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Remedios Zafra: "Los humanos que no tenéis audífonos no disfrutáis de la posibilidad de apagar el sonido como nosotros"

La escritora e investigadora en el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas reflexiona sobre el presente de nuestros días, el feminismo y la colectividad

Las entrevistas de Aimar | Remedios Zafra

Madrid

Remedios Zafra lleva años pensando y escribiendo en qué se han convertido nuestras vidas. Para descubrir la complejidad de lo que vivimos se necesita tiempo, como ella misma reconoce; y a eso mismo se dedica todos los días. A abrir huecos de tiempo para poder reflexionar sobre nuestro alrededor. "Los tiempos normalmente para el presente se aceleran demasiado", explica durante su conversación con Aimar Bretos, en Hora 25.

Remedios Zafra

Pregunta: El tiempo es lo mejor que tenemos para compartir realmente...

Respuesta: Es lo mejor, sobre todo cuando anochece. Diría incluso la noche, la madrugada son tiempos maravillosos. Muchos los aprovechamos para recuperar el sentido de todo lo que perdemos durante la vorágine del día.

P: Yo me fío más de la gente que es más nocturna.

R: Un silencio... es como... quienes tenemos audífonos nos los quitamos para no oír cuando llegamos a casa. Pero para quienes no lo tenéis es algo similar a eso, a recuperar un silencio que es bienvenido.

P: Tiene que ser un poco como quitarse los zapatos al llegar a casa.

R: Es maravilloso. La gente cuando te pones audífonos te cuenta sus lecturas negativas. Y yo de momento sólo he descubierto cosas positivas, porque es verdad que se amplifican determinados sonidos que no amplificarías y algunos humanos se hacen más bajitos, pero sobre todo los humanos que no tenéis audífonos y no disfrutáis de esa posibilidad de apagar el sonido como nosotros.

P: Usted lleva años escribiendo sobre en qué se están convirtiendo nuestras vidas.

R: Sí, sí, sobre todo en el presente, porque cuando estudiamos de pequeños nos enseñan muchos caminos para estudiar el pasado, para especular sobre el futuro, el presente siempre se estudia a través de las noticias. Pero yo, que anduve siempre interesada por lo que entonces llamábamos letras, ciencias, me descubrí que lo que realmente yo quería hacer era estudiar algo que descubrí, que leí en la obra de Marcel Duchamp cuando decía que el artista contemporáneo necesita habitar la dificultad de su época. Dije esto no es sólo lo que yo quiero hacer, esto es lo que yo quiero estudiar en lo que yo quiero trabajar, habitar la dificultad de mi propia época y en cierta forma también descubrirla. Porque para descubrirla necesitas tiempo y los tiempos normalmente para el presente, se pasan, se aceleran demasiado.

P: ¿Y esa es precisamente la dificultad de nuestra época?

R: Justamente. Es el tiempo aplicado a esa dificultad el que nos hace muy difícil, muy complicado, detenernos a pensar. Quizás sea incluso esa cierta contradicción o ambivalencia, lo que también hace que nunca haya descartado la mirada artística, porque aunque mi formación y mi interés oscila entre la filosofía, la antropología, esas formas de entender el mundo que se hacen muchas preguntas, pero me interesa especialmente la que viene de lo artístico, porque permite la convivencia de contradicciones. Y esto que comentábamos del interés por el presente, cuando justamente el presente dificulta, boicotea a cada rato.

P: Explíqueme bien eso de la convivencia de contradicciones.

R: Vivo con cierto dolor que en los últimos tiempos, en los que todos hablamos de distintos tipos de capitalismos: capitalismo académico, tecnocapitalismo y pareciera que se priman esos conocimientos, esas ciencias que son fácilmente operacionales, que son fácilmente convertibles en números, se denuesten el arte y las humanidades. Y cuando no está el arte y las humanidades, siempre se habla de cuestiones de para qué sirve esto, del valor relacionado con la rentabilidad y con la eficacia; y a mí rentabilidad y eficacia son palabras que a veces me chirrían malamente porque no hablamos de otras palabras que yo creo que están desechadas por la época o mal vistas por la época como ambigüedad, como contradicciones, como lentitud, como profundidad. Creo que para pensar el presente difícilmente podemos pensarlo si nos ubicamos de una manera en esas bifurcaciones que uno se anima. O eres A o eres B o estás aquí o estás contra mí. Estas lecturas dicotómicas, a veces maniqueas, yo creo que en el momento en el que percibimos que el mundo tiene ese gradiente de zonas liminares donde te sientes aquí y allí al mismo tiempo, donde sientes que no respondes a esos estantes, esos compartimentos cerrados, en los que parece que hoy en día nos tenemos que ir ubicando constantemente. Y como no hay tiempo para narrar esas dificultades, parece que tenemos que ir aceptando esos compartimentos estancos. Y en el momento en el que no los aceptas, vives en cierta contradicción porque dices, me siento aquí, me siento allí, siento que hay personas que me convencen y que están en determinadas posiciones y también me convencen estas otras y parecieran irreconciliables, cosas que yo creo que no lo son tanto. Soy una persona que siempre me ha gustado mucho el valor, el interés y la dificultad del consenso. Y creo que en el consenso hay mucho de esta tolerancia contradicciones por la que me preguntas.

