La violencia de género contra Lucrezia de Médicis en la nueva y excepcional novela de Maggie O’Farrell
La escritora de Irlanda del Norte vuelve a la ficción histórica destapando la figura de una mujer, Lucrezia de Medicis en ‘Retrato de casada’
La escritora Maggie O’Farrell ha encontrado en la novela histórica la forma de hablar de temas actuales que afectan a la sociedad pero sobre todo a las mujeres. Sus primeros libros eran novelas contemporáneas, incluso no ficción. Pero con Hammet, (Libros del Asteroide) novela que le dio el éxito internacional a esta escrita nacida en Irlanda del Norte, construyó la mujer que había detrás del gran William Shakespeare. El gran dramaturgo de las letras inglesas y sus grandes tragedias que siguen marcando cada historia televisiva o literaria que hoy los escritores crean.
Ahora vuelve a hacer un ejercicio similar en Retrato de casada, una novela donde recrea la vida de Lucrezia de Médicis, obligada a casarse con un duque mucho mayor que ella y muerta en extrañas circunstancias. La versión oficial siempre dijo que murió de fiebres, pero O’Farrell abre la vía a un posible asesinato a manos de ese marido que no obtuvo lo único que quería de esa mujer, descendencia. "Me interesan las historias que se han dejado de lado, a las que no se ha hecho caso. Por ejemplo, el hijo de Shakespeare o Lucrezia, a quienes se consideraban personajes insignificantes de la historia", explica la escritora en una rueda de prensa en Madrid. "Los dos tuvieron una vida muy corta. Al hijo de Shakespeare, de la mayor parte de la gente, lo desconocía completamente y sin él no había escrito Hamlet. Creo que a estos personajes hay que darles voz, volver a descubrirlos, juntarlos", añade.
La novela nos lleva a Florencia, a mediados del siglo XVI y nos sitúa en el palacio del gran duque Cosimo de Medici. Lucrezia es una de las tantas hijas que tuvo, una niña callada, con talento para el dibujo y ajena a la política de esa época, aunque perspicaz a la hora de observar los fastos que se estaban preparando para celebrar la boda de su hermana María con Alfonso d’Este, primogénito del duque de Ferrara. La hermana muere y el duque pide a otra mujer de la familia para su hijo, y esa mujer es Lucrezia, que todavía ni tiene la regla.
Con quince años se celebra una boda contra la voluntad de una menor. El duque, un marido comprensivo, sensible y rico, acaba mostrando su verdadera cara, un político implacable, preocupado por el qué dirán, violento y dictatorial con su mujer y obsesionado con tener descendencia para que ni sus hermanas, ni otros arribistas acaben con su ducado. Retrato de casada es, al fin y al cabo, un retrato deliciosamente escrito sobre el poder y sobre los daños del patriarcado no solo a las mujeres que dejó por el camino, como Lucrezia, sino también a un mundo al que hizo peor.
El proceso de documentación es minucioso y siempre un arma para construir desde la ficción la historia de una mujer, que busca ayuda, sobrevivir y salir adelante y es consciente de estar sufriendo violencia por parte de su marido. "Gran parte de la documentación está en las cartas que se escribían sus padres, Cósimo y Leonor. Él en el dialecto toscano y ella en español. Gran parte de lo que contienen esas cartas es información política de cómo tenían que gobernar y de lo que estaban haciendo. Pero también una gran parte es de la vida doméstica familiar en la casa. En ellas a Lucrezia prácticamente no se la menciona. Sólo hay dos menciones muy breves, una en la que se habla de que es estaba en las nubes todo el día sin concentrarse".
Apenas se conservan imágenes, retratos o textos que puedan acercarnos a la verdad del personaje y de sus circunstancias. Cita la escritora el retrato que firma Alessandro Allori en 1560 y que está en Museo de Arte de Carolina del Norte. De ahí, la importancia de crear un nuevo ángulo, una perspectiva feminista para acercarnos a la historia, escrita además de una manera conmovedora e inteligente. Dice la escritora que fue el poema “Mi última duquesa”, de Robert Browning, evocando al duque de Ferrara contemplando el cuadro de su esposa ya fallecida, lo que motivó el desarrollo de esta historia. Unas Memorias de Adriano de nuestro tiempo.
"Encontré primero el retrato de sino de Lucrezia, que me llamó mucho la atención por la expresión. La mayor parte de los retratos de esta época siempre aparecen como con expresiones un poco neutras y me dio la sensación de que ella parecía preocupada ya en este retrato. Fue como una especie de relámpago que disparó la escritura de esta novela", cuenta Maggie O'Farrell.
La escritora detalla de una manera sutil y magistral las claves de esa época, el renacimiento. Lo hace a través del contexto político y social, el futuro marido está librando una guerra en Francia, por ejemplo, o las luchas entre las distintas ciudades estado italianas. Hay un detalle rico de las comidas, los vestidos y las costumbres que marcan una época. Y está la obsesión de los Médicis por la educación de sus hijos, y también de sus hijas, por aprender idiomas, letras, números, música y arte.
O’Farrell no comienza el relato con un gran acontecimiento, ni la boda, ni la negociación del matrimonio concertado, ni el nacimiento, ni la muerte. La escritora cuenta el momento previo a esa muerta, cuando ella es consciente de que morirá asesinada. La pareja ya está casada y, tras algunas discusiones, el marido la lleva a una fortaleza alejada de la corte con la excusa de que allí se reconciliarán. Ella ya sabe que será asesinada. “La duquesa adivina que la razón del “repentino viaje a un sitio tan solitario” es el asesinato”, escribe la autora para pasar a un monólogo interior a través de un narrador omnisciente, ese que todo lo sabe y todo lo cuenta, para preguntarse cómo lo hará: “¿Un puñal en un pasadizo oscuro? ¿Apretándole la garganta con sus propias manos?”
La estructura de la novela va de ese presente, donde al muerte es acuciante, a la infancia en el palacio de Florencia, al estricta madre de origen español, las escapadas a la cocina, las conversaciones con las criadas, porque Retrato de casada también es una novela sobre la diferencia de clase, sobre la pobreza y el dinero, sobre qué mujeres merecen ser lloradas y cuáles no. "Para mí es muy importante reflejar las diferencias de clase", ha señalado la autora.
Hay una escena en la novela que es quizá la más simbólica de todas. El padre de Lucrezia colecciona animales vivos en el sótano del palacio. Corre el rumor entre la corte de que ha llegado un tigre y la joven Lucrezia ya no puede ni atender las clases de Latín, solo quiere ver a esa fiera de la que todos cuchichean. Cuando el padre la lleva, a ella y a sus hermanos, a ver a la tigresa, Lucrezia no puede evitar sentir la tristeza y la soledad que el propio animal, enjaulado y separado de los suyos, vive en ese palacio. Ser prisionera es eso. Esa tristeza será premonitoria de su futuro inmediato, como mujer casa, con un matrimonio que no era más que un trato económico para su padre y para ella, un paso más de la prostitución que ejercían monarcas y gobernantes. Lucrezia se convirtió en esa tigresa, lejos de su casa, de Florencia y sin nadie que le ayudara. Tan solo una joven criada que acabó peor que ella.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...