Ser 'trecemesino'
El colaborador de 'El Faro' Antonio Lucas reconoce en el programa dedicado al número 13 que es muy supersticioso
Ser 'trecemesino'
Con el número 13 siento un escalofrío. Soy supersticioso. Creo en esas cosas. Piso baldosas impares por la calle, intento no poner un pie en las tapaderas de las alcantarillas y si un gato negro se cruza delante de mí de izquierda a derecha regreso a casa y me amortajo en la cama. Es una confesión que estoy haciendo ahora con un pudor 'trecemesino'. Porque los 'trecemesinos' nos reconocemos. Sabemos, nada más vernos, que somos parte de la tribu. Yo he visto gente de un paso elegantísimo andar raro en algunas aceras, y sé porqué lo hacen.
El poeta Francisco Brines, premio Cervantes, era un sabio del horóscopo. Creía en esas cosas. Y si le preguntabas te daba una lección magistral de astros que suben y bajan y de constelaciones que pueden incendiar el mundo si se rozan con otras. Esto se lo he escuchado decir en alguna madrugada de los años 90, incluso 2000, en Madrid. Yo no llego tan lejos, pero tampoco me gustaba tomarme eso a broma. Todo esto viene porque para un supersticioso e hipocondríaco invocar el número 13 exige de una fortaleza que uno no siempre tiene. Recuerdo aquel verso del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal: "Y una especie de superstición flotaba en todas partes". Porque quien más, quién menos, tiene su 13 en la vida, y su gato negro, y su espejo roto, y su salero volcado.
Ser supersticioso es algo muy íntimo. Antes es más fácil que alguien te diga lo que vota, o si cree o no cree en dioses, o si ha sido infiel a su marido o su mujer, que reconocer que es supersticioso. Doy ejemplos raros: Nunca ha podido saberse por qué Jonathan Swift, el celebrado autor de Los viajes de Gulliver, gustaba vestir totalmente de negro el día de su cumpleaños, ni por qué quienes han intentado escribir una biografía de Honorato de Balzac han muerto antes de concluirla. En todo esto hay literatura. Mucha literatura. Pero qué superstición no lo es.