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Opinión

Los juguetes pedían calle

"Mi madre era la Johann Sebastian Bach de los retales pisando el pedal grande de aquel órgano barroco hecho de palanquitas y canillas"

Los juguetes pedían calle

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Madrid

Cuando no conoces a los hombres, ni comprendes los ríos (perdón por citar a Cernuda), a uno le quedan los cacharros, las cosas que fue y que vio. Una pequeña plancha de hierro, con la que se allanó tanta ropa de antes. ¿Qué tejidos eran? Quizá pana, pero no la pana de la Transición, hecha de libros y de carteles electorales. Me refiero a pantalones de pana, sujetos, no importa, con un cordel, una pana del color de la tierra. La tierra con caballones como cejas inmensas de Brézhnev recorriendo los bancales. Pana y franela vivas de gente, de familias desperdigadas que atravesaban su ruta de la seda sin retorno. Los objetos sin patria. La silla con el culo de enea, en el exilio del balcón. Pero yo me iba haciendo a otros objetos hasta entonces nunca vistos. Una cámara de fotos de juguete con un muñeco que sacaba la lengua. Y el ruido instantáneo de su muelle. Las bromas tienen ese sonido ridículo. Y, de fondo, el oleaje de la máquina de coser Refrey, de color verde. Mi madre era la Johann Sebastian Bach de los retales pisando el pedal grande de aquel órgano barroco hecho de palanquitas y canillas. Con aquella cámara de fotos que disparaba la cara de un cerdito, o de un payaso, o de un tipo raro, iba a retratar yo a mi poeta futuro (otra vez Cernuda), es decir, que me adentraba en lo que no existe, porque esas fotos nunca se hacían. Pero la realidad importaba más que el realismo. Era yo más contemporáneo entonces, teniendo sólo una cosa, que hoy haciendo zaping de series. Ahora todo es cultura; pero, cuando éramos pobres, cultura sólo era leer. El paracaidista que llevaba el paracaídas de plástico en un agujero de la espalda, y descendía cabrilleando como una luz floja. Los juguetes pedían calle, y quedaban perdidos entre las hierbas.

 
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