Vivir con miedo

Madrid

Estas cosas pasan. Sí, es incómodo pensarlo, pero desgraciadamente, a veces es así. Matar sin miedo a las consecuencias, matar queriendo suicidarte después no es muy difícil. Debería serlo más, pero no es imposible. Por eso el problema de la violencia de género -el machismo- es estructural, afecta a todos y tiene que combatirse desde el principio, no desde el final, cuando el asesino toma la decisión de serlo. Otra cosa es este caso. Otra cosa es que no se haya considerado grave la persecución con 56 avisos. Otra cosa es pensar que se pusieron en este caso todos los medios. El hombre tenía una orden de alejamiento de 300 metros. Yo sé que esto es la ley, pero es impresionante que se mida con tanta precisión lo que te separa de una amenaza de muerte. Sobre todo cuando el asesino no tiene una pulsera que detecte si está cerca o no. Hay que confiar en su buen criterio. Le ponemos una orden de alejamiento a usted y nos pondremos inmediatamente a rezar para que la cumpla. Confiamos en su criterio. El espanto es el crimen. Y el espanto, en este caso, también es la gota malaya del crimen, porque son 56 avisos. Vivir así, vivir con miedo. Vivir sabiendo que un hombre te acosa y quizá quiera matarte. En este caso, efectivamente, quería matarla. Vivir sabiendo que un objetivo por ser mujer, por separarte de un hombre, un hombre que fue guardia civil y que tiene acceso a armas. Trabajar como esta mujer de limpiadora en un camping y no saber si al final de tu jornada te vas a encontrar en la calle a un hombre que quiere matarte y que finalmente te mata. Y esto sí necesita una solución.