Nathan Devers: "Las pantallas no son una amenaza para la literatura, sino una oportunidad para reinventar el lenguaje"
El escritor nos presenta 'Los vínculos artificiales', una novela sobre los límites entre la realidad y el metaverso. Preocupado por las redes sociales y la inteligencia artificial, Nathan Devers nos invita a habitar el mundo como poetas y a aprovechar las amenazas para reinventar la literatura
Nathan Devers: "Las pantallas no son una amenaza para la literatura, sino una oportunidad para reinventar el lenguaje"
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Alizanza de Novelas acaba de publicar el primer libro en español de Nathan Devers (1997), escritor y profesor de Filosofía francés. 'Los vínculos artificiales' es una novela sobre los límites entre la realidad y el metaverso, con la que fue finalista de los premios Goncourt y Renaudot 2022. La novela, todo un fenómeno editorial en Francia, ganó además el Premio Choix Goncourt de l’Orient 2022. 'Los vínculos artificiale's es la historia de Julien, un veinteañero parisino que al no encontrar su sitio en la sociedad, se refugia en un metaverso. El Antimundo es un videojuego inmersivo, una realidad virtual a la que se apuntan millones de personas en todo el planeta. Una reproducción, no obstante, del mismo sistema que manejamos o nos maneja en la vida real.
¿Te gustan los videojuegos? ¿A cuáles has jugado o juegas? y ¿qué valor artístico tienen?
Me encantan, me encantan los videojuegos y creo que son un arte total. Cuando hablamos de videojuegos, solemos centrarnos en el entretenimiento, el ocio y hay mucha caricatura también, se dice que los videojuegos son alienantes, que te dejan tonto, que son violentos, etc. Lamento estas caricaturas, creo que un gran videojuego no solo es una obra de arte, en el sentido de que el arte configura un mundo, crea un universo. No solo es escribir una historia, es crear toda una atmósfera completa. Y los videojuegos hacen eso y además exigen un arte total: requiere grafismo, guiones, música y arquitectura al mismo tiempo. Así que hay algo demiúrgico y fascinante en los videojuegos. A mí lo que más me interesa, puede resultar un poco extraño, son los videojuegos realistas, no tanto los que imaginan universos completamente locos, burlescos o así. Me interesa más lo que tiene que ver con la simulación. Simuladores de vuelo, por ejemplo, es increíble, he jugado a muchos simuladores de vuelo y un día tuve la oportunidad de pilotar un avión real, con alguien, evidentemente. Pero es cierto que después de haber pasado tantas horas en un simulador de vuelo en pocos minutos, había algunas cosas que podía hacer. Pero para mí, el gran videojuego es GTA. Gran Theft Auto reproduce regiones enteras, tarda quince años en lanzar una obra, emplea a docenas de arquitectos, diseñadores gráficos, que viajan a Estados Unidos, a Los Ángeles para construir ese universo, cada edificio, cada calle, todo un universo cultural muy bien reproducido. Creo que es uno de los mejores videojuegos que se han creado o imaginado.
Dices que el metaverso es la metáfora del mundo en el que estamos ya. Eres veinteañero, como Julien, el protagonista de tu novela. Los vínculos artificiales es un retrato de la juventud de hoy, de los veinteañeros de hoy. "Ansiedad, síndrome del impostor, decepciones, apatía: el pasar el tiempo y no hacer nada; frustraciones, adicción a las pantallas". ¿Cómo es Julien, cómo son los jóvenes de hoy?
