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Édouard Louis: "Las personas que reciben ayudas de forma permanente son las de la clase dominante, no las trabajadoras"

El escritor francés regresa con 'Cambiar: método' una novela sobre la venganza de clase y la amistad como arma política en plena crisis francesa

Édouard Louis en Madrid / Asis Ayerbe

Édouard Louis en Madrid

Édouard Louis entró en la literatura francesa como una brisa de aire fresco totalmente revolucionario. Sus novelas rompen eso de la trampa de la diversidad. Para acabar con Eddy Bellegueule (Salamandra, 2015) fue su carta de presentación. Su primera novela inspirada en su propia vida cuando solo tenía 22 años. Con un estilo tragicómico, ligero y profundo al mismo tiempo, con una manera directa de encarar los problemas sociales y políticos, Louis siguió con obras en las que bebía de esa autoficción de Annie Ernaux y del análisis social de maestros y amigos como Didier Eribon. Su relato de la clase obrera, de la burguesía y de las dinámicas sociales actuales son esclarecedores e inteligentes. El machismo, el clasismo, el racismo y la homofobia son las cosas que pretende destruir. Cambiar: método es su nueva novela, que ha publicado ahora en España. Empezó como una novela de venganza y acaba siendo una novela política sobre la amistad, con un futuro de esperanza en un París que ahora mismo está lleno de rabia y de lucha ante las manifestaciones contra la reforma de las pensiones de Macron.

¿Es un libro sobre la venganza de clase?

Creo que es el libro con la sinopsis más simple de todos mis libros, es la historia de un niño al que en la escuela le decían que no era normal, que era gay, que no pertenecía a ese mundo. Cuando lo insultaban, ese niño estaba regurgitando y se dijo a sí mismo: 'Un día voy a huir, me voy de aquí. Un día voy a hacer cosas importantes y serán mi venganza contra este insulto". Partiendo de ahí, el libro narra una odisea de huir del insulto, pero con una dificultad, una paradoja, que es que mientras escribía, me di cuenta de que ya no quería vengarme de la gente de mi infancia, sino que quería vengar a las personas, quería entender a esas personas de las que quería vengarme. Básicamente, el libro cuenta la historia de un movimiento doble: lo que es querer vengarse de la gente y, de repente, querer entenderlos. Hablar de las clases trabajadoras, hablar de aquello de lo que huí es, en cierto modo, la odisea del libro.

El libro habla de la figura masculina, de la herencia del padre, ¿es precisamente esa herencia la que hay que romper para acabar con el machismo?

Exactamente. La vida de mi infancia o la de mi madre estaba completamente estructurada, aplastada por el dominio masculino. Mi padre le dijo a mi madre: 'Quédate en casa, cocina, cuida a los niños, no trabajes porque es el hombre el que gana el dinero'. La violencia masculina fue realmente la fuerza que organizó nuestra vida diaria todo el tiempo, en cada momento, y que nos aplastó casi aún más, incluso más que la violencia de clase. Existe una paradoja de la dominación, lo que significa que hemos podido escapar de esta violencia porque hemos experimentado esta violencia. Y en el fondo, alguien como mi padre, toda esa violencia que ha tenido en su vida, la ha elegido. Él era un hombre, así que bebía mucho alcohol. Él era un hombre, así que hacía cosas peligrosas. Era un hombre, así que no fue a la escuela, porque someterse a la disciplina era algo femenino, para las niñas. Mientras que mi madre, como mujer, nunca pensó que tenía otra opción. Fue mi padre quien le dijo que se quedara en casa. Fue mi padre quien le dijo que no se sacara el carné de conducir. Un día mi madre pudo decir que iba a recuperar lo que la sociedad le robó. Eso es lo que escribí en mi anterior libro. En mis libros, intento describir básicamente este movimiento de dominación, esta complejidad de la dominación que significa que algo que te da poder, en un momento, puede ser algo que te destruye en otro momento. Y hoy en día, tendemos a pensar en la dominación de una manera demasiado simple. Yo escucho a mucha gente decir. El hombre blanco heterosexual, por ejemplo, como categoría política. Pero mi padre hoy en día ya no puede caminar, no puede respirar sin un respirador, porque su cuerpo está destruido por todos los privilegios que tenía. Creo que la literatura debe ahondar en esa complejidad de la dominación.

Hay una escena muy fuerte en el libro, en casa de la familia rica, cuando se trata mal a la criada y el personaje, tú, te quedas callado y eres cómplice con el silencio, ¿es algo que pasa demasiado?

Absolutamente. La violencia de clase produce vergüenza y la vergüenza, produce silencio. Y básicamente, para mí, escribir este libro cambia eso métodos. Me permitió decir todo lo que no podía decir en los momentos de mi vida en los que sentí o experimenté vergüenza. Por ejemplo, cuando llegué por primera vez a ambientes más burgueses donde escuché cosas sobre los pobres, cosas muy violentas, insultantes, como que los pobres no quieren trabajar, solo quieren ir al supermercado. Y cada vez que oía eso, me sentía terriblemente humillado y no podía hacerlo podía hablar. Y en ese momento, el espacio literario es un contraespacio contra este sentimiento de vergüenza. No puedes ser fuerte ante la vergüenza. Es muy y no es fácil deshacerla de inmediato. Hay una escena en un libro de Jean Genet que es magnífica, en la que un personaje llamado Divine, un personaje travesti que da espectáculos todas las noches y es una especie de deidad en ese París. Todos los gais la admiran y está orgullosa de ello. Una noche, ella escena camina por Montmartre para volver a casa y alguien le grita que es gay en la calle y aparece la vergüenza de ser un maricón, alguien a quien se le puede insultar en la calle. Decir que no debemos avergonzarnos no es suficiente para no sentirnos avergonzados, porque la vergüenza está escrita en nuestros cuerpos y está escrita en nuestros seres queridos. No es la cabeza la que decide, es el cuerpo el que decide la vergüenza. Y eso es extremadamente difícil de controlar.

