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Joaquín Berges: "La vida y la muerte son graduables. Almudena Grandes nunca estará muerta al 100% y conozco a gente que no está viva al 100%"

El escritor zaragozano nos presenta 'Ganas de vivir', la historia de dos familias, una funeraria y un montón de personajes en los márgenes que luchan por mantener sus ganas de vivir. La vejez y la soledad, la alegría y la felicidad o la muerte y el suicidio son los temas que atraviesan la novela

Joaquín Berges: "La vida y la muerte son graduables. Almudena Grandes nunca estará muerta al 100% y conozco a gente que no está viva al 100%"

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Joaquín Berges (Zaragoza, 1965) es escritor, licenciado en Filología Hispánica, tiene una decena de novelas en su haber. Ganas de Vivir, en Tusquets, es la última. Una comedia ácida, ingeniosa y emotiva, llena de personajes en los márgenes que aspiran a la felicidad, que luchan por mantener las ganas de vivir.

La novela nos cuenta la historia de dos familias, los Llorente y los Pardo, aunque son los primeros los protagonistas. Los Llorente son propietarios de una funeraria en Zaragoza y su fundador, el abuelo Cosme, tiene frases lapidarias como esta:

"Nuestro nombre nos personifica, nos describe y hasta nos sobrevive, incluso en la lápida de nuestra tumba. No olvides que el cuerpo se marchita y se descompone en forma de esqueleto hasta llegar a ser un puñado de polvo, pero el nombre permanece inalterable para siempre, por los siglos de los siglos. Tú eres quien eres porque te llamas como te llamas".

¿Tú también eres quien eres porque te llamas como te llamas?

Todos somos quienes somos porque nos llamamos como nos llamamos. El abuelo Cosme dice que tendría que haber congresos de personas homónimas, porque dos personas que se llaman igual tienen más en común que dos gemelos idénticos. Y estoy de acuerdo. Creo que el nombre de las cosas, quizás porque soy un lingüista, es el que nos da sentido y nos sobrevive, como bien dice el abuelo, en nuestra lápida. Quizás el ejemplo más claro sea el título de aquella novela tan famosa de Umberto Eco, 'El nombre de la rosa'. Es el que más me ha gustado, el que me hubiera gustado poner en una novela, porque 'El nombre de la rosa' significa que la rosa se marchita, pero su nombre permanece.

Ganas de vivir es un libro dividido en cuatro asaltos, ¿por qué asaltos?

Porque la vida es lucha, lo dicen los libros de ciencias naturales: lucha por el oxígeno, por el alimento o por el espacio o territorio, pero la vida es lucha. Un ring de boxeo, que es lo que aparece en la novela, el boxeo, es algo que me ha interesado siempre mucho. Siempre me interesan las cosas que se pasan de moda o que están en los márgenes de la actualidad, siempre estoy en los márgenes de las cosas. Y el boxeo no está muy de moda hoy y por eso quizá me interesa. El boxeo se hace en un cuadrilátero perfecto, con dos diagonales, cuatro ángulos rectos, cuatro laterales, dos púgiles enfrentados, un señor que hay en medio que se sabe las reglas, un intermediario, y encima duran tres minutos los asaltos. Literariamente hablando, impecable. Era demasiado tentador, como para dejar pasar la oportunidad de que el boxeo apareciera en estas 'Ganas de vivir'.

El protagonista se llama Tristán por Tristán e Isolda de Richard Wagner, una ópera que recorre las páginas de la novela, el protagonista se llama Tristán, el heredero de esa empresa familiar. El Teatro Real acaba de estrenar una versión de esta partitura que plantea "los distintos momentos de nuestra pulsión vital más elemental: la sexualidad". Dice el director musical, Semión Bychkov, que en el centro de la historia está el amor, que es lo más fundamental de nuestra existencia. El amor que nace, crece y muere, lo que lo convierte en doloroso. ¿Es el amor lo más fundamental de nuestra existencia, lo que alimenta nuestras ganas de vivir?

