La historia del número 1 del pádel español que desapareció del mapa por una desgracia familiar
Un relato de rebeldía ante los golpes más duros de la vida
En la respuesta a la tercera pregunta de una conversación que durará alrededor de tres cuartos de hora y que albergará sonrisas y lágrimas, Noé Navarro provoca una innegable reacción de escepticismo en varios de los trabajadores (técnicos de sonido y de vídeo) que están escuchando esta entrevista mientras se realiza. La primera cuestión que le trasladamos es qué número ocupa del ránking de jugadores de pádel de Cataluña. Nos responde que el 19. La segunda es qué número ocupaba hace 12 meses. "Uf... el trecientos y pico o cuatrocientos", dice. Volveremos a la tercera más adelante, pero antes, tenemos que conocer su vida. El lector entenderá por qué.
El número 1 del pádel español que dejó todo por una desgracia y ahora pelea por volver a ser el mejor
La historia de Noé no es solo la de uno de los mejores jugadores de pádel de Cataluña (como nos cuenta, ahora mismo el 19º mejor). Tampoco es solo la de un joven jugador con 19 primaveras que en un año se ha rebelado contra todo y ha pasado de que nadie quisiera jugar con él a estar en lo más alto. También es la del número 1 de España en menores que se vio obligado a dejar su pasión de un día para otro. Como cuenta su padre Salva a la Cadena SER, "había estado número 1 de España en todas las categorías por las que había pasado". "Se enfrentaba a la gente que ahora está en el cuadro principal del pádel mundial, pero lo que páso le cortó el camino", asegura.
Noé fue número 1 de España en todas las categorías
— Salva Navarro
Noé hizo la mayoría de edad en junio de 2021, pero habla con la madurez de quien ha vivido toda una vida, y unos minutos de charla con él bastan para que te contagies de su alegría. ¿Se puede sacar algo positivo del terrible suceso que ha marcado la vida de Salva y Noé? Él puede: "Entendí cómo de dura es la vida, que no es tan fácil ni tan divertida como parece, es lo bueno que saco de lo que pasó".
Se define como una persona "muy tranquila, muy feliz, muy familiar y a la que le gustan mucho todos los deportes". Salva, como "un niño especial que tuvo la mala suerte de que a su padre le pasó eso".
Del amor de su padre por la pala a codearse con los que hoy gobiernan el pádel
Seguramente empujado por la pasión de su padre hacia el deporte, Noé no es capaz de recordar si empezó antes a andar o a rebotar la pelota contra las paredes.
Desde muy pronto se vio que tenía un talento muy especial -para Salva, "un don"-. Jugó una y otra vez campeonatos de España contra los que hoy en día son los mejores jugadores del mundo, véase Arturo Coello (4º en el ránking y tres títulos de cuatro esta temporada) o Mike Yanguas (23º). De la misma manera que ellos y otros gigantes del deporte como Juan Lebrón, Noé fue número uno de España en todas las categorías.
Mucho tuvo que ver su padre, uno de los profesores de pádel con más experiencia en nuestro país. Empezó a dar clase en 1996, cuando ni siquiera trascendían imágenes de José María Aznar con la pala. También dirige un club, y se define como un entrenador "de principios, que forma personas": "Hemos pasado por cosas muy malas y los padres (de los hijos a los que entrena) lo que quieren es que los niños salgan la mitad de lo que es Noé, ya no como jugadores, sino como personas".
Además de formar menores, también es el coach de su hijo. Para él, "el entrenador perfecto". "Todo lo que sé es gracias a él, para mí es el mejor entrenador que he podido y puedo tener", asegura.
Escuchándole, no hay lugar a dudas sobre la opinión que tiene Salva de su hijo, pero, ¿cómo ve uno de los entrenadores más experimentados de España a su pupilo? "Su mejor arma es la intuición, es capaz de ver qué pasará en la jugada. Hay pocos jugadores que juegan mejor que entrenan, él es uno", responde. "Le queda por mejorar físicamente", apunta.
El golpe de la vida
P. ¿Recuerdas qué día dejaste de jugar al pádel?
R. El 17 o el 18 de diciembre de 2017.
R. (Salva). El 17.
Salva lo tiene marcado, pero no recuerda bien cómo ocurrió. "Me acuerdo de ver el inicio del partido de Noé y de que la gente me preguntaba qué me pasaba, después ya no me acuerdo de mucho más...".
Ocurrió un domingo en el que Noé estaba jugando la final del Máster de Cataluña de menores, el último y más importante torneo del año que solo disputan las mejores parejas de la temporada. "Veía una situación extraña ya desde antes de empezar el partido en mi madre, mi padre y la gente de mi alrededor, pero estaba concentrado en el partido y tampoco le daba demasiada importancia", rememora Noé.
Lo poco que puede contar Salva de aquello es que "no entendía nada, se ve que quería hablar, pero no hablaba y cuando alguien hablaba, no entendía nada. Tenía la boca torcida, el brazo no iba, el pie no iba, perdí la visión...".