Hay una página de mi novela en la que se define a sí mismo como un perdedor e incluso como un pobre tipo que vive en un mundo de imbéciles, de gilipollas. De hecho, es en cierto modo la encarnación de alguien que habría sufrido todo lo que la sociedad tiene hoy de desigualdad, de injusticia, de coacciones, presiones, limitaciones. Es alguien que siente que no tiene lugar en el mundo y que la realidad no es habitable para él, a todos los niveles. Económicamente, todas las ciudades europeas se están volviendo cada vez más caras. Aquí es donde nos preguntamos cómo podrá mi generación apropiarse de la realidad, que es prohibitiva. Hoy es casi imposible convertirse en propietario de una vivienda en la ciudad en la que se quiere vivir. Simboliza una dificultad de acceder a lo real. Es alguien que tiene sueños, le apasiona la música, pero sus condiciones laborales son alienantes por la uberización de la economía. El mundo laboral está en crisis. Sentimentalmente, tiene la impresión de que el amor es una idea hortera e imposible. Y en las cien primeras páginas trato de hacer la genealogía de la adicción a las pantallas, porque mi personaje es completamente adicto a las pantallas y pasa mucho tiempo frente al teléfono, al ordenador, etcétera, como mucha gente de nuestra generación. Pero intento no juzgarlo y hacer la pregunta: ¿Por qué Julien, como nuestra generación, siente la necesidad de evadirse de la realidad? Y en la palabra evadirse está la idea de la prisión, como si la realidad fuera carcelaria.
Insatisfechos y sobreestimulados. ¿Hay cada vez más geek: "personas a las que la vida real les desagrada"? Estamos tan agotados por la realidad que nos gusta mirar mucho al pasado, con nostalgia, o al futuro, imaginar otros futuros. ¿Se ha vuelto insoportable el presente?
Sí, absolutamente. El mundo de las pantallas, en cierto modo, creo que es el tema más antiliterario. En primer lugar, es un mundo en el que no hay concentración. Estamos todo el rato en las redes sociales, haciendo skroll, añadiendo contenido... Es un mundo que, entre comillas, socava el lenguaje literario. Y, en general, observamos que las generaciones más jóvenes leen menos y pasan más tiempo frente a sus pantallas. Ante esto, hay dos soluciones. La primera solución, hay escritores que lo dicen y lo respeto, que las pantallas acabarán con los libros, que esto es un desastre y que hay que defender los libros a la antigua usanza, porque es escandaloso que los jóvenes ya no lean o que lean menos. Yo he intentado hacer lo contrario, en esta novela he intentado reconciliar el libro y las pantallas. Si tengo que definir la literatura, para mí su misión es hablar de lo que no es literario, salir de su espacio natural, ponerse en peligro, comprometerse. Si las pantallas ponen en peligro a la literatura, aquí es donde se vuelve interesante para la literatura, para salir de sí misma, ir a ver este universo, ver lo que puede ser peligroso, pero también profundamente poético. Y todas las revoluciones literarias y artísticas son una reinvención profunda de sí mismas cuando están amenazadas. No creo en una literatura formal, inmutable en el tiempo, clásica y antigua. Todo lo contrario, la literatura está viva cuando se ve obligada a revisar las cosas desde el principio y a reinventar su lenguaje.
"Hay quien se refugia en el arte", leemos en el poema Playmobil. ¿Ha dejado la cultura de ser un refugio? Al final es por lo que se interesan los antihumanos en el Antimundo. ¿Es una oportunidad de acercar el arte, la música clásica o la poesía a los jóvenes a través de videojuegos o del metaverso?
Sí, totalmente. Para mí, el mejor ejemplo está en la poesía. Hoy la poesía es un arte que, al menos en Europa, ya no tiene muchos lectores. Hablo de poesía contemporánea, no hablo de poesía clásica. Hay poetas contemporáneos, pero no son los libros más vendidos en absoluto. Es paradójico porque vivimos en una era de velocidad, de la instantaneidad, de baja concentración. Y la poesía es el género literario de la velocidad precisamente. Si hay un género literario que deba resurgir de sus cenizas, y así lo espero, es el de la poesía. Pero no puede ser una poesía clásica, no creo ni que pase por escribir un poema. La pregunta que planteo en el libro es: ¿Quiénes son los poetas del mundo contemporáneo? Hay experiencias profundamente poéticas que se pueden reproducir en las redes sociales. Veo que hay muchas cuentas de Instagram dedicadas a la poesía, donde la gente escribe sus poemas. Y creo que es genial. Demuestra que hay una necesidad de poesía. Hay experiencias poéticas que pueden darse en los videojuegos, en el metro... y esa es la cuestión y es mi sueño, presenciar este renacimiento, esta reinvención de la función del poeta en la sociedad, desempolvarse y darse cuenta de la importancia de habitar el mundo como poeta.