Creo que para las ganas de vivir, en un sentido más biológico o antropológico, matizaría, yo diría que es el deseo, que es una parte del amor, quizá la primera. El primer contacto. Y también podríamos decir el deseo sexual, que es de donde procedemos todos realmente. Podríamos proceder todos del amor y el mundo sería maravilloso, pero creo que todos procedemos del deseo sexual y, a veces, también del amor, pero no siempre. El motor del mundo, en general, es el deseo. El deseo por cambiar las cosas, por dejarlas como están, por sobrevivir, por trabajar y, por supuesto, y el deseo sexual, que mueve el mundo.

Los Llorente son propietarios de una funeraria, una de las más grandes de Zaragoza, completamente actualizada y adaptada a los nuevos tiempos. Con este oficio, en el libro, como otros textos que hemos abordado últimamente en La Hora Extra, nos ronda la muerte con mucho humor, de una forma fresca y natural, divertida. Hay humor hasta en los nombres y apellidos de los personajes. ¿Se escribe poco sobre la muerte con humor y qué tiene una funeraria, que ya vimos en 'A dos metros bajo tierra', por ejemplo?

Sí, hablamos poco de la muerte, nos da miedo, respeto y tiene un punto tabú. Precisamente por eso arranco la novela en una funeraria, porque es donde todo se hace trascendente. Una funeraria es un sitio muy importante, porque las situaciones difíciles, al final, se resuelven con protocolos. Para eso están inventados los protocolos, para lidiar con las cosas difíciles. Y enterrar a una persona es más difícil de lo que parece, pero hay un protocolo y el protocolo se lo saben las funerarias. Cualquiera que ha enterrado a una persona querida, como ha sido mi caso, sabe que tú estás perdido, pero la funeraria no está perdida y sabe perfectamente lo que hay que hacer, cuáles son los pasos, cuáles son los trámites y te hacen todo. Es un sitio muy importante una funeraria para dulcificar y facilitar una situación complicada que, además, es la situación que nos convierte a todos en inmemoriales, trascendentes, en lapidarios. Es un momento muy importante de la vida.

Hay una reflexión en la novela sobre esto último que dices, la trascendencia. "El alma puede encontrarse en el aroma de cada persona. Todos olemos a algo, aunque no siempre a lo mismo". No te voy a preguntar a qué huele Joaquín, pero sí hay una reflexión sobre el alma, la trascendencia, qué quedará de nosotros, más allá de nuestro nombre en la lápida. ¿Es la gran pregunta sin respuesta de la humanidad, el más allá?

No podía faltar en esta novela que va sobre las ganas de vivir. Esto se lo pongo a Lucas, un personaje autista, para que él, con esa forma de ver el mundo tan visual y sin metáforas, se pregunte dónde está el alma exactamente. La pregunta es cuál es la diferencia entre un cuerpo vivo y un cuerpo muerto. Pues que uno tiene alma y otro no. ¿Y dónde está el alma entonces? Durante toda la novela, se va preguntando dónde está el alma y no podemos decir nada más, pero sí me gusta decir que al final la encuentra, sabe dónde está el alma. Yo no lo sabía hasta que no me planteé escribir esta novela y creo que también la he encontrado.

Otro de los personajes en los márgenes es Román, cuyo destino (se habla mucho del destino en Ganas de Vivir) se torció en un momento dado y hoy es un indigente, en la mendicidad, un sintecho, como todos, con una historia detrás, muchas veces de éxito que se truncó. Román también tiene ganas de vivir, pero ha cometido una serie de delitos. ¿Merece una segunda oportunidad, la redención?

Absolutamente todos, todo el mundo merece una segunda oportunidad, no hay ninguna limitación moral. En el caso de Román, es un caso del 2008-2010, de aquella crisis inmobiliaria. Es una especie de muerto en vida, podríamos decir, una persona que lo ha perdido todo y que tiene que esconderse porque tiene causas penales pendientes. Yo quería que también hubiera un reflejo de esta tipología de personas sintecho en una novela que va sobre las ganas de vivir. Porque por la misma razón que en una funeraria hay más ganas de vivir, de vivir en la calle también surgen las ganas de vivir, quizás más que de dormir en un hotel de cinco estrellas.

