Sergio C. Fanjul: "La pobreza invisible tiene que ver con no poder pagar la vivienda"
El periodista y escritor publica 'La españa invisible', un ensayo que ahonda en las causas del auge de la pobreza y por qué nadie busca combatir la desigualdad
Sergio C. Fanjul es periodista y escritor, pero también es flâneur político. El término flâneur, viene del francés y significa 'paseante' o 'callejero'. Se usó mucho para describir a esos escritores que vagaban por las calles sin rumbo captando las impresiones que esos paseos les generaban. Es lo que ha hecho en varios de sus libros este autor, asturiano y madrileño, pero siempre con una mirada política a eso que está en los paseos. Su último libro retrata una realidad a la que apartamos la mira, cuando paseamos, cuando vamos al trabajo o cuando hacemos reportajes. La España invisible (Arpa) es un ensayo que ahonda en las causas de la pobreza y la desigualdad extremas en España y se pregunta por qué no queremos ver esa pobreza.
El libro surge de tus paseos por Madrid y de fijarte en una realidad en la que poca gente se fija, ¿cómo llegas a este proceso de empezar el ensayo?
Mi gusto por el paseo ya se veía reflejado en anteriores libros míos como La Ciudad Infinita y en algunas columnas que yo escribía en la sección de Madrid de EL PAÍS. La editorial me propuso escribir sobre la desigualdad y la pobreza y decidí ampliar un poco mi ámbito de acción, no hablar del paseo general, sino también de esas partes más invisibles de la ciudad que, en efecto, sólo se ven cuando cuando te preocupas por verlas y que parece que todo conspira para que no veamos.
Hay una cosa muy bonita en el libro al mencionar tu infancia en Asturias y mostrar cómo a los niños la desigualdad no les parece algo lógico. ¿En qué momento se jode el Perú, en qué momento empieza a parecernos algo normal, una parte más del paisaje?
Los niños, no sé si todos, pero al menos los que yo veo sí y el niño que yo era también, nos parecía una cosa muy extraña ver a gente durmiendo en la calle, la gente pidiendo limosna. Recuerdo que en mi época había gente en la calle que pintaba con tizas en el suelo. Ahora eso ya no se ve, pero era una forma de mendicidad que había antes. Me parecía muy extraño. Para los niños no es una idea natural lo de las desigualdades tan evidentes les parece una cosa muy marciana. Y los niños se quedan mucho mirando a la gente pobre que está en la calle y les parece muy extraño. Probablemente preguntan a sus padres por qué. ¿Por qué unos nacen en un sitio y otros nacen en otro? ¿Por qué hay esta desigualdad?
¿Por qué nos cuesta tanto reconocer que en España hay pobreza?
Yo creo que porque impugna un poco la forma en la que vivimos y también nos hace darnos cuenta, nos hace sentirnos mal. Por un lado porque como decía antes, unos tenemos mucho y otros tienen poco, y muchas de esas cosas que tenemos no es que las merezcamos, sino que ha sido por herencia, por cuna, por golpes de suerte, porque todo va un poco encarrilado según donde nazcas, aunque uno pueda efectivamente cambiar el camino con su esfuerzo. Pero no es tan común. Por lo general habrá que leer que el ascensor social está estropeado. Es muy difícil cambiar de situación, de modo que la desigualdad, la pobreza, las personas desfavorecidas, parece que nos hace sentir esa injusticia y nos hace un poco avergonzarnos. Y también impugna el modo de vida que tenemos en.
Hablas de varios tipos de pobreza, una de ellas es la pobreza que aparece incluso cuando hay un contrato de trabajo, ¿qué nos ha pasado?
Es el fenómeno de los trabajadores pobres, una cosa que veíamos mucho en las películas americanas, de esta gente que tiene tres o cuatro trabajos en un Walmart, en un almacén de Amazon y que no llegaba a fin de mes. Esto cada vez se ve más en España. Hay un porcentaje alto de sueldos de miseria. que se podría llamar. Pero todavía sigue incrustada la idea de que el trabajo tiene una función social, es decir, que te hace vivir mejor. Yo he tenido discusiones en Twitter recientemente que decían que por qué esa gente no trabaja para avanzar y es que aunque trabajen es posible que no puedan llegar a fin de mes.
En el libro se explican también otros conceptos que a veces se usan mal, el de pobreza, el clase media, personas sin hogar, precariado...
