Alfredo Sanzol: "Los ucranianos me han enseñado que el arte forma parte del instinto de supervivencia"
El director del Centro Dramático Nacional estrena 'Fundamentalmente fantasías para la resistencia', una obra de teatro ambientada en la guerra en Ucrania. El dramaturgo reflexiona sobre el arte y el humor como armas de resistencia y cómo la imaginación y la fantasía pueden luchar contra la violencia
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Alfredo Sanzol (Madrid, 50 años), que tiene amigos en Ucrania, estaba escribiendo un texto sobre la fantasía cuando Rusia invadió Ucrania. Marcado profundamente por este hecho, el director del Centro Dramático Nacional y de 'El bar que se tragó a todos los españoles' acaba de estrenar, justo un año después del inicio de la agresión, la primera obra ambientada en plena guerra en Ucrania. 'Fundamentalmente fantasías para la resistencia' nos cuenta algo que los enviados especiales de la Cadena SER han podido observar en este año de guerra: cómo los museos, los teatros, las salas de ensayo se han convertido en refugios para la población civil bombardeada.
La obra tiene lugar en una sala de ensayos convertida en un búnker. Una compañía ucraniana decide que además de comer para vivir, hay que hacer algo para sentirse vivos y ese hacer algo es actuar, ensayar, crear. Patricia, la guionista al frente de la compañía, escribe una obra de teatro, 'Pin Pan Putin', en la que interpretan a un grupo de músicos de Pamplona que son invitados por el Kremlin para tocar delante de Putin, exclusivamente para él. "Es una obra para reír y para vengarnos", dicen, así que creen que es una oportunidad para acabar con el dictador ruso, cargárselo. Y ahí se desata una ficción dentro de la ficción disparatada.
Tú estabas escribiendo otra historia cuando nosotros entrevistamos aquí a Vicky Luengo por 'El Golem', llegó la invasión y te marcó, tuviste que dejar de escribir. ¿Qué estabas escribiendo y en qué se convirtió 'Fundamentalmente fantasías para la resistencia'?
.Pues mira, yo quería escribir una obra que fuera un homenaje a la imaginación y a la fantasía y a la manera en que me ha salvado la vida. Tenía un argumento de una mujer que tenía que perseguir a su chico, porque su chico se había metido en su propia cabeza. Y a ella le dicen que cuando uno se mete en su propia cabeza, no puede salir solo. Alguien tiene que ir a rescatarlo. Pero solamente se puede entrar en la cabeza de alguien cuando la cabeza te deja y solamente deja entrar a la gente que quiere. Entonces a ella, que no le apetecía nada meterse en la cabeza de su novio por lo que se pudiera encontrar, pues al final por salvar al chaval se mete dentro. Un poco una aventura de estas de rescate y entonces llega la guerra, me quedé bloqueado y dije voy a escribir algo que tenga que ver sobre cómo el humor puede luchar contra la violencia y también cómo la imaginación y la fantasía son muy importantes en ese momento. Y ahí es cuando empecé a pensar en un argumento. Me encontré con la historia del English Theater de Kiev y me sirvió de inspiración.
Dice Patricia que uno puede escribir para dar fuerza a alguien, pero también para darse fuerza a uno mismo. Escribir, dirigir, la cultura tan básica como el comer, un bien de primera necesidad.
Sí, de hecho hay una cosa que dice Anabell Sotelo, que es una de las ucranianas del pueblo que han estado visitándonos y hablando con ella, dijo algo que me ha marcado, que es que nos hemos dado cuenta de que el arte forma parte del instinto de supervivencia. Y es una intuición que tenía yo, porque ¿cómo puede ser que los niños nazcan siendo artistas? No hay niño que no pinte, que no dibuje, que no baile, que no cante. La expresión artística forma parte de un instinto. Uno nace con los instintos básicos, con los que son necesarios para sobrevivir. Esto me marcó mucho. Siempre se discute dónde poner la cultura, ¿no? Es que realmente forma parte del instinto de supervivencia. Está al mismo nivel que respirar, que comer, que reproducirse, que tener energía para no pasar frío en invierno. Es decir, forma parte de la vida. Y esta historia precisamente trata de eso. Cómo en una situación como es una guerra, la reacción primera de esta gente es hacer una historia para mantenernos unidos. En los momentos de agresión, es algo esencial del ser humano, la comunidad, porque fuera de una comunidad no sobrevives. Y resulta que una de las cosas que más crean comunidad son las expresiones artísticas.
