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Morirse populista

"Antiguamente, la política italiana estaba llena de políticos. No así como la española, donde abundan los comensales. Tenemos presidentes de Gobierno que dejaron de serlo estando de comilona"

Morirse populista

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Una de las cosas más llamativas de Berlusconi, que en gloria esté, era lo que le gustaba ir de boda. No existen, en ningún otro país, bodas como las de España. Aquí, las celebramos de dos maneras: la boda y el bodorrio. Aunque suena cacofónico, el bodorrio es más selecto que la boda. Suena cacofónico porque hay caco encerrado. Un bodorrio no es nada si no va un Berlusconi o un Falconetti, es decir, la versión ultra. Pero, aunque hay bodorrios, no se celebran velatorrios. Siempre queda el funeral de Estado. El populismo es el Estado sin política. Liberado ya de su biografía, Berlusconi ha pasado ahora a la condición de finado. Esto no es por Fini, su antiguo aliado ultraderechista, sino por su gran imperio Fininvest. Cuando te entierran en una caja B, estás finado. La diferencia entre ultraderecha y populismo es la que hay entre el Madelman y el Geyperman. El segundo tiene más pelo y, donde hay pelo, hay alegría. Berlusconi era un tipo alegre. Es muy difícil ser italiano sin caer simpático. Hasta en los labios de Savonarola, que arrojó a la hoguera media Florencia, brillaba una sonrisa, como la del señor Troncoso, de Triana. Pero la simpatía de derechas es distinta de la de izquierdas. Al simpático de derechas le invitan a bodorrios para que dé lustre al novio. Un novio de derechas siempre acaba gritando obscenidades desde el balcón de enfrente. Romeo, el de Julieta, era más de Enrico Berlinguer, o quizá de Marco Panella. Antiguamente, la política italiana estaba llena de políticos. No así como la española, donde abundan los comensales. Tenemos presidentes de Gobierno que dejaron de serlo estando de comilona. A diferencia del difunto de ataúd de compañía de seguros a cuota baja, el muerto populista se va muy contento para dar envidia. Hoy día, lo que no es Berlusconi es Falconetti.

 
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