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Las cartas de soldados de la Primera Guerra Mundial que inspiraron al protagonista de 'Sin Novedad en el Frente'

Especial correspondencia de la Gran Guerra con historias de combatientes, sanitarios y celebridades desde la trinchera

Cartagrafías sobre la Primera Guerra Mundial

Cartagrafías sobre la Primera Guerra Mundial

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En 1983, Elton John, compuso 'All quiet on the western front' que habla de trincheras húmedas y del desconcierto de un soldado ante la barbarie, después leer una novela que le impresionó y que está de nuevo de actualidad gracias al cine: 'Sin novedad en el frente', del alemán Erich Maria Remarque, ambientada en la Primera Guerra Mundial, basada en parte en su propia experiencia como soldado del ejército de su país, al que se unió en 1917 con 18 años. La historia se ha llevado al cine y a la televisión en varias ocasiones pero ha sido con la versión de Netflix, filmada en alemán, cuando ha acaparado la atención internacional. Ha conseguido cuatro premios Óscar, entre ellos, a mejor película extranjera y banda sonora original.

Según ha explicado el propio actor de 'Sin novedad en el frente', estuvo seis meses documentándose con cartas para dar vida a Paul Baümer, personaje que lucha para mantener la humanidad y la cordura en el frente de batalla. Se leyó unas 2.500 cartas enviadas desde primera línea de combate almacenadas en los Archivos Nacionales del Reino Unido, organismo que tiene la mayor colección de documentos del mundo, 1.000 años de historia.

Tienen un apartado específico de la Gran Guerra donde se pueden leer y escuchar las cartas de los soldados. La Primera Guerra Mundial estalló en 1914 tras el asesinato en Sarajevo del archiduque Francisco Fernando, heredero de la corona austrohúngara. El gobierno austrohúngaro declaró la guerra a Serbia, que fue apoyada por Rusia, y luego se fueron posicionando, en dos bandos, hasta 32 países. La contienda fracturó el orden político, económico y social de Europa con diez millones de soldados muertos en cuatro años. Fue una guerra de trincheras, convertidas en trampas mortales. Las cartas reflejan muy bien todas esas sensaciones que hemos visto en el cine:

8 de junio de 1915, Dardanelos. Batallón Drakes

Estimado Arturo,

No puedo decir que me esté divirtiendo aquí. Hace un calor terrible y millones de moscas nos comen. La vida en las trincheras no es un picnic. Cuando se supone que estamos descansando, tenemos que ir a grupos de trabajo, excavar, etc., y donde sea que estemos, siempre estamos bajo fuego de artillería. El último proyectil que cayó en el campamento, mató a cuatro compañeros y dejó diecisiete heridos. Hemos estado bajo fuego enemigo durante tres meses y nos gustaría descansar, la tensión es tremenda. Vivimos en una trinchera y rezamos para que no llueva, de lo contrario seríamos arrastrados. La lucha últimamente ha sido terrible. La vista desde las trincheras es horrible. Usamos nuestros respiradores por el horrible olor de los muertos. Nunca me quitaré esto de los ojos, será una pesadilla eterna. Si regreso a casa, podré contártelo todo, ahora mismo no me salen las palabras para describir las cosas. Cómo me gustaría unas vacaciones, estoy tan cansado. Daría cualquier cosa por alejarme de este golpe continuo. Harold.

