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Chirbes y sus artículos contra la política y la cultura en la transición

La editorial Altamarea publica 'Asentir o desestabilizar', un conjunto de artículos y textos del escritor valenciano en los que analizó la industria cultural y la intelectualidad de los inicios de la democracia

Rafael Chirbes en 2014 / Getty

Rafael Chirbes en 2014

Rafael Chirbes es uno de los grandes novelistas de la literatura española reciente, pero también uno de los más certeros y combativos críticos literarios. Esa fue una faceta que ejerció mucho antes de convertirse en novelista. Fueron los años de la transición, desde 1975, año de la muerte del dictador, hasta los ochenta. Años en los que escribió en las principales revistas del momento, Ozono, Saida, Reseña o La Calle. Se dedicaba a hacer crítica de libros, de películas, pero sobre todo a analizar una industria cultural en un país en pleno proceso de cambio. Asentir o desestabilizar, Crónica contracultural de la transición es un libro que acaba de editar Altamarea y que contiene textos del autor de esos años.

"Recuperar estos textos dispersos del periodo de la transición es importante por la calidad de los textos a pesar de la juventud del autor", cuenta Álvaro Díaz Ventas, encargado de la edición y la introducción de este volumen que es todo un revulsivo sobre la intelectualidad española de la transición. "Escribo con el terror colgado de los dedos, porque escribir en España, hoy, es asentir o desestabilizar", escribe Chirbes en uno de esos artículos. La frase puede resumir lo que supuso ser alguien con mirada crítica en aquellos años del consenso, pero también en la España actual.

"Las críticas de Chirbes a la industria cultural hay que contextualizarlas en ese periodo, del 75 al 80, cuando se estaba produciendo esa gran transformación cultural desde los paradigmas ochentayochistas y la sociedad de mercado", explica el editor. Ganó la sociedad de mercado, a pesar de Chirbes. La que tenemos hoy. El texto sigue siendo actual, porque no solo habla de la industria de aquellos años, sino de cómo entonces se cimentó lo que tenemos ahora. Ese análisis continúa siendo certero hoy, en un momento donde en la industria del libro, hoy la mayoría de los sellos pertenecen a dos grandes grupos editoriales".

El autor de Crematorio o En la orilla, que como novelista fue capaz de incluir a todo un país en sus novelas, se muestra dolido y enfadado en esos artículos. También decepcionado con muchos de los intelectuales que admiraba y que, según él, debían estar a la altura de lo que la sociedad postfranquista necesitaba. Por ejemplo, hay críticas a Ramón Tamames, comunista por aquel entonces, que se vendió al poder. Habría que ver lo que diría Chirbes de él si hubiera visto el papelón en la moción de censura. Es como si el autor valenciano hubiera predicho el futuro. También hacía Jorge Semprún, comunista y superviviente de los campos de concentración nazis.

"Chirbes se ve decepcionado por figuras hasta entonces ejemplares, como Jorge Semprún, pasaran a ganar el Premio Planeta y a fotografiarse con José Manuel Lara", el presidente del grupo editorial Planeta -al que pertenecen televisiones como Antena 3 o La Sexta y radios como Onda Cero- que hoy todavía mantiene ese galardón como el gran evento mediático y comercial del mundo editorial español. "Un año más, el señor Lara, dueño de Planeta, se permite engañar y trampear al lector español", escribe en uno de los textos. También critica al diario El País, periódico al que da una de cal y una de arena. Al contrario que ellos, Chirbes siempre mantuvo su coherencia, incluso cuando se convirtió en un escritor famoso, con la adaptación de su novela Crematorio a la televisión o la concesión del Premio Nacional. "Buscó alejarse de los focos y del poder y siempre interpuso la necesidad de buscar distancia y mirar desde los márgenes", insiste Díaz.

La compilación de textos refleja también un sentimiento quizá poco tratado y reflejado de aquellos años. Frente a la euforia de muchos, tras la caída de la dictadura, la decepción y el desencanto. Solo Jaime Chávarri, a través de la familia Panero, en su documental El desencanto, que Chirbes elogia en estas páginas, mostró algo de esa sensación. El resto de relatos fueron un mirar para otro lado, para adelante, sin preocuparse de la letra pequeña. A sus 28 años, el escritor ya se sentía así. En las elecciones constituyentes votó ya resignado y después se sintió traicionado. Tanto es así que el devenir político y cultural de España fueron la causa de que se fuera del país, a Marruecos. Con lo vivido allí escribió su primera novela, Mimoun. Cuando regresó de Marruecos tuvo otra decepción: la banalidad de la Movida madrileña. "Encontramos ya ese desencanto en presente, mientras se hacen las metamorfosis políticas y culturales", insiste el editor. Reprocha a sus compañeros de generación que se subieran al carro para colocarse, en palabras textuales. "Iniciaron una feroz escalada en los puestos administrativos que poco tenía que ver con la voluntad política de transformación que había existido antes".

"Matrimonio entre la cultura y las pesetas", llama Chirbes al abrazo entre la cultura y el poder, entre la cultura y el mercado fue un dolor de cabeza para el valenciano. También el cambio estético y político de la literatura de aquellos años. Chirbes defiende ese realismo político que viene de Galdós, autor al que reverencia en sus novelas y en estos artículos. En la Transición ese realismo era "garbancero", como dice el escritor. Para los lectores de su obra, Chirbes detestaba la separación de literatura y política. "Fue muy crítico con ese campo cultural donde después estaría él con la publicación de sus novelas. Fue muy crítico con la corriente narrativa dominante".

En aquellos años salió triunfante una literatura no ideológica: "Novelas modernas con temas individuales que condenaban la novela al ámbito privado, sacándola del espacio público y rompiendo el nexo que unía a esa nueva narrativa con la tradición realista a la que se menospreciaba", explica Álvaro Díaz, experto en la obra del escritor. Esa división, entre el arte y lo político, ese afán por despolitizar la cultura duraría hasta el 15M, donde la sociedad impugnó todo lo ocurrido en la transición. Hasta entonces esas intromisiones no estaban bien vistas o eran calificadas como panfletarias, ya fuera en la literatura, como en el cine.

Pero además, los textos tienen otra característica importante, mostrar un gran abanico de obras y acontecimientos de ese periodo. "Desde la perspectiva de la historia cultural, supone rescatar la recepción en presente de muchas de las obras y problemáticas de ese momento vistas desde su perspectiva disidente", explica Díaz. "La recuperación es necesaria porque anticipa su condición como narrador y sus referentes e ideas políticas y estéticas que estarán en sus novelas, que tendrán como tema central la impugnación de esa sociedad nacida en la transición y las transformaciones realizadas en este periodo hechas por una parte de su generación".

De Camilo José Cela dice Chirbes que se dedica solo a sus enciclopedias de erotismo. De Vargas Llosa destroza su novela La tía Julia y el escribidor. "Un escritor dejándose llevar por el aburrimiento", dice del Nobel peruano. España vista desde la contracultura en un análisis certero y actual, que nos lleva a replantearnos cómo las industrias culturales están hoy en día, cómo son las relaciones con el poder y si es posible, incluso hoy, escapar de las leyes del mercado, o la cultura ya ha sido mercancía. En Asentir o desestabilizar hay entrevistas a Juan y Luis Goytisolo, a Ángel González o la propia Carmen Martín Gaite, así como numerosos artículos que conforman, como reza el subtítulo del libro, una "crónica contracultural de la transición",

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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