Vincenzo Latronico, el escritor que refleja la nostalgia de una generación adicta a Instagram
El escritor italiano publica en Anagrama Las perfecciones una novela sobre la crisis existencial de una pareja en medio de la gentrificación y la cultura visual de las redes sociales
El mundo se ha convertido en una pantalla. Los móviles son una extensión, una prótesis, diría el filósofo Bruno Latour, del cuerpo humano. Y eso tiene consecuencias. Efectos en el comportamiento diario, en nuestra relación con los otros, pero también en un estado de ánimo. El mismo sentir que refleja el escritor italiano Vincenzo Latronico en su novela Las perfecciones, editada por Anagrama. Una reflexión sobre la digitalización y gentrificación en las sociedades actuales, en una novela generacional, que ha ganado el Premio Mondello y que forma parte de las seleccionadas al LXXVII Premio Strega.
“No quería explicar la genealogía. Lo que quería era representar dos emociones, dos sentires, que no tienen un nombre y que pasan y que los tenemos dentro en esta vida digitalizada”, dice el autor en una entrevista en la Cadena SER. Se refiere a la tristeza que viene de esa toma de consciencia de que no estamos a la altura de nuestra propia imagen. “Es esa falta de seguridad, esa insuficiencia de no estar al nivel de lo que mostramos. Es decir, ahora estoy en la editorial Anagrama y estoy en una oficina elegante. Pero si estuviera en casa, tendría un fondo perfecto con plantas, libros, luces, pero si moviera la cámara, se vería el pijama hecho una bola, la caja de pizza…”
En la obra Latronico presenta a una pareja, Anna y Tom, jóvenes diseñadores que deciden instalarse en Berlín, donde creen que podrán hacer realidad sus sueños, como vivir sin ceñirse a convenciones, explorar nuevos espacios, encontrar su identidad. “Cuando miramos nuestro perfil de Instagram y vemos fotos de hace tiempo, por ejemplo, de unas vacaciones, pensamos en lo bonitas que son esas fotos. Se nos olvida si esas vacaciones fueron tristes o un desastre. Hay un contraste entre la realidad de la imagen y el recuerdo. Es entonces cuando sale esa melancolía”.
El novelista, nacido en Roma en 1984 y que también ha vivido en Milán, ha comentado que llevaba muchos años dándole vueltas a intentar explicar cómo nuestras vidas interiores han cambiado. Vivimos sumergidos en un flujo constante de imágenes, ideas, pensamientos desde que nos levantamos hasta que nos volvemos a acostar. “En gran medido, eso determina mi estado de ánimo, mis emociones, esperanzas, miedos y también incluso la imagen de mí mismo. Es una acción a distancia, invisible, como si fuera de la Providencia”, señala Latronico, que como sus protagonistas vive en Berlín desde hace unos, una ciudad donde la gentrificación ha llegado para quedarse y cuya imagen ha cambiado desde la llegada de Instagram.
La novela se ha convertido en un homenaje a George Perec. “No fue el punto de partida, pero sí apareció”, confirma el autor. “Estaba era buscando una manera de explicar la transformación de nuestro panorama, nuestra dimensión interior como consecuencia de la aparición del mundo digital en nuestra vida. Yo no quería escribir una novela con Instagram o con WhatsApp. No era eso. Lo que quería era representar una especie de transformación interior, espiritual, que es lo que yo percibo en mi vida y en la vida de las personas que me rodean”, explica. “Perec había conseguido contar la transformación interior que fue desencadenada por el consumismo. Con lo cual utilicé la misma caja de herramientas que este novelista”.
Otro de los temas de la novela es la crisis de la pareja y la transformación de los hábitos sexuales y sentimentales. “Una vez Kurt Vonnegut dijo que cuando pones el amor en una novela, ya es como un virus que lo contagia todo. Si sólo mostraba una persona sola, tendría que haber dado mucho espacio a la búsqueda del amor, del afecto y esto habría cambiado de rumbo la historia”, explica sobre uno de los aciertos del libro, la crisis existencial que vive una pareja no entre ellos, sino para con el mundo. “Es la historia de un colectivo, los expatriados en Berlín o en cualquier otra ciudad, de una generación determinada. No podía usar solo una unidad, un individuo, sino a un sujeto colectivo, quería colectivizar la experiencia que quería contar”.
Por ese motivo, casi no hay diálogo. Una decisión muy meditada: “El diálogo es el artefacto literario para representar el yo. En el diálogo muestras una voz, una personalidad. El diálogo siempre es de a dos, con lo cual, a través del diálogo, tú muestras la diferencia de perspectivas. Un diálogo es un duelo, un baile, un choque, algo donde hay dos individuos que negocian. Y yo no quería individuos”.
Las redes sociales y la dominación visual tienen también efectos políticos, explica el autor. “Son fenómenos que solo se pueden explicar a partir del hecho de que todos estamos en este flujo, por ejemplo, lo que ha ocurrido en Italia con el Movimiento Cinco Estrellas. O el lío con las vacunas”. Con todo eso, Latronico realiza un retrato generacional, de aquellos que ya nacieron en un estado de bienestar, que tuvieron luchas por no perder esas conquistas de generaciones anteriores, pero donde el compromiso social se ha ido diluyendo, quizá también por la amplitud y el ruido de esa industria visual del entretenimiento y la instantaneidad. “Yo prácticamente crecí en el mundo de después del 68. Yo recuerdo que con 14 años, en el 98, iba a las manifestaciones, de hecho, la primera que fui era contra los experimentos nucleares. En los 2000 estuve participando en un centro social okupado en Milán y ahí hacíamos activismo de ocupación. Ese desalojo, junto al fracaso del G8 en Génova creo que marcaron el final de una época política en Italia”, cuenta el autor sobre su propia vivencia que ha marcado las páginas del libro. La pareja trata de salir adelante en un Berlín que se enfrenta a cómo acoger a los refugiados.
De ahí que la gentrificación, como causa o consecuencia, difícil es saberlo, del uso de las redes sociales, aparezca en las lineas de Las perfecciones. “Es una especie de allanamiento”, confiesa Latronico. “Todas las ciudades son exactamente iguales, con las pizzerías de masas madre, el vino natural… y a mí me encanta, pero lo veo en Oslo, en Berlín, en Milán. Es el mismo proceso de allanamiento elevado. En teoría es trágico, porque no podemos quejarnos, se supone que es bueno”.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...