Lo mejor era su fútbol
Y ahora le despiden con elogios esos sátrapas: el ruso Putin, el húngaro Orbán, o el ultra Weber, jefe del grupo parlamentario del PP europeo. Algunos, más modestamente, guardamos nostalgia de sus futbolistas
Lo mejor era su fútbol
Barcelona
Es una cortesía inexplicable. Es una extraña manía. Es un respeto inmerecido e inútil. Pero el caso es que los españoles enterramos bien. O sea, que nos cuesta recordar la horrible verdad sobre la cara oscura de los recién fallecidos. El de hoy, por ejemplo, Silvio Berlusconi, 86 años. Para respetar la tradición destacaremos lo bueno. El deporte. El Caballero, no se sabe por qué se le bautizó así, encumbró al Milán a la cumbre europea del fútbol. Presidió treinta años un club que se convirtió en mítico. Empujó el futbol del sur de Europa, imaginativo, habilidoso, sorprendente. Ayudó a colocarlo a la altura del nórdico, alemán o británico, pero siempre metálico, forzudo, brutal, inhumano.
Prefiramos acordarnos de eso. Y olvidarnos de todo lo demás. Por ejemplo, de que cuando pasó a presidir el Monza, prometió a los muchachos que si ganaban les brindaría un autobús de prostitutas en el vestuario. Por ejemplo, de que representó el machismo nunca satisfecho a golpe de talonario, y el abuso de jóvenes bellas, seducidas por el lujo y abandonadas por la soberbia de un viejo declinante. Por ejemplo, de que el presunto caballero empezó especializándose en la especulación urbanística, quizá con la mafia, seguro que bajo la protección de políticos corruptos. Y que tuvo que lidiar con múltiples procesos por fraude fiscal, abuso sexual y otros desastres. Por ejemplo, de que su indiscutible habilidad teatral condujo a la solemne fundación de la telebasura en el continente europeo. O que introdujo el populismo ultra, con la excusa del antipartidismo autoritario, inspirado en la figura del Duce, un autoritarismo azucarado. Y premonitorio.
Olvidemos que entró en el Partido Popular Europeo gracias a José María Aznar y los trapicheos del que sería su yerno, Alejandro Agag: el primer blanqueo del primer populismo de los últimos treinta años. Se estrenó en el Parlamento de Estrasburgo siempre maquillado, por si la tele. Y ahora le despiden con elogios esos sátrapas: el ruso Putin, el húngaro Orbán, o el ultra Weber, jefe del grupo parlamentario del PP europeo. Algunos, más modestamente, guardamos nostalgia de sus futbolistas.
Xavier Vidal-Folch
Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas...