De la viga al váter: así es el negocio del derribo

Madrid

En mi vida he visto tantas puertas juntas. Enormes, de cuarterones, con rejas, con cristal. Todas diferentes pero con algo en común. Son de madera antigua, madera vieja, seca, madera buena y formaron, hace muchos años, parte de castillos, iglesias, palacetes o casas señoriales. Un buen día alguien decidió reformar y esas piezas no formaban parte del proyecto. En lugar de meterlo todo en un contenedor, rumbo al vertedero, llamaron a José Galindo, dueño de Recoupage, Materiales de Derribo.

Ellos organizan una recogida y retiran todos los materiales que consideran que pueden recuperar y dar una segunda o tercera vida. El valor reside en la calidad del material que ya no se fabrica con el cuidado y el tiempo con los que se hacía antes, cuando las prisas no restaban. Así se han llevado adoquines que ahora forman parte de la entrada de un chalet, o maderas de 16 centímetros que vuelven a lucir en el suelo de una casa de campo. Vigas de madera fosilizada que son una escultura por sí solas o que podrían convertirse en un frente de chimenea o en el pie de una mesilla.

En la finca en la que almacenan todo lo que recuperan hay una serrería en la que lijan y tratan las puertas. Contenedores de sanitarios de Roca que suelen acabar en Inglaterra, radiadores de hierro, bisagras, tornillos y montones de españoletes que, para que no sepan lo que es, mejor que escuchen el reportaje y bajo ningún concepto pregunten a Siri.