¿Y cómo definirías el humor de esta obra?
A mí con el humor me pasa una cosa y es que he hecho humor desde muy pequeño, sentía fascinación por la comedia, por la comedia que veía en la televisión, sobre todo cuando me encontraba con alguien que contaba historias graciosas. Me enganchaba totalmente. Me han alucinado siempre los imitadores. Todo lo que tiene que ver con el sarcasmo, con todas las formas de humor que te puedas imaginar, desde el más grotesco a la comedia. Así que he tenido influencias tan diferentes que creo que he hecho al final una especie de cocina propia que yo desde dentro no puedo ver muy bien. Pero es una mezcla de todo, hay mucho contraste, una comedia que puede ser más romántica o comedia más intelectual y de repente meto unas patadas grotescas o me pongo sarcástico a lo bestia y luego de repente me pongo mucho más suave, haciendo una comedia más de parodia, más tranquila. No sé, hay un poco de todo.
¿Y estamos preparados para reírnos, sobre todo con parodia, con ese tipo de humor más burlesco, para reírnos y burlarnos de una situación y de un personaje como Putin? ¿Hay suficiente distancia?
Claro, ese es uno de los temas principales cuando me puse a escribir, dije madre mía, dónde me estoy metiendo, para qué me meto aquí. Pero bueno, había un impulso y un choque muy fuerte, sé que tengo que hacer esto, no sé si lo estoy haciendo bien, si lo estoy haciendo mal, no sé si me estoy metiendo donde no me llaman. No sé si se va a entender. No sé si es políticamente correcto, porque también estás en una institución pública y al principio, no sé si os acordáis, pero los gobiernos de Europa eran como 'uy, no se le puede llamar a Putin asesino en directo, porque las relaciones que tenemos con Rusia...'. Y como esta es una institución pública, siempre está esa cosa de ay, Dios mío. Pero pensé que esto es atroz y quiero escribir sobre esto, que es atroz, se mire por donde se mire. Y ha pasado poco tiempo, es verdad, siempre dicen que para la comedia hace falta un poco de tiempo, pero en cuanto me puse a mirar las noticias que nos llegaban de Ucrania, escritores, humoristas, gente de teatro y ellos mismos, la gente civil a pie de calle, ¿qué estaban haciendo? Resistir con humor, era la única manera de poder sobrevivir a la tragedia. Para que no te tragara ese horror había que reírse. Es una risa de autodefensa.
Esa risa también es discutida en la obra. No si hay odio, si hay agresividad, si hay crueldad en la risa del público por fantasear con cargarse a Putin, si puede haber una incitación a la violencia en el humor. Si es inocente lo que pasa encima de un escenario, en una pantalla, en una novela. ¿Esa reflexión también la has hecho tú?
Sí, sí, sí. Me interesa todo lo que tiene que ver con el humor y la dimensión ética y filosófica que tiene. Para mí es muy importante reflexionar sobre eso y este tema es muy delicado y un tema caliente. Era un tema que admite muchas opiniones y reflexiones, pues me di cuenta de que el clímax de la obra iba sobre eso y va sobre la discusión interna que yo tenía a la hora de hacer la propia obra. Claro, porque para eso está el teatro, para hacer algo que vivimos todos. Para eso están los personajes, para dar a cada personaje una línea de pensamiento. Y en la propia obra está esa discusión interna.
De hecho asistimos a ese proceso creativo y a veces se rebelan esos personajes. ¿A ti se te han revelado también los personajes?
Sí, a mí me pasa, hay personajes que son muy líderes, pero es una experiencia que hemos tenido los escritores de siempre. Homero con las musas, que tienen hasta nombre, se llamaban las musas. Y la Biblia. La gente que escribía la Biblia, la escribía porque Dios se la dictaba, en la que hay un personaje que es importante, que son los dioses que te van diciendo. Personajes, no sé qué quiere decir eso, pero que tienen su propia manera de pensar, de amar, de moverse. Tienen sus propios amigos.
