Indiana Jones se revuelca en la nostalgia en una entrega que homenajea a Harrison Ford en Cannes
La quinta entrega del arqueólogo más famoso del mundo quiere buscar nuevos espectadores sin dejar de lado la esencia de la saga creada por George Lucas y Steven Spielberg con un Harrison Ford en plena forma que acaba de recibir su Palma de Oro honorífica en Cannes
Cannes
Hay dos tipos de nostalgia: la mala, esa que hace que quieran volver vetustas y peligrosas costumbres y recortar derechos conseguidos en los últimos años, y la buena, esa que dignifica el pasado sin olvidar que el presente y el futuro son lo importante. Indiana Jones y el dial del destino, quinta entrega de la famosa y legendaria saga creada por George Lucas y Steven Spielberg, se ubica por suerte en esa última acepción de la nostalgia. En realidad, esa está siendo la tónica de este Festival de Cannes, donde se ha presentado fuera de concurso el filme. El certamen ha conjugado eso de homenajear y reividindicar un tipo de cine que todavía sigue siendo relevante y por aunar lo que será el futuro del cine europeo y americano. Así, hemos visto a Michael Douglas, a Pedro Almodóvar, a Harrison Ford y veremos a Scorsese, junto a nuevos directores que tratan de consolidarse y otras que debutan por vez primera en la Croissette.
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Esa mezcla de lo nuevo y lo viejo es la que marca la historia de Indiana Jones, dirigida por James Mangold, que debutó precisamente en Cannes, en la Quincena de Realizadores con Heavy (En otro mundo). De ahí, la emoción de verse en el Lumière rodeado de estrellas, amigos, según el director, y aplaudido a rabiar tras la proyección de la película. La emoción embargaba a los espectadores del pase de gala, al que pocos periodistas consiguieron acceder. Emoción que contagió al gran protagonista, Harrison Ford, actor que recibía la Palma de Oro honorífica por sorpresa a sus 80 años.
De hecho, fue a principios de los ochenta, cuando Spielberg y Lucas revolucionaron el cine de aventuras hollywoodiense con este personaje de Indiana Jones, arqueólogo capaz de dar todos los mamporros posibles y defender el orden del mundo a través de salvaguardar la historia. Exotismo, intriga, humor y un encanto genuino eran los atributos de un personaje que encarnó Ford, actor que en aquel momento ya tenía un gran caché gracias a Star Wars, Blade Runner y American Graffiti, películas de ese grupo de barbudos que iba a revolucionar el cine americano.
De estas películas, Blade Runner ya ha tenido su revisión de la mano de Denis Villeneuve, sucesor de aquel grupo de directores. Star Wars es quizá la franquicia que mejor ha sabido adaptarse al cambio generacional de sus espectadores y ahora veremos qué tal funciona la vuelta de Indiana Jones en este momento donde los espectadores jóvenes han vuelto a las salas.
Primera película sin guion de George Lucas
Esta es la primera película de Indiana Jones que no ha escrito el fundador de Lucasfilm, George Lucas, aunque el ejecutivo produce junto a Steven Spielberg, quien también cedió la silla de director en la saga por primera vez a James Mangold. El director de Copland, Inocencia interrumpida, Logan o Le Mans 66, cumple con creces en una entrega que, acorde con las modas de los blockbusters del momento, alarga en exceso el metraje. Un prólogo largo que nos sitúa de en 1939, año en el que se creó Cannes y en el que los tambores de guerra sonaban con fuerza. Los nazis ya perseguían una reliquia que podría cambiar el tiempo de la historia, pero ahí estaba Indiana Jones y su escudero, el profesor Shaw para impedirlo. La tecnología nos brinde de nuevo a un jovencísimo Ford subido en un largo tren dando mamporros a los soldados alemanes.
Tras el prólogo, saltamos a 1969, año en que sonaba Magical Mystery Tour de los Beatles. Año en el que el profesor Jones va a jubilarse y a divorciarse, hasta que le lleva otra nueva aventura, de la mano de su ahijada, Phoebe Waller Bridge, contrapunto perfecto que aporta carisma y humor a la saga. Juntos se embarcan en una aventura para parar de nuevo las ansias de poder de los nazis.
Significativa la fecha elegida, el año en el que Estados Unidos llegó a al luna. La ciencia había conquistado el espacio, ahora faltaba conquistar el tiempo. Para ello, las matemáticas de Arquímedes, el inventor y científico griego que dejó escrito, según la saga, un código secreto en Siracusa sobre cómo lograr viajar en el tiempo. Y en ese viaje, los nazis quieren volver a dominar el viejo continente. Lo que no sabía Arquímedes, ni Indy es que los nazis o, más bien, su ideología, volverá a resurgir en tiempos de zozobra hasta 2023.
Las escenas de acción finales elevan el nivel de una película que anda todo el rato en esa línea entre lo viejo y lo nuevo. La película puede leerse también como una manera de entender el cine, como algo comercial, al que sacar dinero, lo que sin duda es para muchos ejecutivos el regreso de Indiana Jones, o como algo que preservar para la historia del cine. Como el dilema al que se enfrenta el personaje de Waller-Bridge de hacerse rica vendiendo las reliquias arqueológicas o preservaras para que el curso de la historia no cambie.
La saga ha contado con nuevos rostros como los de Mad Mikkelsen, villano llamado Voller, un personaje inspirado en un verdadero nazi convertido en ingeniero de la NASA, además de Phoebe Waller-Bridge y Antonio Banderas, que mete un par de frases en español y una bandera española, la primera que ondea en esta saga, que recorre Grecia, Italia, Francia, Marruecos y para acabar, de nuevo, en el Nueva York de 1969, con uno de los finales más bonitos de una película de aventuras.