Para la gente que vive en la calle se utiliza mucho el término sin techo. El término que las asociaciones y la gente del ramo considera correcto es el de personas sin hogar, porque hay mucha gente que tiene techo, como la gente que vive en un albergue, prostitutas que viven en un burdel, trabajadoras domésticas que viven en una casa con los señoritos, y que durante la pandemia muchas se quedaron sin casa donde vivir y se quedaron en la calle porque no tenían un hogar. Un hogar no es solo un techo, es un sitio en el que tú puedas radicar tu vida y que sientas como tuyo. La palabra correcta es personas sin hogar y el fenómeno del sin hogar mismo, es decir, es una especie de patología social de la que la gente es víctima. No es algo que ellos persigan, sino que son víctimas de esa esa afección.
Es una de las parres más importantes del libro, la ruptura de prejuicios sobre cómo se vive en la calle y qué les ha llevado ahí
Se ha difundido mucho la imagen de la persona sin hogar, entre cartones, bebiendo vino barato. Evidentemente eso existe. Yo he conocido a mucha gente en la calle para hacer este libro y me ha sorprendido que hay todo tipo de tipologías humanas. Es igual que en la sociedad normal, hay personas con estudios universitarios, hay personas hetero, hay personas homosexuales, hay cis, hay trans, y de todas las procedencias. Eso me sorprendió. Guardan historias muy parecidas a las de cualquiera, solo que en un momento de su vida se da una concatenación de catástrofes. Porque no solo es una cosa, son varias cosas que colaboran y, de repente, se ven en la calle. Eso que dicen las abuelas, que lo digo en el libro: "tú puedes acabar en la calle". Es algo que parece inverosímil, pero cuando hablas con la gente que está pasando por esto, ves que real, que muchas son vidas que van perfectamente hasta que un día se tuercen y se van al arroyo.
Y es muy difícil salir de ahí, porque además está el problema de acceso a una vivienda que ahora es un problema bastante amplificado...
La vivienda es fundamental. De hecho, en el trabajo de documentación del libro me costaba muy poco encontrar a las personas pobres que estaban en la calle, pero hay un montón de pobreza de gente que tiene vivienda, con una casa en propiedad o que paga a duras penas el alquiler o la hipoteca, pero luego no tiene dinero para para calentarse ni en invierno, para el aire acondicionado, para la comida, para la ropa, etcétera. Y esa es la pobreza más invisible de todas, porque pueden ser vecinos tuyos, personas que consideras normales, entre comillas, y que en realidad están viviendo situaciones de pobreza completamente invisibilizadas por el hecho de que tienen una vivienda. Me parece fundamental que se empiece a hacer política de vivienda en España, que es una cosa que no se ha hecho tradicionalmente. Las leyes nuevas de vivienda no son la panacea, pero al menos van en el buen sentido. Lo que no puede ser, por ejemplo, es que en España tengamos la cuota de vivienda social de las más bajas del mundo. Es normal que, si se ha dejado la vivienda completamente en manos del mercado y de la especulación, pues la gente al final no tenga casa.
Hablas de Madrid, de cómo la propia ciudad expulsa a la pobreza
Madrid, para empezar, es una de las ciudades que es una de las ciudades más y de las regiones más desiguales de toda Europa. En Madrid, por ejemplo, como todo el mundo sabe, los barrios ricos están al norte y los barrios pobres están al sur, perfectamente delimitados hasta en el voto. Y luego, aparte de eso, Madrid es una ciudad difícil para todos los vecinos, no solo para los pobres. Pero imagínate si para el ciudadano normal, entre comillas, que tiene una casa, que tiene un trabajo, imagínate para la gente pobre. Cada vez se ve más claro en las calles de Madrid, cada vez más colas en los comedores sociales y en los bancos de alimentos, pero luego viene la señora Ayuso a decir que son unos vagos y subvencionados, porque hay una aporofobia institucional. Desde las instituciones se persigue la pobreza, se desprestigia y se utiliza la mano dura y se quiere echar a los pobres del centro porque hacen feo en el modelo turístico. Madrid no es una ciudad nacida para pobres.
¿Se va a hablar de pobreza en la campaña electoral?
Desde el punto de vista de la vivienda, parece que está habiendo un debate que me parece muy sano. Pero la pobreza por sí misma no parece que nunca esté muy en la palestra porque las personas pobres no tienen mucha voz. Muchas de ellas no votan, de modo que tampoco es un caladero de votos para los partidos. En fin, en ese aspecto también está invisibilizada. Pero también hay que decir que la solución de la pobreza no es una receta mágica. La solución de la pobreza también pasa por tener servicios públicos, por tener poco desempleo. O sea que una sociedad mejor, en general, colabora a que no haya desigualdad y pobreza. Cualquier cosa que se hable en campaña sobre servicios sociales y sobre hacer un país mejor, siempre va a repercutir en el fenómeno de la pobreza.