Uno de esos personajes es Putin, que al final no deja de ser un dictador un poco encantador. Tiene esa simpatía un poco cómica de algunos dictadores como Hitler, Mussolini, Franco o Stalin, que se mencionan en la obra. ¿Cómo es ese Putin?
Sí, claro, ahí hay un recurso clásico de comedia que es que el malvado sea simpático, pero que tiene que ver también con la realidad, porque no hay dictador y no hay destructor que no sea seductor porque si no tu futuro como destructor es muy corto. El disfraz de la seducción, de la simpatía, el ser encantador, el llevarte a la gente al huerto forma parte de su estrategia, de su manera de vivir y realmente da mucho miedo. Una manera de ridiculizarlos, de desenmascararlos, es hacer una imitación de su estrategia seductora,. Por eso Chaplin hace a Hitler como lo hace. Por eso hay tantos villanos, dentro de la comedia, que son, entre comillas, simpáticos. Este Putin lo encarna Juan Antonio Lumbreras y hace un trabajo maravilloso que tiene que ver con eso.
Es maravilloso también y muy divertido el proceso creativo de Patricia, cómo va escribiendo esta obra absolutamente cómica, 'Pin Pan Putin'. Pero al final el espectador no puede olvidar y no olvida que el contexto es un contexto bélico, muy trágico. Asistimos a ese desvarío de Patricia, cómo se le rebelan los personajes, qué es ficción, qué es realidad. Nos ha despertado también una cierta reflexión sobre la salud mental. Al final son pobre gente encerrada en un búnker, bombardeados y ella a lo mejor ha perdido la cabeza. Hay una lucha ahí entre tragedia y comedia.
Sí, eso es muy alter ego mío, eso tengo que reconocerlo. El primero perjudicado de la cabeza soy yo. Sí que es cierto que ahí he querido contar algo que nos pasa en las situaciones traumáticas, que es que la percepción de la realidad se perturba. Uno realmente no llega a entender qué es lo que esta pasando. De hecho yo tengo amigos ucranianos, que mi madre habló con ellos el día de la propia invasión, el cuando entraron los tanques el día 24, y le decían que no, que han entrado, pero que no va a pasar nada, no es una amenaza, han entrado y van a volver. Tú fíjate la percepción de la realidad. Uno no quiere aceptar la realidad y yo creo que lo que le pasa a Patricia tiene que ver con eso, con que la no aceptación de la realidad te hace crear mundos imaginarios que te pueden servir de refugio para tirar durante un tiempo, pero no de manera infinita. Y luego te tienes que encontrar con el cómo acabará la obra, lo que tiene que ver con un poner los pies de nuevo sobre el suelo.
Y luego hay una reflexión sobre los límites de la ficción o de la propia fantasía. Es una cosa que decía Carlos Vermut al hilo de 'Mantícora', que es la película que dirigió este año, que decía que la ficción puede explorar aquello que no nos atrevemos. No sé si también de alguna manera la obra habla de eso, de a lo que puede aspirar la ficción o la fantasía.
Sí, totalmente. Estoy tan de acuerdo con lo que dice Carlos. Es verdad que te permite meterte donde no te atreves e incluso te permite jugar con tu vida, con personajes, con viajes que a lo mejor es que es imposible hacer en la realidad, lo que note que no te atrevías. La realidad tiene unos límites en sus posibilidades y la ficción como laboratorio abre unas coordenadas que luego se pueden aplicar en la realidad. Yo hice un trabajo con amigos que no se dedican al teatro, ingenieros, ejecutivos de empresas de telefonía, etc. e hice unas improvisaciones. Ellos nunca habían hecho teatro y les dije oye, vamos a usar material vuestro de vuestros conflictos que tenéis en el trabajo. Y empezaron a hacer o a plantear situaciones que en su trabajo supondrían o el fin de la empresa o su propio fin. Y al hacerlos allí ellos podían vivenciar unos escenarios que luego les permitieron cambiar su vida laboral. Es decir, que realmente la ficción es una herramienta que no tiene sentido por ella misma, porque si no no la usaríamos de esa manera, no estaríamos tan empecinados en usarla. La usamos porque realmente nos reconecta con la realidad de maneras diferentes.
