Hora 25Las entrevistas de Aimar
Sociedad

Iván Garrido, activista que nació con VIH: "Conoces a personas con VIH, aunque creas que no. No te lo han contado por miedo"

"De niño para mí era normal llamar al 112 al ver a mi madre en suelo, hasta que la vi muerta en mi habitación"

Las entrevistas de Aimar | Iván Garrido

Las entrevistas de Aimar | Iván Garrido

Madrid

El Kintsugi es un arte japonés que restaura piezas de cerámica rotas y baña las grietas en oro. El resultado son piezas únicas, valiosas e irremplazables. Pero, ¿qué pasa cuando esa pieza rota es una persona? Pues que ese arte se convierte en una filosofía de vida: en saber superar todas las adversidades que la vida te pone por delante, recomponerse y mostrar las cicatrices que ese camino te va dejando. Iván Garrido nació con VIH, se lo transmitió su madre durante el embarazo, y desde ese momento hasta hoy su vida ha sido un larguísimo camino marcado por la supervivencia. Un camino que plasma en el libro 'La belleza de las cicatrices' (La Esfera de los Libros).

Iván Garrido

Iván Garrido

28:43

Compartir

El código iframe se ha copiado en el portapapeles

<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/1679515377614/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>

Pregunta: ¿Un objeto roto y reconstruido puede ser incluso más poderoso que el original?

Yo creo que lo es. Al final tú piensa que todos los días se producen objetos y en una fábrica que nunca duerme, pero dos piezas nunca se rompen igual. Por lo tanto, cuando reconstruyes esa pieza rota, se convierte en única y lo único siempre es muchísimo más valioso que lo que se produce en masa.

Respuesta: ¿En cuántos trozos te rompiste tú?

En todos los habidos y por haber. Y me sigo rompiendo. Todos nos rompemos todos los días y pienso que ahí está la magia del día a día. Creo que, como yo digo, nos hemos criado en un capitalismo cognitivo en el que nos han dicho qué sentir, dónde sentirlo y cómo expresar las emociones. Y al final yo siempre digo que no hay nada más sexy que una persona vulnerable.

P: ¿Por qué naciste con VIH?

R: Nazco con VIH porque mis padres eran drogodependientes. De hecho, se conocen en Proyecto Hombre, que yo creo que más o menos el imaginario social todo el mundo lo ubica y se enamoran. Los dos eran pacientes, dejan el programa de Proyecto Hombre, siguen consumiendo y mi madre contrae el VPH por vía parenteral, es decir, por droga inyectada. Mi madre cuando se queda embarazada, pues bueno, las circunstancias sociales no eran muy favorables y no tomaba la medicación que en aquel entonces podía evitar la transmisión. Y entonces en el mismo paritorio doy positivo en VIH y así nací.

P: Porque ahora mismo el contagio vertical de una madre hacia un hijo está absolutamente solucionado con un tratamiento con el que el hijo no tiene por qué nacer contagiado

R: Exacto. Es importante saber que lo VIH no se contagia, se transmite. Se contagian los virus. Pero, por ejemplo, el VIH necesita un vehículo como es la sangre, los fluidos sexuales, pero eso se llama una transmisión. Y efectivamente, ahora mismo en Europa, por ejemplo, en el último informe del ministerio no hay transmisiones verticales. Es importante decir que esto es en Europa o en países desarrollados. No existen porque según te quedas embarazada te hacen una prueba y si das positivo, te dan la medicación para evitar la transmisión al feto. ¿Qué ocurre? Que las medicaciones que tenemos aquí en Europa y en América no son las que tienen en África. En África hay miles de transmisiones verticales cada año, lo que pasa que estamos un poquito en nuestra burbuja. Entonces decimos que ya no hay transmisiones.

P: ¿Como empieza eso a marcar tu vida desde entonces?

