Catalina Bárcena fue mucho más que "la otra"
La historia del triángulo profesional y sentimental entre Gregorio Martínez Sierra, María Lejárraga y Catalina Bárcena y de cómo el relato ha ocultado y dejado en mal lugar a la que fue la actriz más revolucionaria, interpretativamente, del siglo XX
El viaje de ida | Catalina Bárcena, la gran estrella del teatro español de la edad de plata
Madrid
"Catalina Bárcena: voz y rostro de la Edad de Plata " (Bala Perdida) es el título de la biografía de Catalina Bárcena escrito por Alba Gómez y Julio Checa. No es un libro justiciero, sino un texto que saca a la luz la historia de la actriz más importante del pasado siglo, junto a María Guerrero y Margarita Xirgu. En su forma de estar encima del escenario, cuenta Checa, "hay una total transformación del estilo interpretativo, y no solo del modo de declamar, también de la forma de moverse y en el gesto". Quizás tiene que ver porque en las primeras propuestas escénicas del Teatro del Arte de los Martínez Sierra tiene mucha fuerza la pantomima. Catalina enamoraba con su voz y movimientos, pero también por sus vestidos. Se convirtió en una imagen de marca para todos los grandes diseñadores del mundo y para el público del Teatro Eslava "que acudía a ver sus vestidos" apunta Alba Gómez.
Catalina Bárcena era la gran estrella para la que escribía y dirigía el matrimonio de Gregorio Martínez Sierra y María Lejárraga. Pero no solo ellos trabajaban para ella, todos los grandes autores del momento ven en la actriz la posibilidad de hacer brillar sus textos. Los hermanos Álvarez Quintero, Carlos Arniches y hasta Federico García Lorca quele dedica incluso un poema a su voz. El Teatro del Arte fue desde 1916 hasta 1930 la compañía con una mayor producción teatral del país. Giraron por España, triunfaron en París y en las giras americanas se salían, sobre todo, en México, Nueva York y La Habana.
Cuba era la patria chica de Catalina Bárcenas. Nació en Cienfuegos (1888). Su familia paterna y materna había emigrado allí en el siglo XIX, se dedicaban al naciente negocio de la fotografía y les iba muy bien. Su padre, Efesio De la Cotera, fue un fotógrafo muy reconocido en el país caribeño. El nombre real de la artista era Catalina Julia María De La Paz De la Cotera y París de Bárcena, el artístico fue idea de María Guerrero. Tras la crisis del 98 y la independencia de Cuba, todos regresan a sus orígenes, a Cantabria. Catalina, sus padres y sus hermanas y hermanos se instalan entre Santander y Lebeña, de donde eran oriundos. Cuenta Gustavo Sainz De la Cotera, sobrino nieto de Catalina, que la actriz siempre sintió sus espacios cántabros como su verdadera patria. Y es muy cerca de allí, en Polanco, en una comida de la alta sociedad organizada por José María de Pereda, donde por primera vez la gran actriz del momento, María Guerrero, ve actuar a la Bárcena. Tenía quince años y a los postres recitó un poema. Lo hizo tan bien que la gran dama del teatro le dijo, "niña, tú además de declamar tan bien ¿Qué sabes hacer?" Catalina la respondió tímida que "nada señora, nada".. Y la Guerrero altanera le respondió, "pues cuando sepas hacer algo me vienes a ver".
Y así fue un año después cuando Catalina hizo la prueba y pasó a formar parte de la Compañía de Teatro de María Guerrero. Todo iba bien, hasta que en una gira se descubre que estaba embarazada del marido de María ,Fernando Díaz de Mendoza, que, presuntamente, había abusado de ella ¿Qué hicieron? Pues la casaron en Cuba con otro actor de la compañía, Ricardo Vargas,que dio su apellido a su hijo Fernando y nada más. Luego los enviaron a los dos a otra compañía, la del Teatro Lara en Madrid en la que triunfaban ya las obras de los Martínez Sierra.