A propósito de la ficción y de la realidad, "al ser humano no lo mata un asesino, al ser humano lo mata la vergüenza. Vergüenza es cuando abandonas tu fantasía por lo pragmático". Las fantasías son medibles, dice Natalia Hernández, la actriz protagonista, dirigiéndose al público. La fantasía de la justicia, la fantasía de la paz, la fantasía de la igualdad. Fantasías por las que luchamos para hacerlas realidad. ¿Pero se pueden hacer realidad estas fantasías de plena justicia, plena paz, plena igualdad o libertad o nos hemos rendido a lo pragmático? Al final siempre hay alguien que manda también desde fuera, en nuestra imaginación.
Bueno, ahí vivimos una época en la que todavía todo eso son efectivamente fantasías, es decir, son conceptos. Cuando se habla de la libertad, de que tenemos libertad, eso es mentira. La libertad es un concepto que se va desarrollando en función de sus límites y es una construcción de negociación social que no tiene una forma definida ni definitiva. Se va creando, se va construyendo. Por eso ese debate, porque mi libertad se acaba donde empieza la libertad del otro. La justicia pasa igual, son ideas que tenemos, son fantasías que tenemos y que luego se van traduciendo en pequeños elementos de realidad. La Constitución, por ejemplo, todo el ordenamiento jurídico, es una fantasía escrita que luego hay que trabajar para llevarla a lo práctico. Tenemos que reconocer que todo nuestro orden social se basa en literatura. Literatura quiere decir que hay una palabra detrás de la otra que ordenan las cosas. Y cuando una palabra se cambia de sitio y vemos lo que pasa, el caos total, esto hay que recordarlo y nos lo tenemos que recordar como sociedad. Porque bueno, yo pienso siempre en los chavales, en la gente joven, a la hora de darse cuenta de que la realidad en la que vivimos, las estructuras, no salen más que de la imaginación de la gente que ha escrito unos textos y luego cada día se pone a trabajar por ahí para que se hagan realidad.
No hemos dicho que algunos de estos personajes son familia entre sí. Hablabas de la cultura como una herramienta para hacer comunidad en situaciones trágicas. Pero también podríamos decir que es un poco una comedia sobre la reunificación familiar en un estado de shock.
Sí, es uno de los primeros impulsos que tienes cuando hay una situación traumática como una guerra o cuando hemos vivido la pandemia, el de de repente estar en familia, estar unidos. Es un impulso que tienes de protección. Para ellos la obra es estar unidos.
"Para eso está el teatro, para cargarte a la gente de mentira y no en la realidad. Dentro de estas paredes puede estallar el mundo para que no estalle ahí fuera". ¿Las guerras también se ganan haciendo teatro?
Sí, claro. Esta es la. Además me gusta que no lo tenga que decir yo, sino que lo dicen los propios ucranianos. Cada día hay cantantes, humoristas, novelistas, hay gente que está haciendo teatro y para ellos están seguros. Y además tienen el reconocimiento de la propia gente, de los propios soldados que vuelven de la guerra y se ponen a hacer talleres de teatro con English Theater en Kiev. Claro, porque vuelven absolutamente rotos, rígidos, muscularmente destrozados, diafragmas que están pegados al esternón y que no pueden ni respirar. Soldados que tienen una respiración tan alta que respiran como si estuviesen ahogándose. Todo el trabajo que hacen ellos de físico, de imaginación, de tal, les vuelve a recuperar cosas. Aparte de que cada día siguen haciendo funciones y el público lo agradece.
Y la última pregunta: si mañana recibieras una llamada del Kremlin porque Putin ha visto vuestra obra de teatro en YouTube, le ha parecido buenísima y quiere que se la representáis en directo solo para él, en un salón del Kremlin, ¿qué haría Alfredo Sanz? ¿Contactaría con la CIA? ¿Llamamos al 112? ¿Intentarías envenenarlo, rechazaría la oferta o al final todo el mundo tiene un precio?
Yo me cambiaría de número de teléfono inmediatamente. Eso es lo primero que haría. Irme a Telefónica y decir oye, cámbiame el teléfono que me han llamado del Kremlin. Y desaparecer.