El hospital de todas las guerras
Más de 7.500 pacientes han sido intervenidos en los últimos años en el Hospital de Cirugía Reconstructiva que Médicos Sin Fronteras en Jordania. Doce años después del inicio de la guerra en Siria y a unos días del 20 aniversario de la de Irak, los conflictos de Oriente Próximo siguen generando miles de muertos y heridos: "Tenemos que pensar más sobre el impacto de las guerras y sus consecuencias muy a largo plazo", reclama ante los micrófonos de la SER el director del centro hospitalario
El hospital de todas las guerras
Sara De La Rubia/MSF/Cadena SER
Enviado especial a Amman (Jordania)
En el último año, con la guerra que todos tenemos presente, la de Ucrania, hemos vuelto a desempolvar sonidos que identificamos rápidamente con las bombas o la muerte, cuando no con el miedo, por ejemplo, el que produce las sirenas antiaéreas. Pero hay otros que también son banda sonora de esas guerras cuyas cicatrices no se acaban de cerrar nunca.
En una entrada blanca impoluta, con puertas automáticas que se abren con sensores para que sus visitantes no tengan que detenerse, impresiona el sonido del impacto de las muletas contra el suelo. Esas muletas ortopédicas son las de decenas de amputados y lesionados graves por las bombas, que no paran de cruzarse por los pasillos del "Hospital de todas las guerras" como lo llaman metafóricamente sus creadores. Está en Jordania, en Amman, lo puso en marcha Médicos Sin Fronteras hace 16 años para atender a los heridos más graves por la guerra de Irak, pero que debido a la multiplicación de conflictos en la zona, sigue realizando hoy centenares de cirugías reconstructivas cada año, intervenciones muy complejas a las víctimas que ahora suman Siria, Yemen o Gaza.
El hospital de todas las guerras: más de 7.500 pacientes, intervenidos en el Hospital de Cirugía Reconstructiva de MSF en Jordania
"Entiendo que a algunos les pueda sorprender que tengamos ahora mismo un centenar de pacientes con secuelas graves, porque creerán que la guerra está solo en Ucrania, pero en toda esta la zona de Oriente Medio los conflictos siguen generando heridos, de Yemen, Siria, y sobre todo hay víctimas que siguen necesitando años de cirugías", afirma Guillaume Duriez, el director de este hospital donde se reconstruyen caras o cuerpos quemados por las explosiones, o muñones de piernas o brazos arrancados por los proyectiles, "tenemos que pensar más sobre el impacto de las guerras y sus consecuencias muy a largo plazo", reclama ante los micrófonos de la SER.
Más allá de los aniversarios, de los 12 años del inicio del conflicto sirio, del pasado miércoles o de los 20 años de la guerra de Irak que se cumplen el lunes, entrar en ese hospital es escuchar las historias de los que saben bien que las consecuencias de los conflictos no acaban cuando se escucha la última bomba. Siguiendo el rastro de esas muletas, recorremos los pasillos de ese hospital, situándonos para empezar en Siria y en la vida de un poeta al que un proyectil le segó la mano derecha con la que ha vuelto a escribir ahora, 7 años después, gracias a una nueva prótesis.
Se llama Mohamed, es de Daraa, la ciudad donde empezó todo en esta guerra, Siria que se alarga ya 12 años
"Me encanta escribir, escribía poemas y más cosas, a pesar de todo no he parado… he aprendido a hacerlo con la mano que me quedó sana, la izquierda", cuenta este joven de 29 años que, desde que se refugió en Jordania en 2016, pasó primero por el famoso campo de refugiados de Zahatari y ahora vive en Irbid a solo 20 kilómetros de la frontera con su país y a unos 40 minutos de la que era su casa y donde sigue viviendo su hermana. Gracias a la prótesis que le han puesto en el hospital de Médicos Sin Fronteras en Amman ha vuelto a escribir poemas con su mano derecha.
Recita orgulloso Pensamiento de un joven sirio: "Siria es mi madre cariñosa, su viento es un perfume que escala por la mañana y por la tarde vivimos su nostalgia, una morada sin columnas cuya construcción es difícil, un futuro sin sueños ni esperanza… ", declama en el inicio de este poema, en el que ensalza a los mártires, a los refugiados que tuvieron que salir y a los que siguen resistiendo dentro de Siria.
"Todo el mundo ha pedido en esta guerra, no terminará nunca y es muy difícil para ambas partes y se ha complicado más con el paso de los años y no terminará hasta que alguna de las partes se rinda", dice Mohamed, al que le gustaría regresar a su país pero nunca bajo el régimen de Bashard Al Assad. "Es aterrador", repite varias veces. Y vuelve a hablar orgulloso de la prótesis de su mano, lo mejor no es que pueda volver a abrir la puerta o a jugar a las cartas apoyándolas en su mano de plástico, es "volver a coger en brazos a Galia", su niña pequeña, que con su mono rojo abrigado frente al frío y la lluvia posa sonriente con su padre delante de la cámara.
