'Black Mirror' ya es real: ¿cómo afectará la Inteligencia Artificial a los guionistas?
Se estrena la sexta temporada de la serie británica creada por Charlie Brooker, distopía tecnológica que habla de algoritmos, de intimidad y de si Netflix podría hacer una serie de cada uno de nosotros
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Madrid
De todas las ficciones recientes, ha sido Black Mirror la que más se ha acercado a analizar aquellos debates o dilemas que los avances tecnológicos iban a traernos. Desde candidatos políticos que eran un meme a redes sociales cuquis que nos permitían tener o no un trabajo. La serie de Charlie Brooker regresa ahora, en pleno debate sobre la Inteligencia Artificial y lo hace a Netflix, plataforma que usa el algoritmo como base para vender sus series e incluso para crearlas. De hecho, el creador no duda en dedicarle el primero de los seis capítulos que ya pueden verse en la plataforma y que funcionan como una moraleja para nuestro presente y que sigue aterrándonos con cómo nos vemos reflejados.
Black Mirror comenzó en 2011 en la cadena británica Channel 4, como una distopía de capítulos conclusivos que anticipaban las inquietantes consecuencias que el avance de las tecnologías tendrían en el sistema sociopolíticos en un futuro cercano. Cinco años más tarde, Netflix se hizo con los derechos de la ficción, y ha seguido estrenando temporadas y poniéndonos frente al espejo del uso que hacemos de la tecnología. Son muchos los planteamientos que hemos visto en sus capítulos que se asemejan demasiado a la realidad. El control que la tecnología ejerce sobre los humanos llega a asustar al espectador, por ejemplo, en la primera temporada ya fantaseaban con la idea de unas lentillas que grababan todo lo vivido para reproducirlo posteriormente. Después de más de una década de ensayos, Apple ya ha registrado sus primeras gafas interactivas.
Más cercano nos pareció Nosedive, el capítulo enmarcado en un futuro color pastel en el que los parámetros de nuestras redes sociales se trasladaban al mundo real, y los likes que recibíamos servían para determinar nuestra posición social. La pesadilla que sufría la actriz Bryce Dallas Howard no está tan lejos en un mundo en el que puntuamos a los conductores de VTC o los restaurantes en los que comemos, y donde las empresas cada vez miran más las redes sociales para contratar o despedir empleados. En China, la tendencia ha llegado a la creación de una aplicación que puntúa a los usuarios según su civismo y capacidad adquisitiva. La tecnología como herramienta para no despedirnos de los seres queridos tras la muerte es una tónica en Black Mirror. Además del complejo turístico ochentero virtual de San Junípero, una de las historias más desgarradoras plantea recurrir a una aplicación que construye una representación virtual de un fallecido. Ya están en marcha proyectos que consisten en recopilar información de una persona durante su vida para, una vez que haya muerto, poder crear una conciencia virtual.
Tras tomarse un tiempo desde la pandemia, ya que decía Brooker que en ese momento la realidad era más fuerte que la ficción, el creador ha vuelto y se mete de lleno en el debate que está en el centro de la huelga de guionistas: la inteligencia artificial. En realidad, la mayoría de los capítulos hablan de la intimidad, la identidad y de los relatos de ficción. Algo que no es nuevo, pero que cobra otra dimensión con la llegada de la tecnología más puntera. De hecho, Brooker quería utilizar ChatGPT para crear un guion de la serie, sin embargo, lo que ha hecho finalmente es imaginar qué pasaría si una plataforma con el poder y los datos de Netflix usara esa tecnología para crear series basadas en la vida de las personas anónimas y usando a los actores y actrices que han cedido sus derechos para ello.
Salma Hayek está divertidísima en Joan es horrible, donde una parodia de la creación de las series por parte de las plataformas y de la cesión de derechos de los intérpretes. La historia de una mujer promedio que se sorprende al descubrir que una plataforma global de transmisión muy parecida a Netflix ha lanzado una prestigiosa adaptación dramática televisiva de su vida, en la que es interpretada por la estrella de Hollywood Salma Hayek. Nunca volverás a aceptar los términos y condiciones de una app sin leerlos de cabo a rabo.
Al hilo de lo que propone este capítulo, Juan Julián Merelo, catedrático en el departamento Departamento de Ingeniería de Computadores, Automática y Robótica en la Universidad de Granada, explica que la profesión del guionista no está en peligro. "Puede ayudar bastante en cosas tan simples como que antes hacían falta varios guionistas para comprobar la coherencia de un texto, para comprobar el acento, para comprobar el tono, ahora eso lo puede hacer una inteligencia artificial", nos cuenta en una entrevista en la Cadena SER. "Puedes escribir un guión y que compruebe si los personajes están bien insertados, en si hablan bien". Merelo duda que un guionista acabe en el paro, pero sí indica que probablemente la tecnología se encarezca. "La inteligencia artificial va a consumir muchísima energía, muchísimo recurso y por supuesto, la empresa que ponga a tu disposición estos recurso va a cobrar lo que quiera". Este experto no cree que en un futuro cercano vayamos a ver películas escritas por una inteligencia artificial "Pero para ver cortos no queda tanto. En unos seis meses podemos ver a un YouTube haciendo un video con esta tecnología".
Sobre la intimidad, uno de los temas de la serie, dice Melero que aquí sí puede haber varios inconvenientes. "La inteligencia artificial va a utilizar tus correos personales. Si está en una empresa que tiene correo propio, lo puede utilizar para generar contenido y de repente te encuentra allí. Esto puede generar, no solamente problemas de intimidad, sino también de copyright", explica.
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Esa es una de las reivindicaciones de la huelga del sindicato de guionistas en Hollywood. "Estamos expectantes a cómo se resuelva", dice Pablo Bartolomé, guionista español y miembro de la junta del sindicato Alma. "Va haber una reducción clara de la del mercado laboral. El propio laboratorio, que ha implementado la GPPT, estima que puede haber un impacto de un 80 por ciento en los trabajadores de Estados Unidos. Es un problema directo, porque reduce los equipos de trabajo y luego está la cuestión ética y filosófica de a quién pertenece la obra que genera una inteligencia artificial. Nosotros, por supuesto, desde Alma y todos los guionistas, pensamos que tendría que ser el guionista, que sería siempre el que diera la versión final sobre la que se hicieran las producciones audiovisuales", explica el creador. Eso es lo que lucha Salma Hayek en la serie de Brooker.
En Mazey day se insiste también en la intimidad y la identidad y en su uso por parte de los demás de una joven estrella, que sufre el acoso implacable de los paparazis mientras afronta las consecuencias de un atropello con fuga. La crítica, de este capítulo protagonizado por Zazie Beetz, está a cómo deshumanizamos a las estrellas y las convertimos en objeto de consumo. En Loch Ness la serie se acerca al terror, pero no olvida el tema de la identidad y de cómo los medios de comunicación o incluso la ficción vampirizan las historias y la realidad. Una joven pareja se traslada a un tranquilo pueblecito escocés para rodar un documental sobre naturaleza, pero acaban seducidos por una truculenta historia local sobre unos sucesos impactantes del pasado. Una crítica al true crime, género con el que Netflix se ha puesto las votas, y al consumo desaforado de este tipo de productos que acaban banalizando las tragedias. También está Beyond the sea, con Aaron Paul, Josh Harnett y Kate Mara. Un triángulo amoroso ambientado en 1969, año de pleno desarrollo espacial. Un desolador ensayo sobre si la tecnología más avanzada puede sustituir la conexión emocional y física del ser humano.
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