Dependo, luego existo
Desde pequeña tuve muy claro que la dependencia, sobre todo económica, es el talón de Aquiles de cualquier mujer, una conclusión que saqué de un ejemplo muy cercano: el de mi propia madre
Madrid
Desde pequeña tuve muy claro que la dependencia, sobre todo económica, es el talón de Aquiles de cualquier mujer, una conclusión que saqué de un ejemplo muy cercano: el de mi propia madre. Ella, como tantas otras amas de casa, se vio privada de la posibilidad de llevar las riendas de su propia vida por dedicarse a las ingratas tareas domésticas, siempre pagadas, como mucho, con amor, esa moneda que no cotiza en la Seguridad Social.
Al verla atada de ese modo me dije a mí misma que yo nunca, nunca dependería de nadie y mucho menos de un hombre. Pero luego pasa el tiempo y un día un simple resfriado que te noquea es capaz de tumbar a la intrépida independiente y convertirla en un ser que gimotea pidiendo un caldo de pollo como el de su iemma, su mamá. O viene la maternidad y recibes como una bofetada la verdad inapelable que te echa en cara: que los seres humanos nacemos, crecemos, vivimos y sobrevivimos, gozamos, nos divertimos, caemos y nos levantamos, necesitando de otros seres humanos para que nos amparen (o más bien amadren).
Observo, por ejemplo, el cambio tan enorme que se ha producido entre los niños que nacen con alguna discapacidad y cómo al ser atendidos con maternales estímulos pueden tener unas existencias mucho más dignas que cuando se les relegaba a los cuartos oscuros de las casas. Me doy cuenta, entonces, de que tengo que vertebrar otro sentido distinto de la independencia, que tengo que asumir que nadie puede estar aislado de otros. Y que la tarea que tenemos por delante no es no depender de nadie sino que la dependencia no comporte privación de libertad ni sometimiento al otro.
Najat el Hachmi
Najat el Hachmi (Nador, Marruecos, 2 de julio de 1979) es una escritora española de origen marroquí....