R: Bueno, yo creo que la marca desde el inicio, porque al final naces con VIH, que en aquel entonces no existía medicación y el VIH en la época que yo nací era una sentencia a muerte, ahí sí que lo era. De hecho el prólogo del libro lo hace mi pediatra, la que consiguió salvarme la vida. Ella lo cuenta muy bien. De toda la planta que tenía, salimos 16 adelante, 16 niños. De todos los que nacieron con VIH. La tasa de mortalidad era muy alta, pero tanto para los niños como para los adultos. Entonces me crié en una esfera de miedo, de preocupación, de protegerme y ya a los cinco años, cuando me puse bastante malito, pues ahí yo lo recuerdo en el hospital y aprendí a leer y a escribir en un hospital, curaba a los peluches, me tenían aislado completamente de cualquier otro niño por el tema de transmisiones de otras infecciones. Entonces para mí fue muy guay. Fue un poco como 'La vida es bella', la película. Para mí era un juego y me encantaba. De hecho yo muchas veces cuando volvía a casa me inventaba estar malo para volver a ingresar.

P: ¿En serio?

R: Claro, porque cuando tú tienes a lo mejor una infancia normativa, tu sitio favorito es el parque de atracciones y quieres volver a toda costa al parque de atracciones porque te sientes seguro, sientes que no hay problemas. Yo cuando volvía a casa volvía con unos padres bastante problemáticos en su relación tóxica o con unos abuelos, y me sentía diferente. Mi sitio seguro era el hospital. Entonces yo hacía todo lo posible para volver a mi sitio seguro, a mi hospital, que era lo mejor. Donde yo más a gusto me encontraba.

P: Tu madre era víctima de violencia de género.

R: Sí, claro. Yo recuerdo como cuando mi abuela me cogía, que todavía vivía con mis padres, y me decía "Si alguna vez ves a mamá que no respira y tirada en el suelo, llama a este teléfono y tú di esta dirección que te voy a dejar aquí apuntada". Ese teléfono era el 112 y yo lo marqué. Entonces creo que me tocaron vivir cosas que no le tocaban a un niño, pero al final eso también me ha servido para ahora ser quien soy. Por eso cuando me preguntan si tengo rencor a mi familia o a mis padres o a mi padre, yo para nada, nada más que puedo dar las gracias por todo, porque gracias a eso soy Iván Garrido.

P: Es que es muy dura tu historia, Iván.

R: Sí y no. ¿Sabes lo que pasa? Que para mí era normal. Es que para mí era la normalidad. Y mira, se me han puesto los pelos de punta. Es que para mí era lo normal. Para mí mi rabieta era que no viniera una enfermera a trabajar ese día con la que me lo pasaba también. Esa era mi rabieta. ¿Por qué no viene mi enfermera a verme? No era comprarme unas zapatillas de marca. Y, bueno, me imagino que también soy psicólogo, que estoy disociado. Al final un niño no tiene la capacidad de canalizar todas esas emociones. Y además que el foco de atención en ese momento en el fallecimiento de mi madre era mi abuela, el foco no era yo. Entonces yo aprendí y entendí que yo no tenía que ser cuidado, sino que yo tenía que ser el cuidador.

P: ¿Cuántos años tenías cuando murió tu madre?

R: Siete. Tenía siete años.

P: Y fueron tus abuelos los que se hicieron cargo de ti.

R: Sí. Desde los cinco años ya un juez quitó la tutela a mis padres porque no me podían mantener. Y desde los cinco a los siete me fui con mi abuela a vivir. O sea, me fui yo y mi madre a casa de mis abuelos. Y ahí hasta que falleció mi madre y ya me quedé allí. De hecho, ella falleció en casa.

P: ¿En la casa en la que vivíais?

R: Sí, en mi habitación. Lo cuento en el libro. A la gente le sorprende mucho esto que te voy a contar, pero yo encontré el cuerpo de mi madre yo solo, con siete años. Le iba a enseñar un juguete que me habían comprado por sacar buenas notas. Y yo cuando me percaté de la situación, porque yo ya lo sabía, mi primer pensamiento fue mi abuela. De hecho, ella inmediatamente me lleva a la casa de la vecina y yo digo "Vale, me quedo aquí el tiempo que necesitéis". O sea, yo ya sabía la realidad al minuto tres y estaba cuidando a mi abuela y diciendo "Bueno, vamos a hacerlo todo lo que ella quiera ahora mismo, porque no debe estar pasándolo bien". Entonces yo ya la protegía.

P: ¿De dónde sale esa necesidad de proteger a tus mayores?

