otra cosa es el circuito en salas. Eso es más difícil. Hay un circuito alternativo, pero traspasar al siguiente paso cuesta más. Yo creo que esta película, bien vendida puede, tiene el elementos para convertirse en un pequeño acontecimiento porque tiene esta propuesta inmersiva. Es una película para ver con los ojos cerrados durante una parte y creo va a ser una pieza muy rica para el espectador".

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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