Muerte de una teleoperadora
"Es posible que quien está al otro lado de la línea se vea obligado a trabajar junto al cuerpo muerto de una compañera, quizá una amiga"
Muerte de una teleoperadora
Barcelona
Hay una frase de “Muerte de un viajante”, la célebre obra de Arthur Miller, que hoy parece venir al caso:
“No digo que sea un gran hombre. Willie Loman nunca ganó mucho dinero. Su nombre nunca apareció en el periódico. No es la mejor persona que ha vivido en este mundo. Pero es un ser humano y algo terrible le está ocurriendo. Debemos prestar atención. No debemos permitir que caiga en la tumba como un perro anciano. Atención, debemos prestar atención a esa persona”.
Una mujer llamada Inmaculada, Inma, murió a las 14 horas del martes pasado,13 de junio, en su puesto de trabajo. Era empleada de una gran empresa de telemarketing, eso que en general nos gusta tan poco. Participaba en una campaña de una empresa eléctrica muy conocida, aunque no muy popular. En fin, Inma murió como quien dice con los cascos puestos y los dedos sobre el teclado.
Lo que ocurrió después va más allá de la tragedia. Durante dos horas, sus compañeros tuvieron que seguir al teléfono junto al cadáver de Inma. Alguien, posiblemente en el Departamento de Recursos Inhumanos, decidió que el telemarketing es un servicio esencial y no puede detenerse. No hablamos de una cirugía a corazón abierto o de pilotar un avión de pasajeros: hablamos de telemarketing. Pero entiendo que en una compañía con unos 130.000 empleados, al Departamento de Recursos Inhumanos le importe poco que 129.999 currantes estén vivos y uno esté muerto. El negocio es el negocio. El cadáver de Inma se quedó allí dos horas.
En adelante, pienso tratar con respeto a esa gente que te llama a horas intempestivas para ofrecerte no sé qué, o te hace esperar horas al teléfono cuando les necesitas. Es posible que quien está al otro lado de la línea se vea obligado a trabajar junto al cuerpo muerto de una compañera, quizá una amiga.
No entiendo cómo pueden ocurrir estas cosas.
Desde luego, este siglo XIX no nos está saliendo demasiado bueno.