Gregorio Martínez Sierra monta el Teatro del Arte con su mujer María Lejárraga y con Catalina Bárcena de estrella. Era el triángulo perfecto hasta que se convirtió también en un matrimonio a tres. Todo se ocultaba hasta que de nuevo la actriz quedó embarazada y nace su hija Catia (hija también de Gregorio) en 1922. Aquello rompió el matrimonio, pero no el negocio. María siguió escribiendo para Catalina, algunas obras tan surrealistas como una titulaba "Triángulo" y que contaba la historia de un hombre que tenía relaciones con dos mujeres.
En los años 30, ya liquidada la compañía, Gregorio y Catalina se van a Los Ángeles. Buscan triunfar en Hollywood y se instalan 5 años en una casita de Beverly Hills. La idea era hacer producciones propias en español, pero aquello no terminó de funcionar. Catalina sí consiguió ser una estrella, pero cuenta Alba Gómez que no fue feliz. La sometían a unas dietas durísimas y, sobre todo, echaba de menos a su hija Catia, todavía niña que vivía en el palacete de Madrid con su madre.
A la vuelta de Hollywood pasan un tiempo de descanso en una finca de Tetuán. Allí deja Catalina a su madre y a sus hijos Fernando y Catia. Ella vuelve a Madrid con Gregorio para poner en marcha unos proyectos cinematográficos que interrumpe la guerra civil. En octubre del 36 huyen a Orán y luego a París. Sus hijos siguen en Tetuán. Al final de la guerra y con el inicio de la gran guerra en Europa migran a Buenos Aires.
Estuvieron 11 años sin ver a sus hijos. Catalina tenía mucho miedo de volver a España. Gregorio tenía pasado de izquierda y temía que Franco lo fusilara. En Argentina vuelven a trabajar. Catalina hace de todo para buscarse la vid, teatro, cine y radio; pero no era una situación fácil. Sólo la enfermedad de Gregroio hace que vuelvan a España en 1947. A los quince días del regreso muere Gregorio que padecía un cáncer terminal.
La vida de Catalina da un nuevo vuelco, uno más. En 1948 pone en marcha de nuevo la compañía de teatro, ella sola. Selecciona muy bien a sus actores y actrices. Con ella triunfa una nueva hornada entre los y las que destacan Adolfo Marsillach, Antonio Prieto, María Luisa Ponte, Ana María Ventura o Irene y Julia Gutiérrez Caba. Cuenta Emilio Gutiérrez Caba, entonces un niño que viajaba en las giras, que le pedía "que le leyera los periódicos y le contara cómo iba la guerra de Corea". Era una mujer fuerte que supo gestionar una compañía en tiempos muy complicados. Fue la última apuesta teatral de la Bárcena que, en los sesenta, tras rodar su última película "Adios, Mimí Pompón" (1961) decide retirarse en San Pedro del Pinatar (Murcia). Recuerda Enrique Fuster, entonces un niño hijo de los vecinos, hoy escritor y heredero de la memoria de Catalina, que "no quería que nadie supiese que estaba y vivía allí". Su vida había sido muy dura y en una de sus cartas deja caer que "en su vida lo tuvo todo, pero nunca pudo disfrutar de nada".
Murió en 1978 y cayó en el olvido. La guerra, como a tantos, le cortó la trayectoria profesional y vital. Y en la transición ya había una nueva generación que no la recordaba. Fue injustamente olvidada, pero lo peor, es que en el relato del triángulo con Gregorio Martínez Sierra y María Lejárraga, ahora recuperado por la polémica de la autoría de las obras, Catalina Bárcena quedó como "la otra". Pero que nadie olvide que "la otra" fue una de las mejores actrices de la historia del teatro español.
Pepe Rubio
Redactor guionista de Hoy por Hoy. Llevo a antena...