Los votos y el estilo

Barcelona

Hay dos líneas divisorias distintas. Se ha comprobado esta tarde en el Congreso durante el debate sobre la enmienda socialista a la ley del “solo sí es sí”. Una fractura es la de los votos: que enfrenta insólita y dramáticamente a los dos socios del Gobierno de coalición. Para el progresismo en general esa división es una muy mala noticia. Pero mirado más desde la distancia, no es malo que alguna vez no se vote por bloques, y por las razones que sea, estos se fragmenten. La fractura trascendente al final es la del voto, porque de ella dependen las decisiones finales. El resultado material de una ley determinada.

Pero el estilo también es importante, al menos para verificar de qué manera se comporta cada uno. Es el cómo. Y nos sirve para modular nuestras preferencias. Curioso, ambas líneas de fractura no coincidieron. En el estilo sobrio, correcto, a veces técnico, a veces duro, pero siempre respetuoso se han alineado la portavoz del PSOE con algunos de sus aliados que no les acompañan esta vez, como la de Bildu. O el del PNV. Incluso el del derechista navarro.

En tono grandilocuente, agresivo y a veces ofensivo coincidió la de Unidas Podemos, que acusó a sus socios del PSOE de que “ustedes traicionan” y no veía más que a “fascistas”; con la de Vox, que pontificó contra sus rivales aludiendo al “ególatra Sánchez”, al fanatismo, la ignominia, o la frecuentación de prostitutas… todo a cuenta de sus rivales. O con la del PP, que se refirió en tono melodramático y tremendista a violadores concretos por sus nombres de pila, relatando sus delitos con saña, esa discutible utilización de las víctimas.

¿Dónde está la mayoría? ¿Con la ponderación, el argumento y el respeto? ¿O con la invectiva, el descrédito y el insulto personal?