"Muchos sienten que han perdido su propio país y que ya no es su casa": así viven los rusos residentes en España
En España viven unos 80.000 rusos, somos el segundo miembro de la Unión Europea con más residentes de aquel país. Pese a lo que se pueda pensar, sólo unos pocos forman parte de esa oligarquía rusa que accede a un visado especial al adquirir una residencia de lujo. La gran mayoría de ellos tienen empleos normales… y tenían vidas normales hasta hace un año
"Muchos sienten que han perdido su propio país y que ya no es su casa":
Madrid
“Hasta el 24 de febrero del año pasado realmente yo ni me daba cuenta de quién era de dónde; yo nací en la URSS no y crecí con la idea de que todos éramos del mismo país”, comenta Natalia Loskutova. Llegó a Barcelona en 2000, con 25 años, y en su caso el tópico de “llevo media vida en España” es literal. Aquí fundó Raduga, una asociación cultural para trasmitir el idioma y la tradición de su país, y aquí nacieron sus hijos.
En estos doce meses asegura no haber sufrido personalmente ningún episodio de discriminación por su origen, aunque menciona “una cosa quizá tonta” que le pasó a su hijo y que sí considera un ejemplo de rusofobia: “Iba a vender un patinete por wallapop y cuando el posible comprador se enteró de que era ruso, aunque en realidad él tiene la nacionalidad española, le dijo que él compraba a los rusos”. También recuerda lo que le contó una amiga sobre cómo una profesora hizo meterse bajo los pupitres a todos sus alumnos de infantil para explicarles cómo se sentían los niños de Ucrania… sin tener en cuenta que en clase había también una niña rusa.
Todo aquello ocurrió en los meses siguientes al comienzo de la invasión y desde entonces no ha vuelto a vivir algo similar. Algo parecido cuenta el Padre Andréy Kórdochkin, de San Petersburgo, que también lleva casi media vida en España como uno de los sacerdotes que atiende la Catedral Ortodoxa de Santa María Magdalena, en Madrid: “El Domingo de Ramos tuvimos una manifestación frente a la iglesia, pero fue una cosa pacífica; decían “rusos asesinos”, pero salieron algunas personas del tempo y les explicaron que eran ucranianos”.
De nuevo, más allá de ese incidente, el Padre Kórdochkin no siente que en este tiempo le hayan puesto ninguna etiqueta. “Creo que los españoles tienen la sabiduría de distinguir a la persona independientemente del país de origen: en España decir que eres español no significa que seas franquista o republicano, y ser español no te hace responsable de lo que hicieron los franquistas o los republicanos”, explica. En lo que sí que ambos han notado cambios es a la hora de ir al banco.
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“Ha sido intenso porque la mayoría de las cuentas de los clientes rusos han sido bloqueadas y me llamaba mucha gente para intentar solucionar ese problema”, comenta Elena, otra ciudadana rusa afincada en Cullera. Sabe bien de lo que habla porque trabaja en una inmobiliaria: “Hemos intentado negociar con los bancos de los clientes que tienen hipoteca para encontrar alguna manera de ingresar dinero o para poder alquilar el piso haciendo un contrato con la cuenta de la empresa”.
Elena responde a nuestras preguntas desde Moscú, donde ha conseguido llegar tras volar de Alicante a Helsinki; coger allí un autobús hasta San Petersburgo; y por último un tren hasta la capital rusa. Las sanciones también han convertido lo de viajar a su país en un reto que en ocasiones ha provocado otros daños colaterales como el sufrido por un amigo de Natalia que no pudo ir a funeral de su madre porque no le daba tiempo: “El viaje ahora dura dos días” nos explica la fundadora de Raduga. La guerra está haciendo cada vez mayor la distancia hasta Rusia, y para muchas familias la separación no es sólo física.
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“Hay una ruptura muy grave entre los relativamente jóvenes y sus padres, muchos parroquianos me dicen que aunque sus padres biológicos viven se sienten huérfanos”, nos explica el Padre Kórdochkin. “En diciembre dando un paseo por la calle vi un grafiti con la cara del presidente ruso y una inscripción en rusa que decía ‘devuélveme a mi madre’”. El sacerdote advierte de que “muchos de los rusos sienten que también ellos han perdido su propio país y que esa ya no es su casa”.
En la catedral ortodoxa de Madrid aún hay un centro de estudios donde enseñan la lengua de Pushkin. De momento se sigue llamando Casa Rusia, pero quizá sea sólo de momento. “Representamos la cultura rusa pero no somos agentes de ningún Estado, y para tenerlo más claro estamos sustituyendo las placas: Catedral Idiomas es el nombre que llevará ahora el proyecto educativo”.
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