La alquimia para volver a ser la novela más vendida se traslada a Venecia

Venecia

Dejamos atrás los tópicos porque en la Venecia de esta novela no hay turistas. La imponente arquitectura de esta mágica ciudad es un actor secundario porque la trama que atraviesa las 383 páginas del libro está habitada por leyendas, algunas recogidas de la tradición más remota de los venecianos que guardan esas fabulaciones como tesoros. Uno de los guías que recorren la ciudad nos cuenta que en este lugar donde el sentido del pecado es muy profundo "cada uno de nosotros somos del diablo. A lo mejor el diablo es el santo más santo"...y además, está por todas partes.

Vendetta traversa

En una ciudad donde no existe el tráfico rodado, ni siquiera bicis o patinetes, y las máscaras te miran desde cada escaparate, las leyendas circulan sin control. Muchos de los puentes que salvan los canales guardan el alma de alguien que se entregó al mal o que fue vendido. Y esa tradición oral atraviesa la médula de este thriller mezclada con otros mitos que son producto de la imaginación de Saenz de Urturi: "todas las leyendas del puente de Rialto con el diablo, la del puente de Torcelo con el diablo están en la tradición y luego hay una parte que es propiedad de mi ficción, es decir, la vendetta traversa o la ruleta veneciana son ficciones que me he inventado yo y me gusta mucho que quien se ha leído hasta ahora la novela no diferencien entre las que son reales y las que son inventadas. Eso es muy bueno. Eso es que he he hecho bien mi trabajo, que he fabulado bien", concluye.

En esta fábula la autora ha elegido la venganza como motor del relato. La vendetta va recorriendo los distintos escenarios de la novela: la plaza de San Marcos -la más bonita del mundo, subraya Saenz de Urturi-, la casa de la madre del protagonista -inspirada en una vivienda real junto al puente de la Academia, el mercado y el punte de Rialto o la Librería Acua Alta.

Doble trama, doble escenario

La nueva entrega de la saga Kraken combina la primera y la segunda persona en la narración. Esa segunda persona interpela al lector de manera especial pero tiene efectos secundarios y todos son para la autora: "la segunda persona es muy difícil de escribir, -connfiesa la autora -, muy difícil de mantener porque luego se te queda el cerebro en la segunda persona. Mentalmente te agota mucho. Los días que escribía desde el punto de vista de Ítaca yo me quedaba pensando en segunda persona. Se te quedaba esa voz. El cerebro se te fatiga mucho. Acababa agotada" .

El libro desarrolla una doble trama, un doble escenario. Es un continuo salto en el tiempo entre dos inviernos. Uno localizado en los años 90. El segundo, rozando la actualidad.

La banda sonora del libro

Para la SER, Eva García Sáenz de Urturi identifica la música que marcarían las coordenadas vitales del personaje principal de la saga, de Kraken: el Lau teilatu de la banda de rock vasca Itoiz; probablemente una de las canciones más populares en euskera. El investigador comparte en esta novela el protagonismo con us madre, con Ítaca, una falsificadora de obras de arte, nómada, con altas capacidades y con una banda sonora completamente distinta. Ella vive al ritmo de cualquier tema del compositor italiano Ludovico Einaudi.

Los saltos en el tiempo entre esos inviernos separados por décadas se van sucediendo, los giros también. La escritora recupera personajes de otras entregas lo suficientemente desdibujados para evitar el spoiler. Lo suficientemente plasmados para que su presencia impregne el relato de manera vital o letal: "si alguien no ha leído las entregas anteriores se pierde la parte más personal porque todas las investigaciones criminales de cada novela son autoconclusivas". Saénz de Urturi aclara "Es muy difícil resumir sin destripar novelas anteriores".

Las series tienen esa pleitesía -confiesa- cada vez se complican más y esta saga va por la quinta entrega. Nos quedan unas últimas notas musicales, las que que según Saenz de Urturi identificarían al Angel de la Ciudad, el misterioso personaje que da título a la obra y del que no se sabe apenas nada ni se sabrá hasta el final de la novela. Es Time de Hans Zimmer; ese magnético tema que acompañaba las imágenes de la película Origen.