"Julien y May duermen juntos en la oscuridad, pero cada uno aislado en su noche interior, buscando un sol del que no quedaba nada". ¿No es este el sentir de las nuevas tecnologías? Nos han conectado, juntos en la oscuridad, y nos han aislado, cada uno en su burbuja virtual. "Una era, la de Twitter y Tinder, que separaba a las personas creyendo que las unía", leo. Te planteo la pregunta que se formula Adrien Sterner, el creador de este Antimundo: ¿para qué ha servido internet desde su creación?
La paradoja es que Internet, toda esta revolución digital, se creó por personas que tenían muy buenas intenciones y que querían emancipar a la humanidad, estrechar lazos entre la gente. Tenían una utopía, que a veces provenía de las contraculturas, de la disidencia. La biografía de Steve Jobs es muy interesante, más allá de ser un multimillonario, estaba muy interesado en la contraculturaa y en crear más vínculos entre las personas y que estos lazos no dependieran de las limitaciones de la vida real, empezando por las geográficas, que se pudiera interacturar con personas muy lejanas, entablar amistad con extranjeros y poder vivir experiencias distintas hablando con todo el mundo. Crear amistades. El concepto de amistad de Facebook es importante: multiplicar la amistad, multiplicar el amor, multiplicar la libertad... Pero pasados los años, las redes sociales nos han separado en vez de juntarnos. ¿Las redes sociales no han creado más soledad que solidaridad? Cuando digo redes sociales, me refiero también a las aplicaciones de citas. ¿Realmente hay muchas parejas que se forman gracias a una app de citas? ¿Las aplicaciones de citas crean realmente un vínculo romántico o erótico entre la gente? ¿O lo elimina o lo debilita? ¿No han sido las redes sociales bastante divisorias? Esto es lo interesante, los dueños de estas empresas, que inicialmente eran muy utópicos, hoy son autoritarios y peligrosos. Estoy pensando en Elon Musk o en el papel que jugó Facebook en la elección de Donald Trump. Y Twitter. Gente que tiene un poder que puede conducir a la división e incluso a la destrucción del debate democrático.
En Los vínculos artificiales hay humanos y antihumanos. Está mundo y el antimundo, ese universo virtual. Una pregunta que se ha humanidad y a través de la filosofía en particular, es qué nos hace humanos. Pero cobra más sentido hoy con el avance de las inteligencias artificiales. Como profesor de filosofía te pregunto: ¿Qué nos diferencia de ellas, qué dirías tú que es lo que nos hace humanos?
La primera primera sensación que tengo es que la inteligencia artificial acabará sustituyendo a los humanos. Mira el chat GPT, pensábamos que teníamos el monopolio de ciertas formas de inteligencia y al final un algoritmo lo hace igual de bien que nosotros, mucho más rápido y, a veces, con más calidad. Podemos considerar que hoy estamos presenciando el desdibujamiento de lo que es propio del hombre. Todo lo humano es susceptible de ser mecanizado. Hay filósofos que piensan así. El gran movimiento cibernético de la década de 1940 en los Estados Unidos, que tuvo una gran influencia y que sigue teniéndola, se basa en la premisa de que el hombre y la máquina son lo mismo. Pero hay una segunda visión, con la que coincido más, que dice que la inteligencia artificial es un espejo de cómo nuestra propia inteligencia se representa a sí misma y es un espejo engañoso, en la medida en que nos permite ajustar nuestra definición de lo que es humano. Así que sí, la máquina puede calcular, deducir y sintetizar datos mucho mejor que yo. Pero una cosa que no puede hacer en principio es tener una experiencia autorreflexiva. Reflexionar, ser consciente de sí misma, tener sentimientos. Es tener lo que en filosofía llamamos conciencia fenomenológica. Conciencia relacional. Es minúsculo, pero es lo característico del hombre. Lo bueno de la inteligencia artifical es que nos ha permitido tener un mejor conocimiento de lo que somos.