"No quiero que me hablen de honor, esto es una masacre, papá"

En 2013, el Gobierno británico, inició un proyecto para digitalizar miles de cartas de soldados que no habían llegado a su destino. Sus descendientes pueden acceder a ellas por Internet con sus datos personales. Muchas se encontraron en la ropa de las víctimas, otras fueron censuradas.. Hay casos curiosos, como cartas de un batallón británico formado solo por jugadores de fútbol o la historia del abuelo del fundador de Fleetwood Mac, que murió por disentería y no en el frente como él pensaba. En cada país se ha hecho un esfuerzo para conservar este tipo correspondencia de alto valor histórico. En Francia también existe un archivo. Los sentimientos de los soldados independientemente de la nacionalidad y del resultado de la guerra, se repiten, pasan del patriotismo inicial a la desesperación de la vida en las trincheras:

Papá:

Me gustaría que el Gobierno estuviera en el frente durante dos horas y viera lo que es esto... Me da igual si la carta pasa la censura, no es más que la verdad. Perdóname, no quiero que nos hablen del honor, porque yo lo llamo carnicería. Porque esta guerra no es más que una masacre, se nos lleva como vacas o corderos al matadero. Tu hijo desesperado por volver con vida.

Fragmento Cartagrafías: cartas reales de soldados de la Primera Guerra Mundial

Fragmento Cartagrafías: cartas reales de soldados de la Primera Guerra Mundial

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Edith Cavell, la enfermera ejecutada por salvar vidas en el frente

En los archivos hay muchas cartas familiares, de amor, relacionadas con treguas o breves encuentros pacíficos con el enemigo que en su momento se ocultaron, como aquel que comentamos en el especial de Navidad entre soldados alemanes y británicos. Del bando alemán, impresiona leer, en los archivos de la BBC, el testimonio de un hombre que explica lo que sintió la primera vez que mató. Además de los peligros de la propia guerra, los soldados tuvieron que lidiar con el hambre, con todo tipo de enfermedades e infecciones consecuencia de las malas condiciones en las que sobrevivían como gripes y pulmonías. La medicina le debe mucho a la Primera Guerra Mundial, según estudios posteriores. Las principales enfermedades infecciosas fueron combatidas con métodos científicos por primera vez cuando aún no se conocían los antibióticos. Médicos y enfermeras también intercambiaban cartas que han llegado a la actualidad. La sobrina de una de esas mujeres que ayudaron en los hospitales de campaña, Helen Fairchild, recopiló en un libro las misivas que envió a su familia desde el frente francés. Helen, norteamericana, se había ofreció como enfermera voluntaria para viajar a la guerra en Europa. Tras largos meses de trabajar sin descanso, cayó enferma por los ataques enemigos con gas mostaza y las condiciones del campo y falleció mientras la operaban por un problema con el cloroformo que utilizaban como anestesia. Tenía 32 años:

Querida madre:

Creo que caminaré cerca de los acantilados para ver la puesta de sol. Los atardeceres aquí son hermosos. Solo podemos ponernos nuestros uniformes de color azul oscuro. Tan pronto como llegue a casa me voy a poner vestidos de todos los colores del arcoíris y nunca más uno de color azul. Me alegraré de veros a todos cuando termine esta guerra, lo mismo que me alegra estar aquí para ayudar a cuidar de estos pobres hombres. No tienen a nadie más que a nosotras, las enfermeras estadounidenses. Lo que la Cruz Roja está haciendo aquí significa mucho para nosotros. Sería horrible vivir sin las cosas que nos envían. Estoy con un equipo de operaciones a unas 100 millas de nuestro propio Hospital Base, más cerca de las líneas de combate. Seguro que tendré mucho que contar sobre esta experiencia cuando llegue a casa. No veo signos de regresar todavía, aunque cuando llegamos solo esperábamos estar aquí unos días. Mucho amor y un beso para cada uno de ustedes.

También hay documentos vinculados a la enfermera inglesa, Edith Cavell, que trabajaba en Bélgica cuando los alemanes tomaron el país en la guerra. Ella se jugó la vida para ayudar a soldados aliados, atrapados en la zona ocupada. Formó parte de una red que salvó a 200 personas hasta que el grupo fue descubierto y los juzgaron. La condenaron a muerte por traición. Sus últimas palabras fueron para sus compañeras enfermeras. Su ejecución sería reconocida después, por el estado alemán, de gran error, fue una acción muy impopular que terminó de posicionar a la sociedad americana y facilitó la entrada de Estados Unidos en la guerra.