P: La próxima vez que me pregunten qué quieres hacer con Hora 25, voy a poner este último minuto tuyo y ya está.

R: Yo creo que hay muchas personas que nos encontramos aquí, que estamos en ese lado de la incomodidad respecto a la casilla determinada y se habla mucho de polarización y se habla mucho de allí donde miramos pareciera que hubiera que hay dos autovías en que o coges una o coges otra. Ya está. Nadie se para a pensar en el medio de las carreteras por las que transitamos.

P: Incluso estando legítimamente en una de ellas, nadie se para a pensar por qué está en esa autovía y si quiere seguir en ella.

R: Esto tiene mucho también de esas estructuras implícitas de tecnológicas que a mí me interesan especialmente porque se nos hacen invisibles y no recordamos en qué momento accedimos, por ejemplo, a estar en determinadas redes, en determinados espacios donde pensamos que estamos rodeados de diversidad y cuando miramos, a poco que miramos, descubres que las personas que tienes alrededor son muy parecidos. Una homogeneidad llamativa en esos espacios de números grandes. Es curioso. Esta mañana en la que hemos hablado mucho sobre feminismo y sobre 'manosfera'. La 'manosfera' es un claro ejemplo de redes de muchas personas que se parecen llamativamente.

P: Háblame de la 'manosfera'

R: Es una red antifeminista que a mí me parece terrorífica y que se ha ido construyendo en los últimos años y que entendemos que está detrás y que alienta muchos movimientos de ultraderecha y que aunque puede tener números muy altos, esos números muy altos habland de personas que se parecen llamativamente en el odio, el rechazo, en el acoso hacia el feminismo. Están compuestas por redes de hombres que en muchos casos yo creo que no han comprendido y no les hemos dado, quizá también haciendo autocrítica, la oportunidad de explicar de otras maneras qué es esto del feminismo, porque cualquier persona razonable que se detenga a hablar, a escuchar, a leer la definición de feminismo, se sentiría afín a una causa que busca la igualdad de las personas. Hay grupos de personas que, conscientes de sus privilegios, no los quieren compartir y que entienden que el mundo está cambiando y que hay una conspiración feminista para terminar con el mundo y que se alientan en esto que algunos llaman posverdad o que llamamos posverdad para simplificar las cosas, para apoyarse en esas otras dos palabras que son muy de época como apariencia y emoción, y para movilizarse en las redes y para asustar a muchas personas. Yo, como conozco a muchas personas que se sienten muy intimidadas, empatizo mucho con esta situación que estamos viviendo porque sé que hay mucho sufrimiento aquí.

P: Dirías que son las dos palabras que definen la época: apariencia y emoción.

R: Si, apariencia, desde luego. Cuando de manera normalizada nos hemos convertido en estar en las redes, no ya como con personas que están, transitan, habitan, que producen, que comunican, sino también como productos. Esa clara conversión de los sujetos en productos con la infiltración brutal del mercado en todo aquello que toca. Y las redes están y son mercado. Esa conversión del sujeto en producto yo creo que sólo es sostenible si uno se envuelve en apariencia, en impostura. Sí, justamente te diría que en las redes predominan esta apariencia y emoción. Porque si nos fijamos en las redes de la representación, como Instagram por ejemplo, son redes de la pose, de la apariencia, donde muchos cuerpos imitan a imágenes. Hemos dado esa vuelta de tuerca de querer aparentar no ya lo que queremos que crean que hemos vivido, sino aparentar lo que las imágenes con sus filtros nos enseñan que podemos ser. Y son redes curiosamente muy feminizadas, especialmente entre adolescentes y jóvenes. En los espacios se animan también ese otro polo de la emoción sin máscaras. Es casi como homeostático. Como si hartos de la impostura tuviéramos esos otros espacios del desahogo, del anonimato, de la voz en primera persona, del aquí estoy yo, de un yo que habla en su cuarto conectado y estoy pensando, por ejemplo, en esos otros espacios, no tanto redes, sino medios como Twitch o YouTube, que son además redes más masculinizadas, las redes más de la presentación diría, y también del discurso, porque se está generando mucho más discurso en ese sentido.

P: ¿Has conseguido vivir sin prisa?

