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Alberto Ammann: "La falta de empatía es también una cuestión sistémica. Estamos atacados permanentemente"

El actor argentino protagoniza 'Upon Entry', un thriller sobre una pareja de inmigrantes que llega a Estados Unidos y sufre, en el aeropuerto, la violencia y la política del miedo de las autoridades americanas

'Upon Entry' | Entrevista a Alberto Ammann

Madrid

Cuando Alberto Ammann llegó a España, empezó a trabajar en una pequeña taberna de Lavapiés, La Chilostra, mientras estudiaba en el estudio de Juan Carlos Coraza. Un año después, entre cañas y clases de interpretación, entró, gracias al programa Caras Nuevas, en la agencia de representación Kuranda. Y ahí cambió todo. "A los pocos meses, estaba haciendo una serie que se llamó 'Plan América'. Y mientras rodaba 'Plan América', hice pruebas para 'Celda 211'. Y a partir de ahí ya, no sé, fue todo un poco surrealista o misterioso", recuerda el intérprete argentino, que ganó el Goya por la película de Daniel Monzón y se convirtió en uno de los rostros más populares de nuestra industria. "Yo me he ocupado mucho de estudiar, siento que siempre he hecho mi parte, me he roto el lomo. Tenía tres trabajos para pagarme los estudios, el piso y la comida y, aún así, la que era mi novia en aquel momento me prestó como 6.000 € para que yo terminara mis estudios. El resto pertenece a un lugar que yo no controlo", cuenta de sus inicios y de la parte impredecible de un oficio que te obliga a convivir con la incertidumbre.

"Afortunadamente puedo vivir de esto desde que empecé a trabajar. También con esos bajones en los que le he pedido dinero al banco y luego cuando trabajaba, le pagaba. Pero creo que somos un 6% o un ocho. Y te estoy hablando de que le tengo que pedir dinero al banco algunos años. Entonces, toda esta ilusión de que los actores somos ricos, yo creo que está bien que se vaya cayendo ya del discurso porque ya no va. En Hollywood podrá haber algunos que cobren muchos millones, pero eso aquí no pasa, nadie cobra eso", dice de la precariedad en una profesión en la que siempre hay que buscarse la vida. "No puede ser que te frene el no tener representante y que no te llamen para darte trabajo. Siempre puedes armar una compañía de teatro tuya independiente y buscarte la vida y trabajar si realmente te mueves por amor a la profesión, a este arte, porque si uno no alimenta el amor que tiene por las artes que uno quiere, entonces uno se empieza a marchitar".

En 'Upon Entry', película con la que ganó el premio a mejor actor en el pasado Festival de Málaga, interpreta a un inmigrante venezolano, instalado desde hace unos años en Barcelona, que decide junto a su pareja, a la que da vida Bruna Cusí, irse a trabajar a EEUU gracias a un pasaje ganado en la lotería de visas. El proyecto, que dirigen y firman Alejandro Rojas y Juan Sebastián Vasquez, le llegó en 2018 y desde el primer momento dijo sí. Había muchos asuntos que le interpelaban. "A mí me parece muy interesante porque yo además soy blanco, o sea que, digamos, tengo ese plus, lamentablemente es un plus. En este caso, si bien ella es europea y él es venezolano, son dos personas de clase media. Si mi personaje fuera un personaje con rasgos de culturas originarias andinas y pobre, es que no hay película. Así de duro. Es que no tendría ni la visa posiblemente, por eso están saltando y cruzando, porque hay ya una discriminación desde el inicio, o sea, por el hecho de ser venezolano, digo, ya tiene una cruz importante porque a Estados Unidos no le gustan las políticas de de Venezuela. Y punto. Y pasa con otros países también", explica.

La película refleja el trato a dos inmigrantes de clase media, formados, con perspectivas de trabajo, y el interrogatorio al que los someten a su llegada. Casi toda la historia se desarrolla en las dependencias policiales del aeropuerto y retrata a la perfección la política del miedo americana. "Estados Unidos, que tiene una gran práctica en manipular y torturar a Latinoamérica, una de las cosas que hace es esto de decir, yo decido si tú entras o no entras, porque el aeropuerto no es oficialmente suelo estadounidense. Tú estás en el aeropuerto, pero no estás en Estados Unidos, aunque estés en Estados Unidos, pero legalmente no estás. Entonces ellos tienen una potestad y una libertad para hacer contigo lo que quieran, para inmiscuirse en tu privacidad, abrir tus ordenadores, tus claves, tus redes sociales. Es una manera de avasallar más que tiene la política internacional de Estados Unidos", responde Ammann de este angustioso y tenso intercambio verbal que supone también un juicio a la propia pareja y cómo la violencia de un Estado afecta a lo más íntimo.

"Esto es interesante porque cada uno vive la situación de una manera muy distinta. Él conoce más, tiene un poquito más de calle, ha estado en situaciones más peligrosas, ha vivido el abuso de poder, digamos, por parte de la policía o por la policía aduanera y ella, no, ella mira diciendo, qué pasa con mis derechos. Se lleva una torta importante", añade sobre las distintas miradas a la inmigración y cómo se aprecia también la falta de empatía desde la comodidad de Europa con este asunto. Una falta de empatía que, Ammann cree, está en el ambiente y se ha vuelto una cuestión deliberadamente sistémica.

"Está hecha aposta. Si tú tienes una sociedad que está mal alimentada, que tiene que trabajar a destajo 12 o 14 horas al día y que no puede ver a su gente querida, a su gente amada, no tiene tiempo para disfrutar y no tiene dinero para disfrutar, porque no puede irse de vacaciones, es una persona que empieza a acumular odio y encima, si tiene una mala educación, es ignorante y tiene una falta de cultura enorme. Y si además el entretenimiento al que accede es basura, música basura, cine basura, mainstream basura... Yo estoy convencido que está hecho aposta, o sea, de que es, de que está hecho para que la gente no se reúna y no llegue a darse cuenta de que están atacados permanentemente", y opina y entra de lleno en el clima político actual, a las puertas de unas elecciones generales. "No tiene mucha pinta de que vaya a ir muy bien si la gente no va a votar, por ejemplo. Y yo digo, bueno, si es que este no me gusta y el otro tampoco. Bueno, no sé. Vota al que menos malo te parezca, pero ve a votar porque al final de cuentas el problema que tenemos es que la democracia no es real. O sea, si la democracia fuera real, podríamos echar a un presidente que no cumple sus promesas electorales a los dos años o al año. Pero ese mecanismo no existe y esa gente son empleados nuestros", concluye.

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Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada...