Al contrario del consenso general, yo sí creo que la moción de censura de Vox y de Tamames ha tenido varios efectos beneficiosos. Primero, lejos de fomentar la antipolítica, ha puesto en valor la política. La guerra cultural de Abascal y las batallitas de Tamames están tan alejadas de la vida cotidiana de los españoles, que Sánchez y Díaz pudieron lucirse ampliamente sólo trayendo el debate al aquí y ahora en España y en el Mundo. En los bares no se habla de Largo Caballero. Tampoco, efectivamente, de Blas Piñar, ni de autocracias absorbentes. Se habla de vivienda, de salarios, de becas, de la penúltima polémica política y de las vacaciones de Semana Santa. Segundo, Vox no engaña. Cualquier intento de blanqueo dura dos minutos. Las mujeres mandan en casa, ahora hay más violaciones que en tiempos de Isabel la Católica y España, en fin, es un imperio chiquitito donde cada vez cabe menos gente. Tercero, el PP no está en condiciones de rechazar a Vox. Ponerse de perfil ante lo que se vio y se escuchó en el Congreso, es avalarlo por omisión. La moción clarificó la doble oferta electoral de este año: Sánchez-Díaz por un lado, Feijóo-Abascal por el otro. Y cuarto y último, Tamames es ya la imagen oficial de aquellos protagonistas de la Transición que le niegan a las siguientes generaciones el derecho a acertar y a equivocarse que ellos sí tuvieron.