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La realidad oculta de las auxiliares de ayuda al domicilio: "El 50% de trabajadoras inmigrantes han sido víctimas de acoso sexual"

Concha, una de estas trabajadoras, asegura que una vez la gente conoce lo que cobran "huyen a poner copas o a doblar camisetas a Zara"

La importancia de cuidar

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Madrid

El envejecimiento de la población, los cambios en las estructuras familiares y la incorporación de la mujer al mercado laboral han exigido en España un cambio radical en la mentalidad, social e institucional, sobre qué son los cuidados, quién cuida y cómo cuidar. Desde hace tres décadas, el estado del bienestar desarrolla políticas de conciliación, pone en marcha la ley de autonomía y dependencia e impulsa la creación de escuelas infantiles y centros de atención a la infancia. Pero el trabajo de los cuidados ha seguido recayendo en las mujeres y su reparto, en el seno de los hogares, ha avanzado con lentitud. Sin embargo, las personas mayores se han convertido en cuidadoras de nietos y familiares dependientes a gran escala.

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La mayoría de las auxiliares de ayuda a domicilio son mujeres que hacen un trabajo muy necesario, pero muy invisible y muy mal pagado. Este es servicio un público, privatizado, que permite a miles de nuestros ancianos seguir viviendo en sus domicilios. Casi ninguna llega a cobrar el salario mínimo, se quedan en torno a los 800 euros al mes porque no se las contrata a jornada completa.

La historia de Concha

La periodista Sonia Ballesteros ha acompañado a Concha, una de estas trabajadoras, durante su jornada laboral. Concha trabaja de lunes a viernes unas 30 horas semanales y cobra 874 euros al mes. Concha trabaja para el Ayuntamiento de Getafe que, según cuenta, ha subcontratado el servicio con una empresa a la que paga entre 18 y 20 euros la hora.

En su opinión, los servicios sociales no deberían estar privatizados porque cuidar de la población más vulnerable se ha convertido en un negocio para empresas cuyo único interés es lucrativo. Al final lo que pasa, añade, es que el servicio se devalúa, "en ocasiones nos convertimos en servicio de limpieza a domicilio cuando antes nos dedicábamos exclusivamente a la atención personal, la ayuda para ir al centro de salud o al banco", lamenta.

Concha expone que este servicio es muy necesario porque permite que muchas personas mayores sigan viviendo en su domicilio y es además un ahorro para el Estado, ya que mientras un mayor pueda vivir en su casa no tiene que ocupar una plaza en una residencia, que es mucho más cara.

Sin evaluación de riesgos laborales

La evaluación de riesgos laborales en los domicilios en los que trabjan es una de las reivindicaciones históricas de estas trabajadoras. Concha empieza su jornada en el barrio de las Margaritas de Getafe. Allí, muchas de las viviendas se conocen popularmente como casas cacahuete por lo pequeñas que son. Duchar a un anciano con problemas de movilidad y sobrepeso en un cuarto de baño mínimo, donde apenas te puedes mover, te destroza la espalda. "Yo tengo las cervicales hechas polvo, pero como no se hace una evaluación de las condiciones del espacio en el que tenemos que trabajar, mis problemas de salud no se consideran consecuencia de mi trabajo", denuncia.

"Los que ya se han formado, cuando ven en qué consiste realmente nuestro trabajo y lo que cobramos, huyen a poner copas o a doblar camisetas a Zara", ha asegurado la auxiliar. En el 2021 estas auxiliares se reunieron con el Ministerio de Trabajo para abordar este problema. Hubo hasta cuatro encuentros con representantes de la inspección de prevención y acabaron dándoles la razón. "Después de más de un año sin que se hiciera nada organizamos una acampada ante el ministerio, pero sólo pudimos aguantar 10 días. Meses después, ya en 2022 el gobierno redactó un Decreto Ley al que hicimos alegaciones. En noviembre del año pasado nos recibió la ministra Yolanda Díaz, se hizo la foto con nosotras y hasta hoy", ha apostillado Concha.

"El 50% de trabajadoras inmigrantes han sido víctimas de acoso sexual"

Albert Navarro, doctor en salud pública y coordinador del grupo de investigación de riesgos psicosociales, organización del trabajo y salud de la Universidad Autónoma de Barcelona, afirma que estos testimonios confirman los informes que han ido elaborando. "Concha es un excelente ejemplo", ha indicado.

Navarro expone que le ha sorprendido la magnitud de los resultados a los que han llegado. "Este es un colectivo esencial, pero también invisible. Los datos son aterradores: el 65% de estas trabajadores sufren burnout y el 80% lo primero que hace por las mañanas es tomarse un café y un ibuprofeno", ha señalado.

Las auxiliares hacen un trabajo en un contexto donde todo queda escondido. La violencia física, verbal y el acoso sexual existen en su día a día. "Una de cada cinco ha sufrido acoso sexual en el último año. Esta cifra se eleva hasta el 50% cuando nos referimos a trabajadoras inmigrantes", ha remarcado el doctor. Asimismo, Navarro lamenta que las auxiliares no sean vistas como profesionales de su sector y, por tanto, sus trabajos no estén bien remunerados. Esto no solo afecta a las propias trabajadoras, sino también a la calidad del servicio.

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