R: Yo creo que te la enseñan. Al final yo tenía el rol del niño perfecto. Yo siempre era perfecto hasta la adolescencia. Pero ahí era siempre perfecto. Y mi abuela (la quiero y se me fue hace unos meses, para mí ha sido el momento más duro de mi vida) siempre me decía "menos mal que te tengo a ti. Si no, no sé qué hubiera sido de mí". Entonces a mí me enseñaron desde muy pequeño que yo era indispensable para mi abuela y que yo la tenía que cuidar. De hecho, cuando a mí me dicen que mi madre ha fallecido, que fue seis meses más tarde desde que yo mismo la encontrara, mi abuelo recuerdo que me dijo "Y ahora cuando venga tu abuela de la compra, la abrazas muy fuerte". Eso puede parecer muy romántico y muy bonito, pero ella me tenía que haber abrazado fuertemente a mí. Por eso te digo que creo que me enseñaron a ser el rol del cuidador, porque a mí me decían "ahora tú, que te acabamos de decir que tu madre ha muerto, vas a tu abuela y le abrazas fuerte".

P: Y todo esto se junta con que tú en el cole sufrías bullying por maricón.

R: Sí, lo digo además tal cual. Mi familia era muy desestructurada, como ya se puede ver. Mi abuelo dijo "bueno, pues como parece ser que que todo va mal, vamos a meter al niño en el Opus Dei para que éste salga bien". Y, claro, me metieron en un colegio extremadamente religioso. Yo tenía una pluma terrible. Terrible, no, maravillosa. Pero yo digo que a mí no me hacían bullying por ser maricón, me hacían bullying por tener pluma, que es muy diferente, porque en aquel entonces ni siquiera yo tenía activación del deseo sexual hacia otros hombres. Entonces creo que esto es una reflexión que me gusta siempre dejar, porque los niños y niñas no hacen bullying a otra persona porque realmente le gusta acostarse sexualmente con personas de su mismo sexo, sino porque tiene pluma o porque no es heteronormativo. Porque mis compañeros y compañeras tampoco tenían activación sexual, se metían conmigo por tener pluma, por no ser ese modelo heteronormativo que nos enseña la sociedad. No es por ser gay, como la propia palabra dice, por que me gusten personas de mi mismo sexo.

P: Y después de todo esto, ¿cómo no te volviste loco? Entiende mi pregunta.

R: Bueno, me volví loco, lo que pasa es que me salió bien. Tuve la suerte de que ya a los 19 años me voy a Barcelona. Me voy, pero vamos, como si no hubiera mañana. Yo, sin saber dónde estaba Barcelona, casi sin haber ido nunca a Barcelona, yo me fui. Conocí a un chico, le salió un trabajo allí y yo dije pues vaya que me voy. Yo cogí mi coche, metí dos maletas de ropa y me fui. Al final, ahora que lo veo, con el tiempo será un niño un poco escapando de su realidad. Y bueno, también yo creo que mi vida me ha enseñado un poco a lo hacemos y ya vemos. Al final estuve muy vinculado siempre a la muerte y sé que la vida se acaba en un momento y a mí se me puede acabar en un momento, entonces soy un poco de lo hacemos y ya vemos. Y en aquella época, con 19 años, pues dije pues me voy a Barcelona y ya. ¿Qué pasó con ese chico? Salió muy mal a los tres meses y yo no quería volver porque claro, me iba a decir todo el mundo para que te has ido, ves como te lo dijimos. Y yo dije bueno, pues me quedo tres mesecitos más y al medio año ya es como medio año y se convirtieron en seis años, pero dormí en el coche y todo. Yo por mis narices que no me volvía para que todo mundo me dijera "¿ves? Te lo dijimos", para seguir siendo el niño perfecto.

P: ¿En qué momento te diste cuenta de que tenías que contar tu historia?

R: Pues me di cuenta porque estaba saliendo con otro chico y me rechazó por tener VIH y yo lo pasé muy mal y pedí ayuda. Y en esa asociación en la que yo fui a pedir ayuda, me dijeron "oye Iván, ¿no te quieres venir a un grupo y hablas?" Y yo fui al grupo como paciente, conté mi historia y de repente los otros chicos llorando y diciéndome gracias por contar mi historia, que les había ayudado un montón. Otra vez el rol del cuidador. Ya me decían que mi historia era para cuidar y fue cuando de la asociación me fueron ofreciendo contar individualmente a personas para ver si eso les ayudaba a empoderarse y poco a poco vi que a las personas les servía muchísimo. Y entonces ya hay un punto que me contactó un medio de comunicación y dije bueno, pues es que no puedo ser tan egoísta de callármelo si esto realmente va a ayudar a tantas personas. Y ahora con el libro y todo el Tik Tok y todas las redes, he comprobado que así es. Pues oye, mira, soy Iván Garrido, nací con VIH y tengo el don de ayudar a otras personas a empoderarse, así que no lo cambio por nada.