Noé se dio de bruces con la situación cuando acabó la final: "Mi madre me dijo, 'súbete corriendo al coche que nos vamos al hospital'. Yo no entendía nada, veía que mi padre no hablaba, los veía raros y supe que algo no iba bien. Llegamos al hospital, mi padre y mi madre entraron y cuando salió mi madre me dejó en casa de mis abuelos y ya no supe nada más hasta un cierto tiempo". Admite que no era consciente de lo que estaba ocurriendo: "Como niño pequeño, tenía 14 años, no sabía qué podía ser. Me llamó mi madre al cabo de unas horas y me explicó que papá había sufrido un infarto cerebral". "Me dijo que no sabía si iba a poder volver a verlo o no, eso fue lo más duro", explica.
Mi madre me dijo que no sabía si iba a volver a ver a mi padre
— Noé Navarro
Aquel niño de 14 años pasó los peores días de su vida: "Fue muy duro. Recuerdo que coincidía con Navidad y recuerdo llorar todas las noches por no saber si volvería a ver a mi padre. Lo más duro era pensar que a lo mejor cuando te levantaras no le ibas a volver a ver. Estuve unas semanas sin ir al colegio, sin nada, no podía. Ni mi madre, ni los médicos, ni nadie sabía qué iba a pasar".
Noé Navarro: "Mi madre me dijo que igual no podía volver a ver a mi padre"
Un infarto cerebral que dinamitó sus vidas
Salva sufrió un infarto cerebral de cuatro centímetros que hizo peligrar su vida y la cambió para siempre. Perdió la visibilidad, dejó de hablar, dejó de entender lo que le decían cuando le hablaban y se le paralizó el lado izquierdo del cuerpo. Tuvo que estar dos años encerrado en casa, una época de la que, admite, no recuerda casi nada: "Sé lo que me explican ellos, no mucho más".
Con 52 años no sé lo que es una Coca-Cola ni un café. Y te toca, y te toca, y tienes que tirar para adelante
— Salva Navarro
Para entender por completo la magnitud de la situación hay que retrotraerse 20 años en el tiempo: "Nada más nacer Noé, al mes siguiente, me caí por las escaleras de mi casa y la escápula me partió tres costillas. Me operaron y me dejaron un agujero de 20 centímetros. A partir de ahí, comenzó un calvario de seis años, de seis operaciones de espalda, perdí un pulmón, tengo tres costillas de acero inoxidable, cuatro placas de titanio, una placa de goretex, me paralizó toda la banda derecha...".
Ni la pantalla que nos separa ni la mejorable calidad de la videollamada que nos comunica impide apreciar cómo se le dibuja una media sonrisa que, juraría, expresa ironía: "Me saco el título de monitor de pádel con la izquierda, empiezo a tener que hacer todo con la izquierda, y ahora al cabo de tantos años el infarto me da en la izquierda, ni hecho expresamente. No he fumado en mi vida, no he bebido en mi vida. Con 52 años no sé lo que es una Coca-Cola ni un café. Y te toca, y te toca, y tienes que tirar para adelante, no hay otro remedio. Esto es seguir, seguir y seguir, no hay más".
Salva Navarro: "Por una caída empecé a hacer todo con la izquierda, y ahora el infarto me dio en la derecha, ni hecho expresamente..."
Con 14 años, un hombre
El club de pádel de Salva no solo representaba su alegría, sino que también era el sustento familiar.
P. ¿Cómo salisteis adelante?
R. (Salva). Hicieron malabares mi mujer y mi hijo. Mi mujer se puso a trabajar de cualquier cosa, se metió en una compañía de cosméticos de estos de las abuelas, y Noé se hizo cargo de la escuela con 14 años, tuvo que dar clase a todos los niños.
Con 14 años, Noé abandonó el pádel de competición, en el que quemaba etapas a la velocidad de la luz, para sacar adelante el club: "Dejé de entrenar por completo. Tenía que ir a trabajar por las tardes, a dar clase a niños. Paré de competir. Jugué algún torneo, pero más por distraerme que otra cosa. No podía plantearme nada a nivel de futuro porque no sabía si podría volver a competir a nivel nacional o internacional", rememora.
Con un brillo en sus ojos que no habíamos apreciado hasta el momento, Salva le corta: "Noé es un ángel. Enseñaba a esos niños, que ahora uno es campeón de Cataluña alevín, otro campeón de Cataluña benjamín... esos 'los ha hecho' Noé". Entonces, mientras reduce el ritmo de su diálogo en su esfuerzo por no romper a llorar, comparte, con la voz entrecortada: "Mi hijo cada noche me dice 't'estimo molt', eso no tiene precio".
Con el aliento recuperado, se deshace en elogios hacia su esposa: "Cuando me caí, tenía a su cargo una persona que no se podía mover durante seis años y un niño recién nacido, y con lo del infarto, tener que sacar adelante un negocio, un hijo de 14 años y una persona que está encerrada en una habitación que ni escucha, ni habla, ni ve... Imagínate lo que pasó mi mujer".
