Tierra misma, fruto de tierra
La madera fue parte de los días de verano de mi infancia
Cuando pienso en la palabra madera me llega de golpe un perfume de serrería, un ruido de máquinas, de cepillos, de garlopas, de buriles. La madera fue parte de los días de verano de mi infancia. Uno de mis abuelos fue ebanista y recuerdo el entusiasmo cuando me dejaban entrar en el taller, donde trabajaban cinco o seis operarios. Y me decían dónde tenía que quedarme quieto, para evitar los peligros. Y descubría que de las manos de esos hombres y de sus herramientas, un taco de madera iba tomando forma, escupiendo esquirlas sobrantes hasta ser una moldura, parte de un cabecero de cama, una caja hermosa y casi mágica para guardar secretos (en verdad era una caja decorada de ébano para los puros, pero yo la consideré al verla una caja mágica). Así que la madera está en mi vida de ese modo: por las historias de mi abuelo Antonio.
También me acuerdo de algo muy emocionante. Un día, tomando un whisky a media tarde con Pepín Bello (el que fuera mejor amigo de juventud de Buñuel, Lorca y Dalí en la Residencia de Estudiantes), le pregunté (tenía 100 años) cómo era la voz de Lorca. Pues de su voz no queda o no se conoce registro. Tenemos imágenes de cine mudo de Federico, pero no su voz. Y el último que quedaba para recordarla era él. Así que le pregunté, Don José, cómo sonaba la voz de Lorca. Y me dijo: "Pues sonaba fuerte, dura, honda, como una voz hecha de madera". Visualiza eso. Es alucinante: una voz hecha de madera. Una voz hecha como Pinocho. Una voz hecha con los materiales de una mesa, de una escalera, de un viejo velero.
La madera tiene algo rotundo y frágil. Y algo noble. Por eso decimos: esta persona es de buena madera. La madera nos abriga y nos refresca con el fuego y la sombra. Y hay un refrán por ahí que me gusta, y eso que soy poco refranero: "A consejo de ruin, campana de madera". Es decir: ni caso a los idiotas. Y están esos versos de Ángel González que dicen:
Si tuviésemos la fuerza suficiente
para apretar como es debido un trozo de madera,
sólo nos quedaría entre las manos
un poco de tierra.
Porque la madera es eso: tierra misma, fruto de tierra.
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