Un conjunto tan ecléctico como atractivo de obras nuevas o inéditas del artista chino Ai Weiwei componen una ambiciosa muestra en el Museo del Diseño de Londres titulada Ai Weiwei: Making Sense. Su relación personal con la transformación industrial y arquitectónica del paisaje chino, su propia historia de exilio y su fascinación por coleccionar objetos que otras personas desechan centran la exposición, la mayor en ocho años en el Reino Unido. La muestra, abierta entre el 7 de abril y el 30 de julio, se organiza en cinco «áreas expansivas» variadas y unidas entre sí como en una explosión creativa. Naturaleza muerta ordena armónicamente 1.600 herramientas de finales de la Edad de Piedra recopiladas durante años por Ai Weiwei, en un recordatorio de que «el diseño» tiene sus raíces en la supervivencia. Miles de fragmentos de sus esculturas de porcelana destruidas cuando el Estado chino derrocó su estudio en 2018 forman otro espacio, junto a unos 200.000 pitorros procedentes de teteras de porcelana hechas a mano en la dinastía Song (960-1279). De esa misma época son miles de bolitas de cañón también de porcelana extendidas como una alfombra especialmente para esta muestra, mientras que otra de las zonas expone piezas de Lego que el artista recibió de sus simpatizantes después de que la empresa dejara de proporcionárselas en 2014, a raíz de unos retratos que hizo de prisioneros políticos. Otra de las obras que despiertan interés son dos grandes serpientes elaboradas con mochilas y chalecos salvavidas, dedicadas a las víctimas de la crisis de refugiados en Europa y las del terremoto de Sichuan de 2008 en China. Además, ocupando toda una pared, figura su versión en Lego de Los nenúfares del impresionista francés Claude Monet, con una parte oscura a la derecha que representa la entrada de la cueva en la que vivió con su padre, el poeta Ai Qing, como exiliados forzosos en Xinjiang en los años 60. Ai Weiwei admitió que esta dura experiencia en su infancia se incorpora en su narrativa artística y explica, dice, que no tenga «una idea fija de lo que es un hogar». «Me traslado tranquilamente de un lugar a otro fuera de China», contó, al revelar que ahora vive en Portugal tras haber residido en el Reino Unido, Alemania y Estados Unidos. A su país volvería si no le quitan «sus libertades personales», afirmó. «Soy un forastero, es un hecho», reconoció, al ser preguntado sobre su aparente desarraigo. Pero añadió: «Aunque en la Tierra, nadie es forastero».