¿A quién votará toda esta gente?

Madrid

Una estupenda forma de invertir el tiempo consiste en mirar. No es algo que haga una solo cuando se asoma a la ventana, aunque también esto puede resultar muy excitante. Hace unos días, sin moverme de casa, vi simultáneamente a unos sanitarios introducir a una ciudadana en una ambulancia. Ambulancia atravesada en la calle, porque le impedía aparcar un coche-grúa que estaba llevándose un vehículo mal situado.

Al mismo tiempo, dos monjas, ataviadas a lo clásico, salían de la delicatesen de enfrente con un carrito de la compra, y un peón de la obra interminable que ocupa gran parte de mi acera se dirigía al mingitorio portátil habilitado junto a mi entrada.

Si bien el espectáculo había valido la pena, no tuve suficiente, y salí, y seguí mirando. A los jóvenes que caminan con audacia sin mirar más que al móvil; a los viejecitos que usan bastones de esquí para parecer vacilantes molones; a las parejas de me da lo mismo el sexo, que se agarran por entre el top y el pantalón: y a los empleados que fuman a hurtadillas, al tipo que echa flus-flus con aroma de rosas a las plantas de su floristería. Y a tantos más.

Caminé y caminé, y miré y miré. Y me pareció fantástica nuestra diversidad. Luego, pensé. Y me hice una pregunta: Carajo, ¿a quién votará toda esta gente? Entonces me entraron ganas de cerrar los ojos, pero el semáforo ya estaba en verde.