Triste epílogo
Triste epílogo para la trayectoria de Tamames, aunque a esta hora no quede claro si él es consciente del final grotesco que le ha dado él mismo a su carrera o si su vanidad le impide verlo aún
"Triste epílogo para la trayectoria de Tamames": Aimar Bretos explica el fallo de cálculo de Vox con su moción de censura
Madrid
Cuesta creer que nadie en Vox calculara que su moción imposible, que pretendía desestabilizar a izquierda y derecha pudiera terminar como ha terminado. Que es dándole al Gobierno de Pedro Sánchez y a la mayoría parlamentaria que lo apoya una ocasión de reivindicar gestión y proyectar cohesión después de meses complicados. Cohesión con matices, los que conocemos todos de sobra, pero es que ha habido momentos en los que parecía que Yolanda Díaz iba a llamar a un abrazo colectivo de los ministros allí presentes.
Gestión y coalición, frente a una extrema derecha de discurso oscuro y un PP que no se desmarca, que no está. Que hace como que no está. "Moción, qué moción", parece decir al tiempo que no vota en contra.
Más allá de las consideraciones sobre el uso impropio de los mecanismos parlamentarios y cómo estas maniobras van erosionando poco a poco el crédito de las instituciones, si uno atiende únicamente a quién sale beneficiado hoy, cuesta imaginar una jornada parlamentaria más provechosa para los partidos progresistas, como apertura ya oficiosa de la precampaña.
Tendrán que hacer balance en la sede de Vox, y determinar si les ha compensado la jugada. Jugada, por cierto, a costa de un hombre, Tamames, al que nadie ha sabido o podido convencer a tiempo de que no pusiera su reputación al servicio de la causa reaccionaria.
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Un hombre que parece haber entendido hoy, a medida que pasan las horas, que el parlamentarismo consiste en tener que escuchar a alguien más que a sí mismo -por momentos parecía pensar "quién es esta gente que, en lugar de aprender de lo que vengo a explicarles, me replica y osa quitarme protagonismo"-. Solo así se entienden los ramalazos de soberbia incontenida que han aflorado en sus respuestas al presidente Sánchez y la vicepresidenta Díaz.
Esto, sin bajar al detalle de algunas ideas que ha deslizado y que ponen los pelos de punta sobre su concepción del Estado y de la gestión económica: por ejemplo, que elevar las becas educativas a 2.500 millones de euros es comprar votos, o que las PYMEs no son empresas de futuro o que habría que recortar la inversión pública en 60.000 millones de euros, que es el PIB de toda Castilla y León, cosa que muy probablemente generaría un shock económico que ojalá no nos veamos en una así, ni nosotros ni Tamames.
Pero todo eso languidece al lado de la defensa que ha hecho Tamames de los argumentos con los que el Franquismo justifica permanentemente la guerra civil. Que aquello fue un caos de república, que los abusos de aquella etapa dieron pie a lo que vino, no un golpe de estado de la derecha, no, los excesos de la República y que ahí no hay buenos ni malos, que malos hubo en los dos bandos.
Esto dicho por alguien que en sus orígenes políticos combatió al franquismo desde las filas del PCE y que llegó a ser encarcelado por ello.
Triste epílogo para la trayectoria de Tamames, aunque a esta hora no quede claro si él es consciente del final grotesco que le ha dado él mismo a su carrera o si su vanidad le impide verlo aún.
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