20 años de cicatrices de guerra en Irak dibujadas en la cara y en las manos de Abeer
El hospital está equipado con la última tecnología. Al fondo de una sala se está perfilando la nueva mano de Abeer. Suena a carpintería metálica, pero estamos entrando el moderno taller de diseño en tres dimensiones del hospital. El ingeniero ajusta las máscaras y las manos que ha elaborado con las impresoras 3 D . En 12 horas imprimen esos prototipos para operadas por quemaduras y también la nueva prótesis de la mano de esta iraquí, que cumplirá pronto 29 años, que lleva puesto un anillo de oro en un dedo de la prótesis.
Rawan, del departamento de terapia ocupacional del hospital de MSF, prueba la destreza de Abeer con su nueva mano. Le hace colocar unos clavos en unas líneas que dibujan un corazón y ella lo ejecuta con una precisión increíble. Dice que se pintará de nuevo las uñas de la prótesis de silicona; en la otra mano no le han vuelto a crecer por las quemaduras.
"Era una niña cuando entraron los americanos, no recuerdo nada. Es triste porque ahora Irak está muy destruida, recuerda sobre el 20 aniversario de la guerra", una explosión de gas le quemó el 70% de su cuerpo y le desfiguró además la cara donde ha sido intervenida en más de 100 operaciones. Es de Bagdad, cuatro familiares murieron en la explosión y solo sobrevivieron su hermana y ella. Lleva varios ingresos en este hospital y cada vez se siente más autónoma.
Un laboratorio mundial en el hospital de MSF. La guerra contra las superbacterias que resisten a los antibióticos y que algunos alertan que podría convertirse en la nueva pandemia
El quirófano del hospital no para, muchas cirugías como última posibilidad para cortar infecciones, entramos a la undécima operación de tibia de un yemení al que un bombardeo le destrozó las piernas hace dos años. El sonido del instrumental es ya demasiado familiar para uno de los pacientes más antiguos del hospital, lleva once meses ingresado y cuatro operaciones desde que llegó desde Yemen, donde un disparo le atravesó la tibia en Aden. Se llama Hussein Riad, tiene solo 10 años y es uno de los casos más difíciles a los que se enfrentan los facultativos de Médicos Sin Fronteras , explica la doctora Nagham Hussein, que cuando le retira el calcetín se escucha rasgar la piel casi como si fuera papel de lija.
"Es un reto como paciente", dice la doctora Nagham, porque llegó además desnutrido y no se le puede seguir operando y rasgando el hueso porque lo perdería. La bacteria es resistente en el hueso y en su piel. Es un mal ejemplo de uso de antibióticos, no le dieron los adecuados y ahora no responde. Si no no reacciona antes de 3 meses habrá que amputar, porque carga con una superbacteria que se extiende en su organismo, “todo por la guerra” dice esta experta que explica que el 60 por ciento de todos los pacientes que llegan a este hospital tienen infecciones, y de ellos 8 de cada 10 tiene resistencia a los antibióticos. Invierten en los de última generación, hay tratamientos de 6 semanas que cuestan unos 30 mil euros por paciente.
Es la otra guerra, la que está más cerca de nosotros de lo que podamos imaginar, “hay que prepararse, podría ser la próxima pandemia, espero que no, porque va a ser mucho peor que la COVID en todo el mundo, porque si no se pueden tratar muchas infecciones los pacientes morirán; no solo aquí, en Oriente Medio que es el origen de muchas superbacterias por las guerras, sino que esa pandemia podría generar muchas muertes en el primer mundo debido a la resistencia muy sofisticada a los antibióticos , podría ser un desastre, dice la doctora iraquí, de las más veteranas del hospital, donde lleva 16 años y que se muestra muy dolida al recordar que el lunes se cumplen ya 20 años de una guerra que le obligó a huir de su país.
Mira, de 5 años, las quemaduras de otro conflicto perenne, Gaza
Parece una sala de juegos, pero no lo es. Encontramos a Mira tirando de una red elástica de color llamativo, lo que está haciendo el doctor Marwan es que estire su brazo y su mano izquierda, sus tendones y su piel. Solo en este ingreso en el hospital de MSF en Amman lleva cinco operaciones para devolverle la movilidad, para que las cicatrices de las quemaduras no le impidan una vida normal.
Amna es su tía, tiene 31 años, temieron por la vida de la niña porque se quemó cuando solo tenía 8 meses y se le infectaron las heridas. Hasta que un equipo de MSF en Gaza propuso su traslado a este hospital donde lleva ya tres ingresos. La tía sonríe al explicarnos que gracias a este hospital Mira tiene futuro y que la pequeña quiere ser de mayor doctora para salvar a otros niños como ella. Mira es una de las trillizas de una familia de siete niños en una Gaza que su tía describe como un lugar inseguro y de guerra. "No es fácil vivir así", repite varias veces.
Cerca está la habitación de Randa hay otra niña, 8 años, es de Irak. La encontramos en la sala de fisioterapia aprendiendo a caminar de nuevo después de varias operaciones en su pierna izquierda. Volver a aprender a caminar, el futuro, a pesar de todo, el horizonte que también se atisba desde el hospital de todas las guerras. Otro sonido, el de la sala de juegos de la quinta planta, donde están Mira, Randa y el resto de niños ingresados, un poco de esperanza, este recorrido por el hospital de todas las guerras, esas que más allá de nuestra empatía efervescente siguen ahí, aunque no queramos verlas.
Reportaje EP61 | Regreso a Ucrania después de un año de guerra