P: ¿En qué las ayudas?

R: Creo que las ayudo a que les doy un rayito de esperanza. Desgraciadamente todavía el VIH se relaciona mucho con el SIDA, se relaciona mucho con la muerte. La gente lo primero que pregunta muchas veces es ¿me voy a morir? Y ven a una persona joven con un cuerpo normal, con una energía normal y que lleva tantos años con la enfermedad, con el virus que dicen ¡hala!, entonces no me voy a morir. Y creo que por eso les ayudo tanto. Yo soy quien soy e intento demostrar en redes y en el libro mi historia. Yo siempre digo que no soy el mejor psicólogo del mundo ni espero serlo, la verdad, pero sí que pienso que hay una historia, una historia detrás que merece ser compartida y que me gustaría que ayudara al máximo gente posible, porque al final un día de estos me voy a ir igual que todos. Entonces, si la historia puede ayudar a alguien, pues hala, os la regalo.

P: ¿Piensas mucho en la muerte? ¿En la tuya?

R: ¿Pienso mucho la muerte? Creo que sí. Creo que más que una persona de mi edad. Sí. De hecho, ya tengo hecho testamento. Ya tengo todo apalabrado. A mi mejor amigo le he dado una carpeta con todos mis seguros por si algún día me pasa algo que sepan dónde tienen que llamar. Creo que al haber nacido con VIH, sé que mi esperanza de vida es menor. Y lo es. Y creo que, añadido a mi historia familiar, pues al final sí que pienso mucho en la muerte. También pienso que la gente que somos joven pensamos muy poco en ella. Yo a mis amigos le pregunto "¿Has hecho testamento, no? ¿Cómo que no?" Pienso que la muerte es como un tabú. Pienso que hay que organizarlo como cualquier parcela de nuestra vida. Y es una cosa que tiene que estar ahí en todo momento. No pienso que haya que tenerle miedo, pero sí que pienso que deberíamos hablar más de la muerte porque está ahí. Es que es una realidad.

P: ¿Has vuelto a saber algo del tipo aquel que te rechazó por tener VIH?

R: Sí, sí, he vuelto a saber algo de él. Es un perfil curioso porque era enfermero estudiando medicina. Entonces yo ahí fui sobre seguro. Por eso me sorprendió tanto el rechazo. Y sí, me lo he vuelto a encontrar, bien. Le he perdonado y él me ha pedido muchas veces perdón, llorando además. ¿Y yo le he perdonado? Por supuesto que sí. Al final ese rechazo era él, con sus vivencias anteriores, con su estigma y con sus prejuicios. Yo siempre digo que una persona que le dan el nuevo diagnóstico no solamente lucha contra el virus, sino que tiene que luchar contra su propio estigma. ¡Ojo! Toda tu concepción previa al VIH ahora la tienes que rehacer. Tenías una concepción súper elaborada y súper estructurada, pero eso no suele ser lo normal. Entonces, si, por ejemplo, a una persona le dan un diagnóstico VIH positivo y él ha ido rechazando a un montón de personas por tener VIH, ahora es él el paciente. Entonces ahí hay una ecuación curiosa. Por supuesto que le he perdonado, porque al final era él con sus circunstancias y las respeto.

P: Ayúdanos a desmontar estigmas. ¿Qué le dices a ese chaval o esa chavala con un diagnóstico positivo de VIH y al que de repente le tienes que explicar lo que hay y lo que no hay?

