Matrimonio con el partido al que voto

Madrid

Odio las elecciones. Las odio porque me recuerdan la relación que mantengo con el partido al que voto. Una relación matrimonial en el peor sentido de la palabra. Sigo con él, pero no estoy enamorado. Le he sido fiel, aunque él me ha fallado muchas veces. Si llevara la cuenta de las promesas incumplidas, hace años que me habría divorciado y votado a otro.

No me merece. Es más, no sólo no me merece, estoy convencido de que yo merezco algo mejor. Y no me faltan ofertas. Hace solo un día que empezó la campaña y ya tengo el buzón como el Tinder de George Clooney. Pero no acabo de dar el paso porque ser infiel en política es mucho más delicado que serlo en el amor. En política, tal como están las encuestas, la aventura de una noche, puede equivaler a despertarte los cuatro años siguientes con el partido equivocado.

Es triste, pero esa es la principal razón por la que no soy capaz de romper con él. A veces envidio a los votantes de Ciudadanos. En quince días, todos viudos, pero libres para empezar una nueva relación.