De momento están causando también problemas de salud mental. El suicidio es un tema muy importante en tu libro. Una sociedad fatigada y deprimida, como recoge Sterner en su discurso, que fomenta el suicidio entre los jóvenes y con las nuevas tecnologías. ¿Te preocupa en este sentido?
Sí, sí, absolutamente. Es un tema extremadamente difícil, el del suicidio, porque creo que el suicidio se puede contar, pero no se puede explicar. Tiene algo de misterioso el acto del suicidio y debe seguir siéndolo. De hecho, lo que quería hacer en la historia de esta novela era no dar causas para el suicidio de Julien. Uno puede pensar que Julien ha sido asesinado en cierto modo por las pantallas, por las redes sociales, por personas virtuales que lo han vaciado de sí mismo y que las redes sociales serían una especie de máquina de sufrimiento o de muerte. Pero hay una segunda lectura, la que hace Julien, que ve su suicidio casi como un acto indiferente o como una forma de liberación, ya que él ya existe virtualmente y en el mundo virtual está su mejor yo. Así que su suicidio es crístico, hay un alma que ha permanecido y el cuerpo ya no tiene valor. Es complicado decir que las redes sociales en sí mismas son responsables del suicidio. No obstante, tenemos que analizar una cosa: todas las personas a las que las redes sociales les han arruinado la vida, aunque no se hayan suicidado, pero todo el sufrimiento que han creado las redes. Es lo que trato de hacer en este libro de forma ficticia. Es interesante preguntarnos qué ha pasado en todas estas vidas destruidas por el acoso en Internet, la pornografía de venganza, la difamación, las noticias falsas y toda la mierda que se escribe en redes sociales. No es el mismo grado de sufrimiento, pero gente que ha suspendido exámenes por las redes sociales, que se han separado, roto sus relaciones, que pierden su tiempo y su concentración. Las redes sociales son también un dispositivo que crea sufrimiento e incomodidad.
Se habla mucho del lenguaje de los haters. ¿Es el metaverso un campo abierto como lo está siendo ahora Twitter para el odio, la violencia, el lenguaje de los haters? A propósito de los haters, se reflexiona mucho sobre el anonimato. "Los encantos del anonimato", leo. ¿Cuáles son esos encantos?
El encanto del anonimato es la idea de convertirse en otra persona, el poder desplegar otra identidad en algún lugar. Es lo que haces cuando imaginas, cuando sueñas despierto, que sales de ti mismo. Ahí está ese encanto. También puede ser útil, en regímenes autoritarios, cuando la gente escribe cosas en Twitter anónimamente, para no meterse en problemas. Pero esta es la excepción. El anonimato en las democracias creo que es muy problemático porque hay gente, no solo los haters, que escriben cosas falsas y no asumen su responsabilidad, no se les sanciona. Cuántas personas no han rendido cuentas por sus acciones, ni sabemos quiénes son. Cuando Elon Musk compró Twitter, vimos que hay un número incalculable de cuentas falsas, cuentas gestionadas por bots, de las que no podemos saber quién hay detrás. Usan alias falsos, no dan la cara y escriben horrores, mentiras, insultos, difamaciones. Es un problema sobre el que reflexionar, no hay necesariamente que prohibir el anonimato, no sé, no soy abogado, pero sí exigir responsabilidad en las redes. Estoy a favor de la total libertad de expresión, pero solo con una condición: que se pueda responder por lo que se ha dicho.
