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"Arraso con todo por ir detrás de él": excels interminables, turnos imposibles y un presupuesto ingobernable, la cara B del movimiento fan

Los seguidores más fanáticos sacrifican muchos aspectos de su vida personal para no perderse nada de su artista o grupo favorito

Imagen recurso de un concierto. / Jason Cabana / EyeEm

Madrid

Tan solo tenía 13 años cuando Alicia Fernández (44 años, Madrid) le conoció por primera vez. Fue una cita en contra de su voluntad. "A mis padres les habían regalado las entradas para el concierto y me llevaron a rastras porque no quería ir". Pronto, como si de un hechizo se tratara, algo cambió en ella. "Cuando vi a Alejando Sanz salir me quedé completamente alucinada y ya desde ese día me he convertido en este bicho sanzero —así se llaman sus fans— que soy hasta el día de hoy". Lleva más de treinta años siguiéndole allá donde va, sacrificando tiempo, familia, trabajo y, especialmente, dinero. Pero todo el esfuerzo le acaba compensando. "Cuando se acerca, te mira y te sonríe es como si me recargase la batería", confiesa emocionada. Su sentimiento no es único. Le pasa a Armando, con Manuel Carrasco, a Virginia, con David Bisbal, a Raquel, con Pablo Alborán, y a otros miles de personas alrededor del mundo con diferentes artistas.

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El fenómeno fan engloba a aquellos individuos que sienten sentimientos de familiaridad y devoción hacia desconocidos. El movimiento, tal y como se conoce actualmente, comenzó a fraguarse especialmente en el siglo pasado, con la irrupción de grupos como The Beatles o artistas como Elvis Presley, quienes congregaron a miles de seguidores, con una importante presencia mediática. Las personas que se consideran fanáticas de un cantante o banda comparten una serie de características que les acaban uniendo entre sí. Algo que esta misma semana se ha visto en Barcelona, donde este viernes actúa Bruce Springsteen y por el que sus fans llevan días acampanado en la calle. Asistir a un concierto es solo la punta del iceberg de una realidad que únicamente conocen los que forman parte de ella. Seguir incondicionalmente a un artista son las largas horas haciendo cola bajo el sol o la lluvia, los viajes improvisados, los desplazamientos en coches que suman cientos de kilómetros... También es una historia con decepciones, envidias e incluso tensiones en el seno familiar.

Colas infinitas para ser los primeros

Los padres de Alicia se arrepienten mucho de haberla llevado a ese primer concierto de Alejandro Sanz porque ya nada volvió a ser como antes. "Mi vida gira mucho alrededor de la suya y cuando va a hacer algo, la verdad es que lo dejo todo y salgo corriendo sin mirar nada, ni las consecuencias. O sea, arraso con toda la vida por ir detrás de él, entonces mi padre no lo lleva muy bien", confiesa. Con dejar todo, Alicia se refiere literalmente a eso, no exagera ni un ápice. Por ejemplo, han sido varias las veces que ha echado la persiana de su negocio —una sala recreativa para niños— para desplazarse a otra ciudad a ver un evento del cantante madrileño.

Generalmente intenta ir a todos los conciertos cuando hay gira. Ha llegado a ir a 30 en un mismo año porque, para ella, no hay ninguno igual. "Yo sí noto la diferencia de un concierto a otro, quizá porque observo muchísimo todo y con uno hay cosas que me pierdo. Entonces necesito ir a más y hasta que no lo saboreo bien, lo mastico y lo remastico y digo 'vale, ahora ya sí lo he visto todo'". Además de esto, Alicia sigue a Alejandro Sanz en otros eventos. Ha ido de público a entrevistas de radio y a programas en los que participaba o a buscarle y esperarle durante horas en los hoteles en los que se aloja.

Alicia forma parte del Fan Club Más, donde se agrupan más de 1.300 seguidores de Sanz, convirtiéndose en el más mayoritario de los 209 que tiene. Como miembro del club, una de sus misiones es organizar la cola de cada uno de los conciertos, una tarea que considera la más importante y que comienza a preparar un mes. Su trabajo consiste en coordinar a todos los asistentes que van a ir y que quieren estar lo más cerca posible del escenario. En algunas ocasiones, han estado esperando en la calle hasta una semana para ser los primeros en entrar.

"Me van diciendo un poco su disponibilidad y con una tabla excel voy creando lo que es la cola, el orden. Se hacen turnos de ocho horas, mañana, tarde, noche, y cuesta mucho trabajo organizar eso. Las hago dependiendo de nuestras vidas, trabajos, hijos... porque la mayoría tenemos niños, entonces cuesta un poco hacerlo, pero al final siempre me quedan perfectas", explica. De hecho, en el último concierto de Sanz en el estadio Metropolitano en Madrid, Alicia pisó la primera el suelo del recinto, algo que le enorgullece. Atrás quedaban días de espera, de acampada de ocho horas diarias, durmiendo en tiendas de campaña.

A veces el tiempo les hace la espera amena, pero no siempre ha pasado así. "En la gira de Sirope hubo dos conciertos en diciembre y en los dos días nos estuvo lloviendo. Metimos las tiendas de campaña lo más pegado a los cristales del WiZink. Pusimos un montón de cartones de base debajo de la tienda, luego una manta gorda, el colchón inflado, sacos de dormir y fundas nórdicas. Y, bueno, fue terrible, un frío que hacía. Lo pasamos un poquillo mal, pero se hizo".

