Fruto extraño
"Tendemos a olvidar lo esencial: quienes linchaban a los negros siguen ahí, con las mismas ideas y la misma rabia. Y ahora tienen a quién votar"
Fruto extraño
No hay una canción más hermosa y más amarga que “Strange fruit”. Fruto extraño. La compuso un maestro de escuela, Abel Meeropol. Billie Holiday la cantó por primera vez en 1939, en un club de Nueva York. “Los árboles del sur cargan con un fruto extraño”, comienza la letra. “Sangre en las hojas y sangre en la raíz. Cuerpos negros balanceándose en la brisa sureña. Un fruto extraño cuelga de los chopos”.
La audiencia quedó horrorizada. Nadie quería escuchar esa canción.
Nos parece que los linchamientos racistas en Estados Unidos quedan muy atrás en el tiempo, que fueron una cosa del sur que ya pasó a la historia. No es así. En los años 40, 50 y 60 del siglo XX hubo muchos linchamientos. No terminaron entonces, por supuesto. El más reciente es de 2020, en Georgia. Ocurre que a partir de los años 70 los linchadores empezaron a ser condenados. Antes no. Muchos de los que cometieron esos crímenes siguen vivos, tan campantes.
Para explicar un fenómeno tan esotérico como el de Donald Trump y el trumpismo recurrimos a las redes sociales, al populismo, a la desindustrialización y otros factores sin duda relevantes. Pero tendemos a olvidar lo esencial: quienes linchaban a los negros siguen ahí, con las mismas ideas y la misma rabia. Y ahora tienen a quién votar.
Siguen ahí, como dice la canción, “la escena pastoral del sur galante, los ojos fuera de sus órbitas y la boca torcida, el aroma de la magnolia, dulce y fresco, y el súbito olor a carne quemada”.