Por qué los agresores machistas encierran a sus víctimas y cómo lo detecta la policía
En el último mes al menos tres mujeres han denunciado haber sido enclaustradas y maltratadas por sus parejas o exparejas en España
Por qué los agresores machistas encierran a su víctimas y cómo lo detecta la policía
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Madrid
A principios de febrero la policía liberó en Madrid a una mujer que llevaba alrededor de cuatro días encerrada en una habitación. El agresor, su exnovio, decidió secuestrarla después de que ella rompiera la relación por maltrato e impusiera una orden de alejamiento contra él. Días más tarde, en Castellón, la Guardia Civil rescataba a otra mujer y a su hijo de 2 años tras haber estado retenidos en un hotel durante casi dos meses. Su pareja la golpeaba y no le permitía salir a la calle bajo ninguna circunstancia.
El encierro de las mujeres por parte de los hombres no es algo único de este mes, ni siquiera de este último siglo: es una práctica machista que lleva con nosotros desde hace mucho tiempo, tanto en esta cultura como en otras. Así lo cree Lola López Mondéjar, psicóloga y psicoanalista experta en violencia de género: "Hasta el comienzo de las revueltas feministas a la mujer se la encerraba en la casa, se le prohibía acudir a la universidad, no se le dejaba entrar en los bares". "De hecho, el burka es una forma de encerrar a las mujeres", añade. La diferencia principal según Mondéjar es que, ahora, "con la crisis tan profunda de la masculinidad", los hombres se sienten inseguros y "las reacciones violentas se pueden dar más".
Para esta psicóloga el objetivo principal de encerrar a las mujeres consiste en inmovilizarlas. "Ya lo dice un viejo refrán popular, 'La mujer con la pata quebrada y en casa'", apunta. En otras palabras: "La mujer inmovilizada y en casa a disposición de los deseos de los varones convertidos en derechos".
El encierro es la máxima expresión de esa inmovilización, de ese deseo de paralizar a la víctima. Es el último paso de una serie de estrategias previas de control, como pueden ser alejarla poco a poco de su familia, de sus amigos, de su trabajo, tal y como expone Miguel Lorente Acosta, médico forense y ex delegado del Gobierno para la Violencia de Género. Lorente explica que si un agresor tiene una relación de pareja violenta y la víctima decide separarse de él, es entonces cuando el hombre la encierra para poder controlarla e intentar que reconsidere la situación y vuelva a su lado.
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En esos casos la pareja, la mujer, es percibida como una propiedad que el agresor quiere recuperar o mantener por todos los medios. Sin embargo, cuando el encierro se lleva a cabo con una mujer con la que no tiene ningún vínculo, el propósito es diferente. "Cuando alguien secuestra a una mujer desconocida para abusar sexualmente de ella la motivación no es el dominio o la posesión, sino la utilización continuada de esa persona durante un tiempo", cuenta el médico.
La experta López Mondéjar cree que esa utilización es la prueba de la cosificación constante que sufren las mujeres en nuestra sociedad: "A ellas se les secuestra el cuerpo y se les secuestra el alma, pues no se les concede una identidad humana, sino una identidad de objeto". "Todo esto forma parte de una cultura de la violación", agrega.
La 'cultura de la violación' es un término que surgió en los años 70 con la segunda ola feminista y que se utiliza para describir a aquellas sociedades que normalizan la violencia sexual, ignorándola, minimizándola e incluso fomentándola con actitudes misóginas, lo cual permite al maltratador 'justificarse' y llevar una vida totalmente normal. "Se legitiman y excusan diciendo que son las víctimas las que están haciendo algo mal, que él la quiere mucho y que sólo busca que sea una buena mujer, una buena madre o una buena ama de casa", señala Lorente Acosta.
Detección y duración de los encierros
La duración de estos encierros varía según el caso, aunque, por lo general, cuando la víctima es pareja del agresor, se trata normalmente de una "situación transitoria" que puede llegar a terminar en un homicidio, aseguran los expertos.
¿Y cómo se puede detectar que hay una mujer encerrada en algún lugar? Según fuentes de la Policía Nacional, depende de cada situación y no se puede generalizar: en algunas ocasiones son los familiares de la víctima los que llaman a comisaría, en otras son los vecinos porque han visto algo sospechoso; a veces la víctima consigue escapar y contacta con los agentes, o incluso el propio agresor puede arrepentirse y entregarse. En función del caso, se aplica un protocolo u otro. No obstante, la policía recomienda estar pendiente de lo que pasa en nuestro entorno y, ante la duda, denunciar.
Adriana Calvo Solís
Graduada en Filología Hispánica por la Universidad de Valencia. Especializada en Teoría y Crítica de...