Es una historia sobre las ganas de vivir y sobre la felicidad, sobre el estado emocional de la felicidad. "Creo que soy feliz", dice uno de los personajes. ¿Qué es la felicidad para ti, Joaquín, crees que eres feliz?

Creo que es una aspiración, la gran aspiración. Creo que todos queremos ser felices, pero no tenemos ningún medio de saber que estamos siendo felices. No hay ningún órgano ni sentido en el cuerpo humano que nos de una seguridad de que estamos siendo felices. Podemos tener la sensación de que tenemos paz, paz interior, que estamos a gusto o tenemos bienestar. Pero la felicidad no. Y sin embargo si tenemos órganos y sentidos que nos indican lo contrario. Sí sabemos cuándo somos infelices, tenemos el estómago, el intestino, la piel, los ojos o el rostro. Muchas cosas que nos indican que estamos siendo infelices, pero muy pocas que nos dicen que estamos siendo felices. Porque yo considero que la felicidad es a posteriori, es un recuerdo, cuando miras atrás, cuando recuerdas lo que hiciste ayer. "Ayer, cuando estuve con estos amigos cenando, fui feliz". Pero en el momento no lo supe, lo sé ahora. A posteriori, la felicidad es siempre a posteriori.

A propósito de esos síntomas o señales que nos indican que estamos siendo infelices, la depresión. La novela es una terapia colectiva. Otra pregunta que planteas: "¿qué diferencia hay entre una enfermedad terminal y una depresión grave que te arrebata las ganas de seguir viviendo? Ocultar la verdad justifica la suspicacia y convierte el suicidio en una muerte digna, por eso quiero que mi hermano sepa de una vez lo que ocurrió." Es importante no ocultar la verdad de los suicidios

Es incomprensible que se oculten los suicidios, pero lo más incomprensibles la razon por la que se ocultan. No se habla de suicidios porque tiene un efecto llamada. ¿Pero cómo va a tener un efecto llamada eso? Es imposible, es inconcebible, es contrario a la antropología, a la vida, a la biología. No puede ser. Yo creo que también un tabú ahí, de creer algo que no es cierto y por eso yo digo que claro que una depresión grave, profunda, es igual que una enfermedad terminal y hay que tratarla con el mismo respeto, es decir, hablando de ella, con naturalidad. Porque las enfermedades son así, una depresión grave es un tema fisiológico, que tiene que ver con los neurotransmisores del cerebro, es un tema totalmente médico, igual que un cáncer.

Una última reflexión, a propósito de la felicidad, la que hace el abuelo Cosme y que es la que más me ha llegado. "Si estuve a gusto con la abuela fue por una cuestión de suerte. Muchos de mis amigos y conocidos no fueron tan afortunados. Se casaron con la primera mujer a la que conocieron y no tardaron en darse cuenta de que se habían equivocado. Y antes de que digas nada, te recuerdo que en aquel tiempo no existía el divorcio, así que las parejas malavenidas tenían que aguantarse durante muchos años, después de haber formado una familia con hijos y nietos que ignoraba por completo si sus abuelos eran felices o no". Un temazo.

Sí, y además real totalmente. Es un poco lo de la fuerza y la inercia. Ha habido matrimonios que han funcionado muy bien y han tenido fuerza y otros que han ido solo por la inercia. La inercia de lo que has construido juntos: una casa, un patrimonio familiar, hijos, nietos… lo que cada uno tenga. Es cierto que ha habido una época, la de nuestros abuelos, que no se podían divorciar y no se podían divorciar sobre todas las mujeres. Porque no eran autosuficientes laboralmente, así que tenían que quedarse en casa. Esto ha sido muy triste e incluso cuando llegó la ley del divorcio, no fue suficiente todavía, porque tuvo que ser la ley del divorcio y la emancipación laboral de la mujer, hasta entonces no existe el divorcio. Lo que cuenta el abuelo Cosme es algo que hemos vivido todos en nuestra familia. Yo me lo planteo, sé que mis padres sí fueron felices, porque los vi, era un niño muy observador y veía sus carantoñas y sus cosas y eso no era inercia eso es felicidad. Pero de mis abuelos no lo sé, no era tan observador, ellos eran más mayores y no me dio tiempo de conocerlos tan bien. Y yo me pregunto: ¿mis abuelos fueron felices realmente? ¿Yo soy fruto del amor? ¿Tú eres fruto del amor? ¿Somos frutos del amor? Estaría bien ser fruto del amor, pero de varias generaciones. Porque tenemos dos padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, 16 tatarabuelos y 32 tatatarabuenos. Y nos hemos ido solo 150 años. Imagínate que te vas a Siglo de Oro. Una vez hice el cálculo y salían 16.000 personas. Hay 16.000 personas, solo si nos vamos al Siglo de Oro, detrás de cada uno de nosotros. Imaginaros que todas se han amado y somos fruto del amor elevado a la máxima potencia. Esto sería maravilloso.