R: No, al contrario. Al menos me lo estoy proponiendo como parte de la coherencia de de compartir esta vivencia, no tanto por mi experiencia propia, sino también por la experiencia que conozco de muchas personas que comparten conmigo la suya. Yo soy una grandísima afortunada que desde que escribí 'El entusiasmo' tengo la suerte de llenar mi correo electrónico de mensajes que no son mensajes, sino que son cartas. Son maravillosos. Hay personas que de pronto se sintieron identificadas con el entusiasmo de Sibila y posteriormente en 'Frágiles', con esa interlocutora que era una periodista que se sentía tan identificada con aquel personaje que reclamaba "¿dónde está la esperanza?" cuando se veía en esa concatenación de trabajos entusiastas, pero en vidas a veces precarias, en lo laboral y económico, pero cada vez más precarias en lo vital. Vidas en las que apenas había esos espacios para respirar, para tomar aliento. Hace unos días publicaba un artículo en 'El País' sobre la sanidad y recibía muchas llamadas y me decían 'ah, a mí también me pasa'. Eso habla de una colectividad y con estas cuestiones, a poco que hablemos con calma con las personas que tenemos al lado, encontramos ese 'ah, no solo me pasa, sino que que lo sufro, estoy sufriendo y no puedo salir de esa inercia'. Yo creo que estamos en ese momento en el que nos requerimos, en el que requerimos compartirlo para cambiarlo. Para hacerlo político y cambiarlo. Hay ya muchos interlocutores que se están haciendo eco de esto que está pasando y que están hablando con mucha seriedad de la jornada de cuatro días, de la necesidad de regular las redes y los espacios de trabajo, no ya para controlar nuestra productividad. ¡Que narices! Esa desconfianza de que si somos poco productivos, cuando hasta en tiempos de descanso llevamos las máquinas con nosotros y estamos trabajando. Si mis padres cuando voy a mi pueblo llevo mi ordenador, me preguntan alucinados '¿tú nunca descansas?'

P: ¿No te sorprende que cíclicamente vayamos sorprendiéndonos en la conciencia de la colectividad?

R: Sí, pero parece que se olvida cuando estamos frente a la pantalla, cuando estamos en las rutinas cotidianas, porque se incentiva un tipo de trabajo más individualista. Incluso cuando trabajamos con otras personas, tenemos muy claro lo que tenemos que hacer. Las rutinas están muy marcadas, la productividad está muy orientada a determinados tiempos en los que tenemos que hacer determinadas cosas y parece que la colectividad se ha reducido al saludo de 'ay, a ver si nos vemos. Ya nos vemos y nos contamos, qué ganas de vernos', pero lo vamos aplazando y nunca tenemos oportunidad de vernos y hablarnos. Y damos por hecho que está ahí y puede estar, pero hay que alimentarla. En el feminismo, creo que fue uno de los grandes, grandísimos logros, de instrumentalizar las redes a nuestro favor. Cuando pensamos que eso era íntimo pero era íntimo-opresivo. De pronto se compartía con una amiga, con un amigo, con una persona cómplice, con alguien que seguramente tenía esa misma experiencia. Y de esa intimidad opresiva pasamos a lo colectivo, que se hacía público y se hacía político. Y oye, no es baladí también que en época de primacía del mercado, que sabemos que el individualismo está como corazón de esa estructura, tengamos que mimar lo colectivo.

P: ¿Cuál es tu análisis de lo que está sucediendo con el feminismo esta noche?

R: Yo soy muy optimista. Creo que esto de otras maneras lo hemos vivido. Hoy hablaba con personas que tienen más años que yo, que comentaban que pasaba algo similar en los debates en torno a la diferencia y la igualdad, que se consideraban irreconciliables en su momento y que posteriormente se superaban sin problema. El feminismo valora el consenso. Valora la empatía. Valora el el tantear otras alternativas. Mirar el pasado es mirar un pasado de exclusión, en el que caer en el victimismo no nos lleva a nada. Por tanto, nos gusta el presente y nos gusta el futuro. Sobre todo, nos gusta el futuro porque nos permite imaginar. Yo creo que de alguna manera esas lógicas duales, esas lógicas de polarización que hoy predominan han llegado también a los partidos políticos. Llevaban ya tiempo los partidos políticos, pero pensábamos que en el feminismo no iba a llegar y que iba a primar ese consenso. Antes hablamos de la convivencia de contradicciones. Yo reivindico el error, yo reivindico la necesidad de equivocarnos y de aprender. Y posiblemente se hayan cometido errores en las últimas semanas en relación a grandísimos logros, como las leyes que están saliendo y que el gobierno está sacando. Leyes que van a mejorar la vida de las mujeres, pero leyes en las que claramente teníamos que hacer mejoras y se irá viendo en las próximas semanas que ese entendimiento es posible. El disentimiento es básico para la pluralidad y la diversidad que reivindicamos. Es curioso porque es tan distinta la homogeneidad a la igualdad. Y para mí el feminismo tiene esto. El feminismo tiene la reivindicación de la igualdad en lo social y de la diversidad en lo humano. En esa diversidad en la que estamos mujeres y hombres que pensamos de maneras muy distintas, pero que tenemos esa grandeza que nos une en relación a la reivindicación feminista. Claro, de manera ideal a mí me hubiera encantado que hoy hubiera primado eso que nos une y no lo que nos diferencia. Y creo que muchas personas van con esa idea y les hemos puesto en la tesitura de pasar ese mal rato de dónde me ubico. Ojalá que se ponga remedio y que generen unas líneas de fuga de un lado u otro porque estamos todas en el mismo lugar.

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Marisol Rojas

Trabaja en la Cadena Ser desde 2007. Empezó madrugando...