"No hay planeta B" es uno de los lemas de la juventud que protesta contra el cambio climático. No hay planeta B, pero podemos crear un mundo alternativo virtual. Un mundo al final igual de violento y de capitalista. ¿No hay alternativa al capitalismo? "La vida terrenal no deja de devastar el mundo: inexorablemente, crea sus antimundos", leo.
Es muy interesante esta pregunta. Diría que mi libro es una crítica a la idea del paraíso. La idea de que la verdadera vida está en otro sitio, que la felicidad se encuentra en un antimundo y que hay que obedecer a una utopía para lograr la felicidad colectiva. El concepto de paraíso puede ser religioso, puede ser político en el caso de las ideologías y puede ser tecnológico en el caso de una revolución digital. Yo creo que el único paraíso posible solo existe en la realidad y esto es una declaración política muy concreta. En otras palabras: ante la violencia del capitalismo, ante las desigualdades de una sociedad neoliberal, me parece que todas las lecciones políticas del siglo anterior son que la respuesta no debe ser refugiarse en una ideología, fuera de la realidad y esperar a que llegue una revolución o modelo alternativo dentro de mil años. Mi definición es minimalista de la política: cada uno puede hacer política a su nivel. Cualquier escritor, artista, profesor, actor de teatro, granjero, restaurador... Todos pueden crear en su entorno pequeñas experiencias de realidad política, de realidades políticas alternativas. Y esto es lo que debemos intentar. Actuar políticamente no a través del gran prisma del estado, de la acción política ideológica y clásica.
Me encanta el consejo que le da el Serge Gainsbourg virtual con el que se encuentra en el Antimundo: "¿No sabes en qué ocupar tus días? Pues vacíalos: no hacer nada es un arte".
Sí, hay que hacer un elegio del aburrimiento y ahora necesitamos encontrar de nuevo el aburrimiento. El aburrimiento es precioso y es la cosa de la que más huímos en nuestra sociedad, se ha vuelto imposible aburrirse. La sociedad está completamente saturada a todos los niveles, lo que la convierte en una sociedad extraña, donde al mismo tiempo es difícil encontrar la soledad. Cuando decimos que estamos en un mundo individualista, no es del todo cierto porque no podemos tener individualidad. No puedes estar tranquilo, constantemente recibiendo enlaces que ver y leer. Y el aburrimiento es la escuela del vacío, es la escuela de llenarse de vacío. Es la escuela del largo plazo, de la duración del tiempo, la escuela de la inspiración, de la languidez, en cierto modo es la escuela de la mansedumbre. Deberíamos dar clases de aburrimiento en la escuela, aprender a aburrirnos.
Una pregunta más sobre los jóvenes de hoy y del futuro ¿Es una generación de mimados por sus padres y por la sociedad, como describes?
En primer lugar, estoy en contra de toda la retórica que dice que somos una generación de idiotas, de imbéciles, de personas que ya no saben hacer nada, que no pueden concentrarse, que son una especie de niños mimados. No creo que sea cierto. Creo que nuestra generación ha sido presa de una serie de dispositivos extremos que pueden resultar muy alienantes. Hay una diferencia muy grande entre mis padres, que han vivido más de la mitad de sus vidas sin redes sociales, y los de ahora, que viven en el mundo real y que también entran en el mundo virtual, porque lo conocen desde pequeños. Mi novela no es una crítica de lo virtual, sino de lo real. Nuestras sociedades occidentales, nuestras generaciones viven en una sociedad bloqueada, pero llena de promesas, hay mucha esperanza. Lo veo dando clases de Filosofía, jóvenes apasionados, que quieren encontrar de nuevo el sentido a todo. Resumiento, creo que esta es una generación que necesita sentido en un mundo en crisis de sentido, que ha perdido el sentido, y creo que es una generación que puede transmitir nuevos sueños en un mundo que necesita poesía sobre todo. Creo que hay necesidad de poesía en un mundo que no es muy poético. Y como decía Hölderlin, donde crece el peligro, crece también lo que nos salva.