Portada de &#039;Ganas de vivir&#039;, de Joaquín Berges

Portada de 'Ganas de vivir', de Joaquín Berges

"Muchos seres vivos han muerto, sin darse cuenta, dejándose llevar por la apatía o el desánimo, mientras que algunos cadáveres, por el contrario, conservan todavía un sesgo de vida en el volumen del cabello, en la blancura del cutis o en la disposición de las manos sobre el regazo. Según él, la vida no era un concepto absoluto, sino graduable, como la intensidad de la luz, la temperatura o el dolor. Por eso había personas que rezumaban vida, otras disponían de la cantidad justa para la supervivencia y otras parecían muertos vivientes". Te quiero preguntar por el Banco de vidas perdidas. Gente que tira su vida a la basura, que no tiene ilusión por nada, que no le interesa el mundo: ¿debería haber un banco de vidas que se ocupara de recoger el tiempo de quienes no desean disfrutar de la existencia para poder entregárselo a quienes sí lo desean, pero ya han agotado sus días?

Es muy interesante plantear eso y además habría que pensar cómo cobrarían los intereses, porque tendría que ser en tiempo también. Te doy cinco años de vida, pero me tienes que dar el 10 %, que son seis meses que te tengo que cobrar. Yo creo que no todo el mundo está vivo al 100% y no todo el mundo está muerto al 100%. Recojo una cita de Almudena Grandes en el libro. Almudena Grandes nunca estará muerta al 100% y mucha gente que conozco nunca estará viva al 100%. No son conceptos digitales, la vida y la muerte, 0-1, encendido-apagado. Es un concepto analógico. Tiene graduación, tú puedes estar vivo al 20, al 30, al 50 %. Conozco gente que está viva al 120 %, rompiendo el potenciómetro. Y hay que plantearse dónde estás tú, dónde estoy yo, hay que hablar con uno mismo en ese diario que deberíamos escribir. Yo a veces creo que estoy vivo solo al 80 % y otras veces estoy contento porque estoy vivo al 100%. Y alguna vez me vengo arriba y creo que estoy un poco más allá del cien, pero nunca lo voy a saber

Hemos hablado de otros temas como la sobreproductividad, la excesiva jornada laboral, los nuevos modelos de familia o el lenguaje inclusivo. Os invitamos a escuchar la entrevista completa. Una última cuestión. --- ¿Y qué tiene Maureen O'Sullivan, la Jane del Tarzán de Johnny Weissmuller que vemos en la portada y por la que siente fascinación Tristán? ¿Ya no quedan actrices como aquellas?

Esto es autoficción. Cuando me preguntan por la autoficción, yo digo que no hago autoficción, que está todo inventado, hasta que hablé una vez con nuestro compañero Rafael Reig y me dijo: 'Joaquín, todo lo que hacemos es autoficción'. Efectivamente, yo estuve enamorado platónicamente de Maureen O’Sullivan, la Jane de Tarzán cuando era un niño. Y eso ha quedado para siempre. Era una mujer bellísima y encima aparecía en las películas con una especie de bikini selvático. No sé cómo pasó eso la censura de Hollywood y la española en los años 30. Una mujer con unas curvas, con una sensualidad y con una cara bellísima. Una forma de hablar, un pelo, me pareció preciosa, la cumbre inasequible de la belleza. Me enamoré de Maureen O’Sullivan y mi personaje Tristán Llorente se enamora de ella, precisamente por eso, porque es autoficción.

 
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