Que Ucrania no sea Afganistán

Ojalá pudiéramos leer ya en un libro de historia el desenlace de la guerra de Ucrania. Ojalá pudiéramos leer, por ejemplo, cuándo, cómo y a qué precio los ucranios dejaron de malvivir bajo bombardeos a diario

Cada cierto tiempo, los europeos nos damos palmaditas en la espalda por haber dejado atrás la guerra, pero siempre vuelve. Volvió en los Balcanes y regresó el año pasado. Y esta vez, la guerra va a ser determinante para el futuro mundial. Putin lo dijo claramente el martes y es en lo único en lo que tiene razón.

Reconocerlo acarrea para los aliados de Ucrania el compromiso y el valor enorme de cada gesto y de cada mensaje. Que Ucrania no sea Afganistán. Los talibanes lo entendieron bien, ellos tenían todo el tiempo del mundo para imponer su agenda aberrante. Putin también tiene un proyecto político clarísimo. Mientras nos acusa de vivir en países donde la perversión y la pedofilia campan a sus anchas, él se presenta como una especie de reserva espiritual. Él tiene tiempo, porque no ha habido en el país que dirige con mano de hierro, un estallido social por la guerra o por las sanciones. Y también tiene a su favor que China no lo trata como un paria internacional.

No es poca cosa. Por eso es una amenaza tan seria para Ucrania y para el resto. Si su modelo no sale derrotado, perdemos todos, y aunque hoy toca pensar en el pueblo de Ucrania, ¿cómo olvidarse de los rusos? Ojalá pudiéramos saber también cuánto queda para que puedan vivir en democracia.