Beatriz Flamini ha vuelto a ver la luz del sol después de 500 días en un cueva en la localidad granadina de Motril. Su experiencia forma parte de un experimento científico en el que están involucrados el Grupo de Actividades Espeleológicas de Motril y las universidades de Granada y Almería, que estudiarán ahora cómo afecta la ausencia de luz natural y el aislamiento a nivel neurológico y emocional. Tras salir de la cueva, la alpinista ha resumido la experiencia como «excelente, insuperable» y ha agradecido a la prensa su presencia, pero ha pedido tiempo para darse una ducha tras «año y medio sin tocar el agua» y les ha emplazado a una rueda de prensa posterior. Pero la realidad es que, tras salir, ha sido atendida por un sanitario y una psicóloga deportiva y ha ido directamente a esa comparecencia. Allí ha reconocido que sigue «anclada en el 21 de noviembre del 2021», el día que entró en la cueva: «No sé lo que ha pasado en el mundo». Cuando llegó el día 65 de su cuenta (que no tiene por qué corresponderse con el tiempo real, ya que ella no tenía reloj), perdió la noción del tiempo por completo: «Tuve que dejar de contar y ya pedí la percepción temporal», ha explicado. Cuenta que ha vivido «muchos momentos difíciles y muy bonitos y que ambos son los que han hecho que cumpla los 500 días». El momento más difícil tiene que ver con una invasión de moscas en el interior de la cueva: «Entraron, empezaron a poner las larvas, yo no lo controlé y me vi envuelta en moscas», explicaba. Pero Flamini ha querido destacar en todo momento que ha sido una buena experiencia y que en todo momento pensaba que estaba donde quería estar: «Tienes un sueño y lo consigues, ¿qué haces? ¿te vas a poner a llorar?» Se siente muy satisfecha« y dice que se ha quedado »muy a gusto« con esta experiencia: »Me he llevado muy bien conmigo misma. No ha pensado ninguna vez en abandonar y de hecho no quería salir, ha dicho rotunda. La propia Beatriz se ha grabado a sí misma durante este tiempo dentro de la cueva y esos han sido los únicos momentos en los que ha hablado en esos 500 días. Eso sí, ha reconocido que «de vez en cuando se oían alaridos porque la cueva está llena de agujeros y cuando se caía algo lo perdía». Ha contado también que ha sufrido alucinaciones auditivas: «Estás en silencio y el cerebro se lo inventa». Por lo demás, asegura no notar ninguna secuela de su aislamiento: «Los primeros chequeos que me han hecho no hay nada en mí de lo que se ha escrito». Flamini tiene ya otro proyecto en mente del que no puede hablar para el que esta experiencia ha sido un entrenamiento. La alpinista desconoce por completo lo que ha ocurrido en el mundo desde aquel 21 de noviembre de 2021 pero cuenta que lo único que le ha interesado durante este tiempo ha sido saber cómo estaba el equipo del proyecto. Cuando este jueves por la noche le contaron que hoy saldría, le pillaron dormitando y pensaba que iban a decirle que tenía que salir porque había ocurrido algo. No esperaba salir ya de la cueva porque en sus cuentas, llevaba «entre 160-170 días». Flamini no tenía una rutina marcada sino que hacía lo que le apetecía en cada momento. Ha dedicado sus días a «comer, leer, tejer, escribir mucho, proyectar, elaborar nuevos proyectos». Cree que el rasgo clave de su personalidad para poder llevar a cabo este experimento es «la coherencia» y tiene claro que «para hacer algo así tienes que tener un equilibrio y una fortaleza mental y para lograrlo, tienes que mantenerte sana y nutrida»: «Si tu comes, tienes la tripa calentita tu mente funciona», resume. Estar nutrida era tan importante para ella que pidió una báscula y le regalaron una «súper bonita». Otras sorpresas agradables que encontró en ese punto de intercambio donde le dejaban la comida fueron «unos aguacates y unos huevos de unas gallinas» pero en cambio se quedó con las ganas del pollo asado con patatas que se le antojó un día.