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Justine Triet, la directora que ha ganado la Palma de Oro y que cuestiona la reforma de pensiones de Macron

La realizadora fue una de las renovadoras del cine francés y lleva cuatro películas demostrando que sabe compaginar las buenas críticas, los festivales y la taquilla

Fotogramas de El reflejo de Sybil, Los casos de Victoria y La Batalla de Solferino de la directora francesa Justine Triet, ganadora de la Palma de Oro en Cannes 2023 / CEDIDA

Fotogramas de El reflejo de Sybil, Los casos de Victoria y La Batalla de Solferino de la directora francesa Justine Triet, ganadora de la Palma de Oro en Cannes 2023

Hace diez años, en 2013, la revista francesa Cahièrs du cinema, cuna de la crítica europea y emblema de la cinefilia de autor, dedicó un reportaje a una serie de creadores e intérpretes galos que renovaban el cine francés en aquella edición del Festival de Cannes. Entre esos nombres destaca a Justine Triet, la directora que, con su cuarta película, ha ganado en ese mismo certamen, un festival difícil para las mujeres. Algo así como “Hay futuro”, venía a decir aquel reportaje que elegía a Triet como una de esas nuevas voces. Han pasado diez años de ese momento y la realizadora con su última, Anatomía de una caída, acaba de hacer historia y ganar la tercera Palma de Oro para una mujer directora.

La batalla de Solferino fue la puesta de largo en la sociedad cinefila francesa de esta directora. Una historia que tenía mucho de político y también de generacional. Triet venía del documental y eso se notaba en una película que ocurría en un momento concreto y real: la celebración de la victoria electoral del socialista François Hollande y una crisis de pareja que se desarrollaba en medio de aquel momento político y social. La protagonista era una periodista que debía cubrir la noche electoral, mientras que su ex pareja aprovechaba para romper el régimen de visitas e ir a por los hijos de ambos.

Con la comedia sexual Los casos de Victoria inauguró la Semana de la Crítica de Cannes en 2016, tres años después. Y en 2019 volvió al certamen, a la competición, con el thriller El reflejo Sybil, que protagonizaba Virginie Efira. Un juego de espejos que contaba la historia de una terapeuta que decide volver a dedicarse a la que es su verdadera pasión: la escritura. Para poder hacerlo deja de ver a todos sus pacientes, salvo a una loca actriz.

Entre ese grupo de nuevos cineastas, ahora ya en la cuarentena, se encontraba Arthur Harari, actor y director, también guionista de sus películas y pareja de Triet, con quien tiene dos hijos. Esta es, de hecho, la primera película en la que da voz a un niño. “La película comienza con un chico que tiene total confianza en la madre, pero luego esa confianza se derrumba y se encuentra casi en la posición de un miembro del jurado que tiene que decidir si su madre es culpable o no. Y nunca sabremos si su testimonio es verdad o no. Creo que es la primera película en la que doy voz a un niño”, reconocía en la rueda de prensa del festival.

Feminista, combativa, pertenece al Colectivo 50/50 que este año ha llenado la ciudad de Cannes con mensajes contra el festival y la decisión de incluir a Johnny Depp en la sección oficial, acusado de violencia por su ex pareja y en pleno proceso judicial. Así se entiende su discurso al recoger la Palma de Oro, el único en todo el certamen que ha hablado de la actualidad francesa, es que ha paralizado ciudades, aeropuertos y carreteras y que amenazó con apagar Cannes. "Este país se ha visto inmerso en una respuesta histórica, unánime y poderosa a la reforma de las pensiones Esa manifestación ha sido negada, reprimida, de una manera tremenda. El poder cada vez está más desinhibido, en todas las esferas de la sociedad y el cine no es una excepción. La mercantilización de la cultura que defiende el gobierno neoliberal está en proceso de romper la excepción cultural francesa. Esta misma excepción cultural sin la cual no estaría hoy aquí ante ustedes". Además, aprovechaba para dedicar el premio a todas las jóvenes directores y los jóvenes directores. "Incluso a las que no pueden rodar", decía la directora.

Protagonizada por la alemana Sandra Hüller, junto a Swann Arlaud, Antoine Reinartz y Samuel Theis, Anatomía de una caída cuenta el juicio de una mujer, madre de familia, escritora con relativo éxito, acusada de haber asesinado a su pareja, otro escritor, que apareció muerto a los pies de una casa en la nieve, en Grenoble. Es el hijo de ambos, de doce años y con un problema en la vista tras un accidente, que descubre el cadáver y quien tendrá la última palabra sobre la inocencia o culpabilidad de su madre.