P. ¿Qué es tu padre para ti, Noé?
R. Para mí, es un ejemplo de superación y lucha. Mi referencia es mi padre, todo lo que hemos sufrido en casa tanto mi madre como yo... Mi padre llega a casa, a lo mejor le duele algo, pero siempre va a trabajar, no se queja nunca, eso lo valoro mucho. He aprendido mucho de la vida y me ha hecho madurar muy rápido, es lo que saco bueno de lo que pasó, entendí cómo de dura es la vida, que no es tan fácil ni tan divertida como parece.
Para siempre en su piel
Cuando Salva empezaba a sentir los primeros síntomas de su recuperación, llegó la última oportunidad de Noé de competir en menores. "No había jugado desde hacía mucho tiempo y llegaba el torneo más importante de Cataluña, y dije, 'hostias, me gustaría jugarlo porque es mi último año de menores".
Entonces, comenzó una búsqueda que no sería nada fácil y le haría sufrir mucho: "Empecé a llamar a todos. '¿Quieres jugar conmigo?' 'No'. '¿Quieres jugar conmigo?' 'No'. '¿Quieres jugar conmigo?' 'No".
"Todo el mundo le había dicho que no quería jugar con él. Él lo pasó muy mal, la gente no decía, 'a su padre le ha pasado esto, pobrecito', la gente decía, 'Noé está acabado", recuerda Salva.
La gente no decía, 'a su padre le ha pasado esto, pobrecito', la gente decía, 'Noé está acabado'
— Salva Navarro
Tras decenas de llamadas frustradas, encontró pareja, un jugador con el que ya había compartido pista hace años y que también se había quedado descolgado. Noé volvía a competir y el mayor trofeo era hacerlo con su padre en su banquillo: el sueño estaba cumplido. Lo que nadie podía esperar es que ese joven que había dejado de jugar al pádel con 14 años para sacar adelante a su familia ganara el torneo de más alto nivel de Cataluña. "Justo cuando acabó la final, salí por la puerta a abrazar a mi padre y nos pusimos a llorar los dos por todo lo que habíamos vivido. Nos sacaron una foto, y la llevo tatuada en el brazo".
P. ¿Pero cómo pudisteis ganar ese torneo, Noé? Es heroico...
R. No lo pensábamos... lo veo como que la vida nos devolvió ese momento después de pasarlo tan mal. La vida nos devolvió ese momento tan bonito".
R. (Salva). Yo tendría una contestación algo diferente. Noé es un jugador talentoso, por lo tanto eso no se olvida, Noé deja de jugar tres meses y sigue jugando igual de bien, lo que le queda por mejorar es físicamente, pero tiene un don, por eso ganó ese torneo. Yo estaba en el banquillo (de entrenador) y en ese torneo no hubo nada de táctica. Solo le decía cada partido, 'Noé, dalo todo y demuestra quién eres'. Se ganó porque sacó el talento que tiene y el pundonor de decir, 'este torneo me lo tengo que llevar sí o sí'.
P. ¿Cómo estás ahora, Salva?
R. Bueno, tengo días mejores y peores. Me han quedado secuelas. Tengo media cara como dormida, tengo días con más ánimo, otros con menos, pero no me puedo quejar, estoy bien, soy feliz. Me voy a la escuela y soy feliz, veo a los niños, me lo paso bomba, soy más niño que ellos... Cuando iba a ver a mi hijo entrenar a los niños... bueno, 'ver', es una expresión, no veía, iba y escuchaba como mi hijo daba clase a los niños... fíjate, es que es muy duro. Iba cojeando, arrastrando un pie, la mano vendada, la cara tapada, parecía la muerte. Pero no me estoy victimizando. Entiendo perfectamente que hay gente mucho peor. No tenemos derecho a quejarnos de nada, lo llevo lo más natural posible porque la vida es la que es y hay que aceptarla y nada más.
Ahora, el club va mejor que nunca. Situado en el municipio barcelonés de Castellar del Vallès, el 'Npádel' (por Noé) se ha trasladado a una nave de cuatro pistas indoor y otras cuatro outdoor. Allí está la escuela de alta competición de menores que recibe el nombre de 'Escola Npádel Competición', bien conocida en el mundo del 20x10, en la que ya vuelve a sonreír Salva y en la que Noé entrena cada día y vuelve a luchar por su pasión.
Nueve meses después de volver a jugar, en su primer año como 'senior', Noé Navarro pasó de la posición 400 de Cataluña a la 19, justo un puesto por encima del corte que le incluía entre los 20 mejores, los que tienen acreditación para jugar el Máster absoluto de Catalunya. No quedó ahí, sino que a pesar de ser el penúltimo por ránking, llegó a disputar la final, donde perdió. "No está a la altura de cualquiera", refuerza Salva.
Pero terminemos por donde empezamos... la tercera pregunta de la entrevista. Aquella que provocó tal reacción de escepticismo en aquellos que todavía no conocían la historia de los Navarro.
P. ¿Qué objetivo tienes ahora, Noé?
R. Nivel internacional. Quiero ver dónde puedo llegar realmente. Si doy mi mejor nivel, creo que las cosas van a llegar.
Ahora conocen su historia. El que dude de que lo conseguirá, que tire la primera piedra.
David de Gustín
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