También hablas de la amistad, de la amistad a tres, ¿es algo con lo que luchar contra el patriarcado?

La amistad para mi es el espacio en el que me he transformado por completo. La amistad es lo que me permitió liberarme, escapar, huir de mi familia, huir de mi pasado, inventarme de otra manera. Y eso es lo que describo en el libro, que es la historia de una sucesión de amistades que llegaron y me transformaron. Y quizás te preguntes por qué la amistad no desempeña un papel más importante en la vida de las personas que nos rodean. La gente de repente se da por vencida, comienza una relación, tiene hijos, forma una familia. Se van a una casa en el campo y se tiene la impresión de que la amistad transformadora solo puede durar un tiempo en la adolescencia. Y después de eso, nos estabilizamos con la familia, con los niños. Lo que me interesa es hacer de la amistad un programa político. ¿Cómo podríamos convertirlo en un estilo de vida diario? Yo vivo así así, así es como decidí vivir. Vivo con mis amigos, vivo para mis amigos y No quiero aceptar la idea de que el poder transformador de la amistad tenga que terminar en algún momento. No quiero que el poder transformador de la amistad se convierta en un recuerdo, como lo es para muchas personas que me rodean. Muchas personas heterosexuales en particular, que se han visto obligadas por la sociedad a encerrarse en el modelo familiar en algún momento. Y es cierto que Cambiar: método también es un gran manifiesto sobre la amistad.

Aparece también, igual que en tus anteriores novelas, la idea de la meritocracia y es curioso, de alguna manera, eres un producto de la meritocracia, siendo consciente de que la meritocracia no existe, ¿cómo llevas esa contradicción?

El libro intenta destruir por completo esta idea de meritocracia. Cuando llegué a las clases dominantes, cuando llegué a entornos más burgueses, cuando empecé a estudiar, cuando fui a París, me di cuenta de que todas las personas socialmente exitosas, que eran percibidas como personas socialmente exitosas, tenían éxito no por méritos propios, sino porque habían nacido en el lugar correcto, en la clase social correcta, en el momento correcto. Es algo que se escucha mucho en el discurso conservador y ultraconservador. Sigue existiendo la idea de que se ayuda demasiado a las clases trabajadoras. Siempre escuchamos posturas políticas conservadoras que dicen que hay que dejar de dar prestaciones sociales, mientras que me he dado cuenta de que las personas que están permanentemente recibiendo ayudas son de hecho la clase dominante, a quienes les damos capital cultural, capital escolar, las llevamos al teatro, les damos libros para que luego sea mucho más fácil arreglárselas en el sistema escolar y en la sociedad les da una y otra vez cosas. Entonces, cuando las personas tienen éxito, no es por sus méritos, sino a través de dinámicas sociales. Para mí, transformarme significaba ser consciente de todas las mentiras que nos rodean todos los días, sobre el mérito, sobre cómo triunfar. De hecho, todo lo que escuchamos es falso y basta con haber vivido en los dos lados del mundo social, del lado de los dominados y del lado de los dominantes, para ver hasta qué punto todo lo que escuchamos sobre la sociedad es una mentira que mantiene el mundo como está.

Tú cambias la descripción de la clase trabajadora, igual que hizo Didier Eribon en Regreso a Reims, es un retrato a veces doloroso, que muestra el clasismo, machismo y homofobia de los trabajadores, frente al relato quizá más buenista que nos ha dado el cine

Cuando empecé a escribir, tuve la impresión de que muy a menudo, la forma en que la gente describía, la forma en que veía la descripción de la clase trabajadora en la literatura, el cine o los medios de comunicación, era otra forma de no hablar de ellas. A veces, hay situaciones en las que, cuando hablas de las personas, las haces aún más invisibles, porque creas una imagen tan falsa de quiénes son que te permite no hablar de ellas. La forma en que los artistas o los periodistas hablaban de las clases trabajadoras seguía muy el mismo modelo que el colonialismo, que veía a los pueblos colonizados como salvajes, violentos y malvados, o como personas auténticas. Esa percepción colonial es la misma que encontramos en el análisis de clase. Leemos o vemos cosas sobre las clases trabajadoras en las que son horribles, crueles, violentas o en las que son auténticas, verdaderas, que luchan contra la burguesía. La idea es escapar de esas dos alternativas que siguen estructurando totalmente la percepción de las clases populares, con algunas excepciones de personas mucho más parecidas a ellas, como Ken Loach o los hermanos Dardenne. Incluso hoy, esta doble alternativa, colonialista y clasista, sigue rondando la forma en que hablamos de las clases populares. Intento mostrar a personas que son al mismo tiempo generosas y violentas, solidarias y antisemitas, hermosas y mostrar que todo esto también forma parte del mismo proceso.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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