La propuesta de la directora ha sido la de hibridrar varios géneros, jugar con lo autobiográfico y lo generacional y hablar de temas cotidianos. “Desde el principio, la idea que tuve era la de contar una pesadilla, la de preguntarme qué sería de mi vida si mi espacio privado, mi esfera íntima se abriera a los demás, cómo la miraría el resto de la sociedad. Partí de esa propuesta y luego también tenía muchas ganas de hacer una película judicial”, decía sobre su último filme para el que elige el thriller judicial, el melodrama y la comedia para contar un juicio y reconstruir el crimen que la justicia trata de dilucidar. Como en El reflejo de Sybil, la directora se adentra en la psicología de sus personajes, siempre con una sospecha, pero también con carisma. La directora va dejando pistas de lo que pudo ocurrir en esa casa, antes del accidente o asesinato. Reconstruir la historia a partir del testimonio hablado en el juicio, de recuerdos y de memoria y de escenas donde el sonido y la imagen muestran ciertas disonancias, porque la verdad no es de un solo palo.

Como en sus películas, las mujeres son complejas, guardan secretos y cometen errores. De ahí que no sean aceptadas por la comunidad, como le pasa al personaje de Sandra Hüller, una escritora seca, prepotente y alemana, que no tiene nada que ver con el entorno francés donde se ha criado su marido. Celos profesionales, celos sexuales, infidelidades y reparto de tareas, temas que están en una sociedad de clase media alta y que dinamitan la manera en la que se ha configurado el rol de las mujeres y los hombres en el matrimonio o la pareja.

En esta cautivadora película, la directora francesa hace además otra cosa interesante, explorar la relación que cada uno de nosotros tenemos con la ficción, con las narrativas y los símbolos. En realidad, Anatomía de una caída es una clase de semiótica, sobre cómo puede interpretarse un signo, con el magnífico ejemplo de una grabación de una pelea, o la lectura de uno de los libros de la sospechosa, escritora que usa la autoficción, lo que la hace todavía más sospechosa al hablar de los traumas íntimos de pareja en sus escritos. Narrativas reduccionistas como las que hace la prensa, los abogados acusadores y que son capaces de condenar a inocentes, aunque la película no se mete a descubrir el misterio, sino simplemente cómo el misterio cambia dependiendo del relato que se cuenta de él. En esas narrativas se encuentra, por supuesto, el machismo. Y es que para determinar si es culpable, se analizará su vida sexual, la forma en que cuida de su hijo, su carrera y su rol como vecina

Triet estudió Bellas Artes en París, se especializó en pintura pero al cabo de dos años, bajó el entusiasmo por esa práctica artística. Dio clases de historia del cine y descubrió todo lo que una cámara podría brindarle. En realidad, debutó con un documental, Sur place, que rodó dentro de los museos franceses. Después llegaron Solférino y Des ombres fans la maison. Dos trabajos, donde mostraba su compromiso social y político, imprescindibles para el desarrollo de su primer largo de ficción, La batalla de Solferino. Dice que su táctica es la de poner a actores en el centro de situaciones reales, lo que hizo en su ópera prima, donde metió las cámaras de cine en el centro de París. Allí, el actor Vincent Macaigne, uno de los descubrimientos de esa generación, se mezclaba con los simpatizantes socialistas e incluso llegó a ser parado por la policía secreta. Mientras que a la actriz, Laetitita Dosch, la gente la paraba para decirle que la seguía en televisión, cuando nunca había trabajado en un telediario. Sin embargo, nadie impidió su trabajo, la gente siguió participando de una alegría espontánea que había alejado a Sarkozy del poder.

Dice que sus referencias son John Cassavetes y James L. Brooks, que de ellos ha bebido en su cine, sobre todo en su último trabajo. La película que le hizo amar el cine fue Así habla el amor, de Cassavetes, que vio con 15 años. Cita como influencias a Frederic Wiseman -gran maestro del documental- y a Shirley Clarke, a los que descubrió en la facultad. Y por supuesto, la comedia americana, esa que aparece en momentos determinados de sus películas y que aligera las historias. Billy Wilder y Judd Apatow y el realismo de la serie The Wire, así como Jo, ¡qué noche!, de Scorsese. Comedia, relaciones de pareja y compromiso político, esas han sido las constantes en su breve pero incisiva carrera.

Para Anatomía de un instante citaba a la escritora americana Joan Didion como una de las inspiraciones para aunar relato friccionado e historia personal. “Me gustaría citar a alguien que quiero mucho, es Joan Didion que dijo que ella resolvía los problemas de su vida con lo que escribía junto a su marido. Eso me parece genial. Ella decía que así encontraba respuestas. Yo creo que no las he encontrado, que no he resulto nada, pero en todo caso, es la manera que tengo de contar historias, la escuchar las cosas que he vivido. Aquí hay muchas cosas mías, pero por suerte no es una autobiografía. Para mí esa mezcla es complicada, porque me encanta la ficción, me parece que es el lugar donde podemos escondernos de verdad, es lo que hace el personaje de Sandra. Creo que es imposible hacer películas sin hablar de uno mismo”, decía la ganadora de la Palma de Oro, cuyo nombre se suma ya a la historia del cine francés.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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