Hay otro aspecto curioso que es el clasismo al clasificar a los pobres, entre el pobre bueno y el que se ha merecido su suerte, ¿por qué?
En el libro hago un recorrido histórico hablando de esa categoría que se ha repetido siempre en cada época de la humanidad, entre los pobres menesterosos y los pobres viciosos. Entre el que se considera que es un vago y no quiere trabajar. Y el pobre de solemnidad, que es el pobre orgulloso porque en realidad está discapacitado, o tiene una enfermedad, o es muy anciano, o es un niño. Esos pobres parece que se merecen el respeto y la caridad y la asistencia, mientras que los otros no. Ahora esto se replica un poco en el fenómeno de la nueva pobreza. Los pobres buenos son los que eran personas respetables y, a través de estas últimas crisis, han caído en la pobreza. Tenían un negocio, tenían un bar, tuvieron que cerrar y los pobres se quedaron ahí y están mucho mejor considerados que los pobres de toda la vida, que era la gente que ya estaba en esas bolsas de pobreza y que se consideran culpables.
Hay muchas referencias de cine y series en el libro. ¿Cómo ha retratado el audiovisual a los pobres?
Por ejemplo, en el libro menciono brevemente la película de El Rey pescador, de Robert Williams, que que yo creo que retrata una idea también muy medieval que era la del mundo paralelo de los pobres, donde hay un rey de los pobres, y los pobres son como unas personas muy excéntricas, casi visionarias. Era una época donde el pobre no estaba tan mal visto, porque era un instrumento para que los ricos pudieran dar limosna y se pudiera ganar el Reino de los cielos. El pobre, en aquella época, tenía su función social dentro del ecosistema social, tenían una función. Ahora, con la hegemonía neoliberal, el pobre está completamente fuera de esa onda. Esta es una forma en la que se ha retratado. Yo creo que el pobre, el pobre de calle en el cine estadounidense se ha tratado de forma muy estereotipada, porque en la misma sociedad estadounidense, la persona sin hogar que está en la calle, que ha perdido la cabeza, que arrastra un carro con bolsas, también se ha convertido en una especie de personaje del paisaje y porque muchas veces se le considera también culpable de su situación.
Hablas de la meritocracia. Todos sabemos que no existe, pero tú dices, además, que es perjudicial el mero hecho de mencionarla o de seguir usándola como baremo, ¿por qué?
Eso no existe en el sentido de que la sociedad no da premios en virtud del esfuerzo de cada uno y de los méritos. Sin embargo, aunque no exista, parece ser que es deseable que llegue algún momento. No existe la meritocracia, pero día debería llegarse a eso, pues hay gente como César Rendueles o como Michael Sandel, que es Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Humanas, que dicen que ni siquiera sería eso lo deseable, que lo deseable sería que hubiera igualdad. Porque, por ejemplo, según dice Sandel, la idea meritocrática también puede generar polarización social. Porque al final le estás diciendo a la gente pobre que no tiene talento, ¿por qué la gente sin talento no puede tener una vida digna si el talento es algo que se hereda?
Ahora que hay huelgas en Francia, ¿por qué en España apenas hay movilización si tenemos tanta pobreza?
Yo creo que hay varias razones. En Francia casi es una tradición hacer la revolución. En España yo creo que, por un lado, venimos un poco agotados de un ciclo que tuvo mucha acción política, desde la crisis anterior del 15M. Ha habido un momento muy turbulento y que ha que ahora repetirlo es como que la gente no tiene fuerzas. La ilusión y la indignación también tienen un una gasolina que se va gastando y que hay que reponer. Y luego también porque el debate, por el interés de la derecha, se está centrando mucho en cuestiones culturales como el aborto, la idea de España, lo trans, lo LGTB, en fin, todas estas cosas que está copando el debate público. Yo creo que a la derecha le interesa que eso esté en el debate público y no tanto los temas relacionados con el bienestar material y la pobreza.
España es el país más desigual de Europa occidental, ¿por qué obviamos esto? ¿nos da miedo que rompa la imagen exterior como país?
Es una tesis del libro fundamental. Es que España se cree mejor de lo que es, ofrezco algunos datos de encuestas de lo que piensa la gente de España, después del milagro español de la España va bien de Aznar o el estamos en la Champions League de Zapatero. Todo eso iba muy bien, hasta que cascó en el 2008, Hay una inercia de optimismo que continúa y seguimos con la misma idea que teníamos a principios de siglo, cuando España era la leche. Creo que cuesta aceptar la triste realidad de que hay unas tasas de pobreza que, para mí, son inaceptables, una desigualdad que, para mí, es inaceptable y que España va mal.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...