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Tres días en México, tres conciertos

A las colas interminables también está acostumbrado Armando Salas, seguidor de Manuel Carrasco. Ha llegado a estar casi una semana a la intemperie, en pleno verano sevillano, para tener el honor de ser el primero en entrar al estadio de La Cartuja. Y no es la única locura que ha hecho por él. Además de asistir a prácticamente todos los conciertos de sus giras, este joven fotógrafo, de 28 años, se ha cruzado el charco hasta en dos ocasiones solo para ir a verle. Hace pocas semanas se marchaba a Nueva York con un grupo de amigas para asistir a un concierto. Y en 2020 fue aún peor. Organizó con apenas dos meses de antelación un viaje a México de tres días para asistir a tres actuaciones en ciudades distintas.

"La locura más grande ha sido México. Fui solo con una amiga, nada más que dos personas. Fuimos a Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara. Aquello fue un concierto y al día siguiente por la mañana en un avión a otra ciudad. Fue así durante tres días y no nos quedamos más tiempo porque teníamos que trabajar". Su empleo como fotógrafo freelance le permite hacer este tipo de excesos. Generalmente intenta acumular más tareas en épocas en las que no hay eventos de Carrasco a la vista, porque luego basa su vida, sus viajes, sus vacaciones, en función de las giras del artista onubense.

Para él es un placer ir a los conciertos de Manuel Carrasco. No solo por la actuación en sí, sino por todo lo que conlleva. "Ya es viajar, conocer sitios... El concierto es como la guinda del pastel". Y, sobre todo, de toda esta afición se queda con las amistades que ha hecho por el camino. A su mejor amiga la conoció en un espectáculo en el Palau Sant Jordi, de Barcelona. Lo mismo le ocurre a Alicia. La mayoría de sus relaciones personales más sinceras las ha forjado entre los seguidores de Alejandro Sanz, personas que ha conocido a lo largo de estos años y con las que comparte su mayor pasión. "Es superbonito saber que ellas están sintiendo lo mismo que yo. Eso no tiene precio".

Mejor no pensar en el gasto

La experiencia, a nivel sentimental, no tiene precio, pero, bajando a lo terrenal, sí un alto coste. El año pasado Alicia solo pudo ir a cinco conciertos de Sanz. Antes iba a todos, sin embargo, ahora el importe de las entradas es más elevado que antaño y ella siempre las compra en primera fila, por lo que suben todavía más. En solo esos cinco pases, se ha gastado 1.000 euros, sin contar los hoteles, desplazamientos y otros gastos imprevistos. Armando ni siquiera quiere echar cuentas. El reciente viaje a Nueva York, aunque luego lo aprovechó para hacer turismo, le ha costado bastante dinero. De media, una entrada para Manuel Carrasco vale en torno a 60 euros y en ciudades como Madrid o Sevilla subían hasta los 110. En total, en la gira anterior Armando fue a 19 de 19 conciertos.

La manera que habitualmente tiene para ahorrar es planificar los viajes con mucho tiempo y siempre que puede desplazarse en coche compartido, reservar hoteles económicos o incluso quedarse en casa de alguno de sus amigos en caso de que la actuación se haga en su ciudad. Seguir fielmente a un artista es una afición cara, no apta para todo el mundo. Raquel tiene 45 años y se encuentra actualmente en el paro. Ella es fan de Pablo Alborán desde que irrumpió en el panorama musical con su tema Solamente tú, a finales de 2010. "Le vi y me enamoró su voz. Escucharle fue una manera de conocer la magia que tiene él", recuerda. Sin embargo, no puede permitirse ir a todos los conciertos por su situación económica. Aun así, siempre intenta ahorrar para ir a todos los que puede. Este año ya tiene tres entradas y no descarta hacerse con alguna más.

Esta afición a todos ellos le ha causado en algún momento tensiones a nivel familiar. Los padres de Alicia lamentan haberle introducido en el mundo de Sanz al ver todo lo que su hija sacrifica por él. En cambio, su marido y padre de sus dos hijos lo acepta porque sabe lo vital que es para ella. A la pareja de Raquel, en cambio, le sucede lo contrario. "Lo lleva muy mal, no le hace gracia que yo estoy siguiendo a un famoso, a una persona, en plan gastar dinero, pero si me hace feliz es lo que importa". Y similar le ocurre a Virginia Beltrán, de 43 años y fan de David Bisbal. "No tienen más remedio que aguantarse. Saben que soy muy fan y que lo sigo desde siempre. Lo saben mis hijos, desde pequeñitos y mi pareja desde que me conoce", apostilla.

El gasto económico y los problemas de conciliación es la cara B de un oasis para los más fanáticos, pero también hay otras problemáticas que se generan dentro del movimiento."Desgraciadamente tiene cosas muy feas. Yo he llorado mucho. En el mundo fan, en general, hay mucha envidia y personas que crees que son amigas, por intentar conseguir más o tener mejor sitio, a veces te fallan y te llevas muchas decepciones, puñaladas. Es duro ver como alguien es capaz de pisotearte con tal de estar más cerca de Alejandro", explica con pesar Alicia.

Con sus sombras y especialmente con sus luces, estos cuatro aficionados, ejemplo de los millones que existen en todo el mundo, están orgullosos de lo que son. Su pasión le ha regalado momentos inolvidables, maletas cargadas de recuerdos y una familia, de las que se eligen, con las que pueden ser más ellos mismos que en cualquier otro lugar. "Las personas que no sienten ese mismo tipo de fanatismo llega un momento en que no nos entienden y nos dicen 'pero si es lo mismo, si ya has ido a uno'. Da igual, aunque se cante lo mismo, no es lo igual porque te pasan cosas diferentes. Es lo que te ríes, lo que disfrutas, momentos en que no paras de llorar... Es la vivencia con las personas", lo verbaliza Virginia y lo suscriben todos los demás.

El 'yoísmo', las redes sociales y el fenómeno fan

Minerva Marcos López

Periodista en la sección digital de la SER. Antes...