Hemingway, Churchill, Franz Marc o Valle-Inclán: "celebridades" en la Primera Guerra Mundial

Entre las cartas de nombres célebres, vinculados a la Primera Guerra Mundial, destacan las de Ernest Hemingway, que se alistó y fue conductor de ambulancias de la Cruz Roja, con 18 años, antes de centrarse en la escritura y el periodismo. En la Segunda Guerra Mundial acudió ya como corresponsal de guerra- pero en la primera se presentó como voluntario de la Cruz Roja. Fue herido de gravedad mientras repartía chocolate a los soldados en una trinchera del norte de Italia. En una carta, incluida en el libro "Cartas de amor de la Gran Guerra", -que también incluye las de otros personajes como Churchill- se retrata la relación que mantuvo con una enfermera americana que conoció mientras se recuperaba de las heridas. Ella le rompió el corazón por carta, era seis años mayor que él:

La enfermera Agnes Von Kurowsky

La enfermera Agnes Von Kurowsky

La enfermera Agnes Von Kurowsky

La enfermera Agnes Von Kurowsky

Aquel desamor le inspiró en su novela, 'Adiós a las armas', considerada una de las mejores sobre la Primera Guerra Mundial, que contiene una historia de desamor relacionada con una enfermera. Mientras estaba en el hospital, el escritor recibió también una carta con dibujos de sus compañeros de ambulancia para animarlo. En 2012, una investigadora los interpretó. Se trata de anécdotas compartidas entre los amigos -como cuando uno de ellos trató de desinfectar su cama de chinches-.

Otra historia muy curiosa está relacionada con el rey Alfonso XIII, que organizó en 1914 una operación humanitaria para ayudar a familias de soldados perdidos. Un periódico europeo dio a conocer que el monarca -España era país neutral- había ayudado a una mujer a encontrar a su marido en el frente y empezó a recibir miles de peticiones desde varios países. Crearon incluso una oficina especial de ayuda. El Palacio Real organizó una muestra con esas cartas hace un par de años. Otro nombre célebre de esta contienda es el Valle Inclán, que estuvo de enviado especial, o el del pintor alemán Franz Marc, que murió en la Batalla de Verdún en 1916. Compartió correspondencia con su mujer y su querido amigo, el pintor ruso Kandinsky. Se había alistado como voluntario.

Querido Kandinsky:

Hoy llegó su amable carta. El correo funciona ahora estupendamente. En las primeras semanas de los combates, que fueron espantosos, a menudo no podía distinguir el sueño de la realidad. Cuando montaba en el caballo y cabalgaba durante toda la noche, no sabía si se trataba de aquella interminable cabalgata en la oscuridad... A menudo pensaba en sus cuadros, me acompañaban como formas de ese estado mental. Ya he superado esa vida fantasmal y estoy lleno de vitalidad. Esta paz interior es un regalo. Aquí no tendré a ningún camarada al que llamar cuando la guerra me atrape. ¡Espero que no lo haga! Por desgracia, mi cuerpo no es tan resistente como había pensado al principio, pero debo aguantar; mi corazón no se lamenta por la guerra, sino que le da las gracias. La vieja Europa, sólo podía limpiarse así.

Franz Marc terminaría desencantándose con la idea de la guerra. Ya lo dijo Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, que vivió la Primera Guerra Mundial como ciudadano -luego estudiaría sus consecuencias psicológicas- y perdió a uno de sus hijos en el frente: "Guerra, crueldad inútil", lo que el ser humano muestra, con una guerra, es "una insistente tendencia a la repetición” y así seguimos, viviendo guerras inútiles.

Laura Piñero

Laura Piñero

Cartagena (1985) Periodista de la SER desde 2009. Ha pasado por Hoy por Hoy, A vivir Madrid y actualmente...

 
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