El Voynich, un enigma invencible
Una serie documental de 10 capítulos sobre el Códice Voynich
Capítulo 7: Voynich: un enigma invencible | El puzle Voynich
Madrid
Imagine que tiene ante usted un libro de 600 años. Lo abre y no entiende ni una palabra. No sufra. No es usted el único. Hay 8.000 millones de personas en la Tierra y no consta que nadie sepa leer el manuscrito Voynich.
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¿Por dónde comienza la investigación para un profesional? ¿El papel, la tinta, el tipo de letra, las ilustraciones…?¿Y si no fuera un idioma? ¿Y si no fuera un código? ¿Y si fuera un idioma privado? ¿Y si fuera una falsificación, un timo, un invento?
“Para hacer una buena falsificación tienes que ser muy bueno, invertir mucho tiempo y mucho dinero”, dice Eduardo Juárez, paleógrafo, calígrafo y especialista en la historia del secreto. La paleógrafa Leonor Zozaya remata: “Si alguien, hoy o en el siglo XX, quiere falsificar un manuscrito medieval, es fácil que en seguida se vea algo que cante más que la traviata”.
El Voynich es un objeto único. El original se conserva en la biblioteca Beinecke de libros raros y manuscritos, en la universidad de Yale, en Estados Unidos. En este capítulo hablamos con Lisa Fagin Davis, presidenta de la asociación de medievalistas de EEUU y conservadora del Voynich. “Muchos estudiosos medievalistas, al oír hablar del manuscrto Voynich, ponen los ojos en blanco y dicen: Oh, no, el Voynich otra vez. Yo creo que es un objeto medieval fascinante, y digno de atención académica”, dice. La curiosidad del público general hace que el manuscrito original esté muy protegido: “Es un manuscrito muy frágil; tenemos que buscar un equilibrio entre las necesidades de los invstigadores, la curiosidad del público y la conservación del objeto”.
Para conservar ese equilibrio, la universidad de Yale tomó una decisión en el año 2015: aceptar que se hiciera una edición facsímil, una réplica exacta, del manuscrito Voynich. Hoy existe esa edición limitada de 898 ejemplares, codiciados por coleccionistas de todo el mundo. La editorial que consiguió los derechos fue Siloé, con sede en Burgos. Su editor, Juanjo García Gil, nos cuenta cómo lo consiguió. Su relación con el Voynich es la historia de una pasión.