Hora 25Las entrevistas de Aimar

Alfonso J. Ussía, novelista: "Algo que no conocemos de nuestro cerebro hace que el sentido de supervivencia a veces no exista"

El autor de 'El puente de los suicidas' ha contado en Hora 25 las historias que esconde el viaducto de Segovia

Las entrevistas de Aimar | Alfonso J. Ussía

Las entrevistas de Aimar | Alfonso J. Ussía

Madrid

España registró 4.032 suicidios solo durante el año 2022, 167 de ellos fueron en Madrid. El escritor Alfonso J. Ussía acaba de publicar el libro "El puente de los suicidas" que cuenta cómo el famoso viaducto de Segovia, ubicado en el barrio madrileño de La Latina, ha sido para muchos algo más que un lugar de paso. Ussía, citando a Calamaro, recuerda que "Madrid siempre fue una ciudad de casas bajas y de lluvia". Quizás por ello, la descomunal obra de ingeniería que supuso este viaducto fue un problema desde que se terminó en 1874.

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Cuenta Ussía que de una crónica añeja del periodista Pedro de Répide, retratista del Madrid más castizo, rescató la historia de Florencia, "una chica que se quería casar con un carbonero y que se lanzó al vacío desde el puente porque sus padres no consentían la boda". Florencia se tiró del Puente de Segovia justo una semana después de que se terminara su obra pero la moda de la época jugó un papel crucial. "El vestido le hizo un efecto paracaídas y al caer solo se partió los tobillos. Los padres, que estaban aterrados, dejaron que se casara", recuerda el escritor. El salto de Florencia sentó un precedente oscuro y abrió una veda. Hasta el año 1999 como mínimo 8 personas intentaban quitarse la vida cada mes aprovechando los 23 metros de altura del puente de Segovia. "Hay algo que no conocemos de nuestro cerebro que hace que el sentido de supervivencia a veces no exista", explica Alfonso J. Ussía.

Arco del Puente de Segovia

Ussía recuerda las palabras del ensayista y profesor universitario Antonio Escohotado que decía: "De la piel para adentro, todo es territorio soberano". Por eso, explica Ussía, "hay quienes no quieren esperar a que la guadaña y el pañal le vengan encima". Pero el propio novelista reconoce que ese no es el perfil habitual de quienes deciden poner punto y final a sus días. Es difícil establecer perfiles, pero el novelista se atreve a dar los tres que más se han repetido en lugares como "el puente de los suicidas". "Hay una razón adolescente que entiende más de épica que de razón, algo shakespeariano, que te lleva a quitarte la vida cuando se acaba o no se corresponde el primer amor", asegura. Aunque también "hay quién se decide a hacerlo por motivos económicos o por un sentimiento insoportable de soledad".

El novelista no puede evitar sentir rabia e impotencia porque "cualquiera de los tres casos tiene solución", dice. "Por esa razón escribí el libro", comenta Ussía. Las páginas de "El puente de los suicidas" son el retrato de algo que ha pasado y que pasa, explica, "porque nos tenemos que mirar dentro y preguntarnos cómo solucionamos esto". Un libro que él mismo resume como la historia de una lucha vecinal, porque para Ussía "Madrid es un conjunto de barrios que funcionan como pequeños pueblos que te acogen". En 1999 los vecinos de la zona consiguieron que el Ayuntamiento de Madrid instalara unas mamparas enormes en los bordes del puente que imposibilitaran o dificultaran cualquier intento de suicidio. "Se trataba de evitar el efecto llamada", narra. La zona bajo el puente es una zona muy transitada y también se ponía en riesgo real a cualquier persona que la atravesara. "Un vecino me contó que el panadero del barrio murió porque un suicida cayó sobre él, lo mató". El vecino se enteró porque durante días nadie dejaba pan en sus puerta como de costumbre, afirma Ussía.

La anécdota macabra, asegura Ussía, fue difícil de encontrar porque "en torno a la muerte hay un silencio y un tabú". Tanto que el escritor ha temido "quedar como un morboso" mientras recopilaba información para escribir la novela. Y es que para el escritor "hay una cosa muy curiosa de las personas que se suicidan". No solo se borra la manera en la que se mueren, asegura, sino que "se borra prácticamente todo el historial de la persona y se convierten en personas anónimas". De hecho, "los equipos de limpieza del Ayuntamiento se esmeraban mucho en borrar cualquier huella de estos saltos", explica Ussía, pero la gente del barrio pintaba cruces negras en los pilares del puente cada vez que una persona moría en estas condiciones.

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Los vecinos querían que se evitaran estas pérdidas humanas, y las propuestas previas a las mamparas actuales fueron muchas. El Ayuntamiento instaló farolas e incluso llegó a poner a policías de guardia durante las noches para que patrullaran el puente y evitaran cualquier salto. Pero no era suficiente.

La historia del Puente de Segovia, cuenta Ussía, tiene sus propios héroes, los porteros de las viviendas cercanas. "Siempre llegaban allí antes que los servicios de emergencias, y eran los primeros en acompañar a los familiares de los fallecidos que querían llorar y saber dónde había muerto su ser querido", asegura. Cuenta la novela de Ussía que en muchas ocasiones tanto los héroes anónimos como los que querían acabar con su vida coincidían en el mismo lugar, el Bar Esperanza. Este bar, estuvo abierto hasta 2012 y para Ussía "era uno de esos últimos resquicios del Madrid que aceptaba a todo tipo de gente, clase social y oficio".

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De hecho, explica Ussía que era uno de esos ejemplos de antaño que exponen al bar "como la extensión de tu casa", porque "puedes ir a tomarte una copa pero también para una necesidad". Mucha gente allí "se tomaba la última antes de saltar" pero otros que no se atrevían a dar el salto "volvían al Bar Esperanza buscando un refugio para pensárselo dos veces". Y también era el sitio "al que la policía quizás entraba con una fotografía en la mano preguntando si se había visto a alguien en concreto".

La novela "El puente de los suicidas", explica Ussía, es un alegato "a nuestra raíz, la de los que hemos ido al bar que te fiaba cuando no podías pagar una copa". Donde a las siete de la mañana, cuenta el escritor, "iba el currito y se tomaba su bocata con su chupito, pero luego iban las señoras del barrio a sus desayunos más frondosos". Para Ussía, el mejor bar es el más cercano, y el Bar Esperanza, como decía Leonard Cohen era uno de esos sitios en donde "en medio de la oscuridad, la luz entra por las grietas". Dice Ussía que el Bar Esperanza "es una de esas grietas que, por muy perra y cruel que sea la vida, te hace ver que hay gente anónima que trata de hacernos la vida un poquito más fácil a todos".

Las entrevistas de Aimar | Alfonso J. Ussía

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