R: Lo más importante es que VIH no es igual a SIDA, eso es lo principal. VIH es el virus y SIDA es una parte de la enfermedad, la última parte en la que tus defensas son tan bajas que desarrollas SIDA, pero ahora da exactamente igual. De hecho ya no se utiliza en la clínica porque en cuanto nos tomamos la medicación, esas defensas suben y dejamos de tener SIDA. O sea, que se decía la fase terminal porque como no había medicación antiguamente, pues ya morías, pero ahora mismo puedes tener SIDA. Yo he tenido SIDA y he dejado de tenerlo, por lo tanto tomas tu medicación y listo. Otra cosa superpoderosa es que el VIH, una vez que estás medicado, llegas a un punto que se llama indetectable, que no se detecta. Es decir, que te hacen una analítica de sangre, buscan el bichito y dicen que no está. La gente dirá ¿pero estás curado? No, no estoy curado, porque queda la mamá. Es decir, la abeja reina en el panal que está en mi ADN. Por eso no estoy curado. Pero en mi sangre no hay VIH. Esto, este grado de debilidad lo logran casi todas las personas que toman la medicación. Casi todas. Es un alto porcentaje, muy elevado. Por eso es tan importante hacerse las pruebas. No transmitimos el virus, indetectable igual a intransmisible. Yo no puedo transmitir algo que no tengo. Es imposible. Mantenga relaciones sexuales de riesgo o no, que, por supuesto, siempre protegidas porque hay otras enfermedades. Pero yo el VIH no lo puedo transmitir. Es técnicamente imposible. Igual que yo, la mayoría de personas que tenemos VIH y también, sobre todo, una de cada 300 personas en España tiene VIH, una de cada 300.

P: ¿Y cuántas lo saben?

R: ¿Cuántas lo saben? ¿Cuántas personas hay en tu edificio? ¿Cuántas personas hay en tu calle? ¿Cuántas personas hay en una discoteca? Echa cuentas. Todas las personas hemos conocido a alguien con VIH. Sí, una de cada 300. Es decir, en un colegio puede haber perfectamente diez chavales con VIH, porque nadie lo dice por el estigma. Yo siempre digo que el peor efecto secundario del VIH no es ni la medicación, ni la osteoporosis, ni nada. Es el estigma social. Entonces vamos a dar un paso al frente, vamos a hacer activismo, vamos a hablar del tema para que esas 150.000 personas en España puedan decir tranquilamente que tienen VH como cualquier otra enfermedad. Es que ya está bien, porque esas personas sí que siguen en un armario. Pero es que esa persona sigue con un armario cerrado con cerrojos y cuatro cadenas. Ya está bien. Vamos a ayudarles a desenredar la cadena porque merecen ser libres. Es que es una barbaridad. Una de cada 300 y que seamos diez activistas contados. Y que no conozcas a nadie que tenga VIH es imposible. Sí la conoces. Lo que pasa que por miedo no te lo ha contado.

P: ¿Qué te dijo tu abuela cuando empezaste a hacer activismo contando tu historia?

R: Mi abuela me enseñó que no contara nunca nada a nadie en la vida.

P: Hiciste mucho caso.

R: Le hice mucho caso, sí. Pues mira, al principio lo llevaba muy mal. Pero yo siempre digo que yo me hice activista por mi abuela. Yo dije "Mi abuela sabe que tengo VIH". ¿Lo acepta? No tiene miedo a la transmisión, sabe todo lo clínico y pese a eso me dice que no lo cuente y que no me busque pareja y que no me busque trabajo, que mejor con mi paga, mi paguita y que no haga nada. Pues precisamente me hice activista para la gente como mi abuela. ¿Que pasó? Que tardé mucho, pero lo conseguí. Hasta hace muy poquito que se fue me decía "Iván, ponme otra vez la entrevista de este medio de comunicación" y yo "abuela la hemos visto ya diez veces". "Pónmela otra vez que la quiero volver a ver". Tenía todos los periódicos, todas las entrevistas. Le encantaba. Hacía tik tok conmigo hablando del tema.

P: ¿Qué es lo que más te gusta de de ti?

R: Ser quien soy. Todo mi yo.

Escucha más entrevistas de Aimar

  • Las entrevistas de Aimar | Enric Juliana32:41 | Las entrevistas de Aimar

  • Las entrevistas de Aimar | Irene Cano, directora de Meta en España y Portugal27:55 | Las entrevistas de Aimar

  • Las entrevistas de Aimar | Antonio de la Torre29:23 | Las entrevistas de Aimar

Víctor M. Olazábal

Víctor M. Olazábal

Subdirector de Hora 25. Antes fue corresponsal en India para diversos medios españoles. Especializado...

 
  • Cadena SER

  •  
Programación
Cadena SER

Hoy por Hoy

Àngels Barceló

Comparte

Compartir desde el minuto: 00:00