Roberto Santiago: "Si la salud está en manos de las multinacionales, nada bueno puede salir de eso"
El escritor y guionista publica 'La rebelión de los buenos', la novela ganadora del Premio Lara, un thriller de intriga ambientado en Carabanchel con el poder de las farmacéuticas de fondo
Los buenos no parecen estar de moda. Una abre el periódico, enciende la tele o mira Twitter y el mal y el cinismo campa a sus anchas, ¿por qué han ganado los villanos el relato? Se pregunta Roberto Santiago, guionista y escritor y flamante ganador del Premio Lara de novela con La rebelión de los buenos, un libro lleno de intriga, giros de guion, retrato social, y personajes inolvidables. Con un título que debería ser eslogan electoral, el escritor se adentra en un Madrid lleno de misterio, donde retrata el poder de las farmacéuticas en esta sociedad y pone a sus personajes al borde de grandes dilemas morales que todo lector podría comprender. Autor de la saga infantil Los Futbolísimos, con la que ha vendido 5 millones de ejemplares, regresa al thriller, tras el éxito de Ana, adaptada a la televisión como Ana Tramel, con La rebelión de los buenos.
Acoso escolar, memoria, machismo o salud mental. Todo lo que ellas abordan en el thriller rural
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¿Qué ha supuesto el Premio Lara para un escritor que ya traía una gran mochila de éxitos?
Lo principal que supone más visibilidad para la novela, más la posibilidad de llegar a más lectores, a lectores que, sin el premio, a lo mejor me costaría más llegar o incluso no llegaría nunca. Aparte de alimentar el ego de cada uno, yo creo que los premios sirven para eso, para darle a tu trabajo la oportunidad de llegar más lejos a más gente.
Con Ana ya habías hecho una incursión en el thriller para adultos, después de tus novelas juveniles e infantiles que han acercado la lectura a muchas generaciones. ¿Cómo se pasa de un tipo de literatura a otra? ¿Cambian mucho las rutinas?
Yo he escrito y escribo cosas muy distintas, géneros y formatos muy diferentes. Me guío única y exclusivamente por el instinto, por lo que huelo, por lo que necesito escribir. Así que diría que es lo mismo, aunque no si nos fijamos en la cantidad de trabajo, porque La rebelión de los buenos me ha llevado muchísimo más trabajo de lo que me lleva una novela de Los futbolísimos. Sin embargo, sí siento que la semilla es la misma, que parte de que necesito escribir sobre algo, en este caso el abuso de las grandes corporaciones farmacéuticas. Empecé a leer sobre el tema y sentí que necesitaba hacerlo. Lo mismo que cuando escribí sobre abusones en el colegio. Recuerdo que las dos cosas me interpelaban y ese fue el detonante.
Hay una cosa en común entre ambas y que se dan protagonismo a personajes que buscan hacer las cosas bien... De hecho, La rebelión de los buenos debería ser un eslogan electoral...
Yo reivindico eso. Estoy cansado de que los malos se salgan con la suya, de que protagonicen demasiados aspectos de nuestra vida y también de la ficción. Creo que tenemos que revelarnos más y, sobre todo, a aquellas personas que tienen unos valores y que son capaces de defenderlos. Ojalá que tomaran más iniciativa, porque yo creo que estamos, y me incluyo, en una sociedad un poquito anestesiada, estamos anestesiados todos. El hecho de que los buenos sean los que tomen la palabra, los protagonistas y narradores de la novela, para mí ha sido muy emocionante.
Llegas en la novela a plantear que para que el mal triunfe, los buenos basta con que no hagan nada, ¿por qué han ganado los villanos?
El ser humano tiene una parte que se siente atraída por la oscuridad y las cosas turbias. Pero yo creo que nos tienen muy ocupados resolviendo las cosas urgentes, es decir, intentando llegar a fin de mes, que cada uno cumpla con su trabajo, con sus obligaciones familiares, con pagar la luz... Vamos corriendo, vamos como pollos sin cabeza, vamos resolviendo lo urgente y dejamos lo importante para no se sabe cuándo y ese no se sabe cuando no llega nunca. Es un círculo que no acaba. Es como el hámster que está en la rueda. Más que una atracción hacia la oscuridad, es simplemente el no ver más allá de nuestras narices. Insisto, me incluyo a mí mismo, por supuesto.
¿Qué puede hacer la literatura para que nos fijemos en lo importante y no solo en lo urgente?
Muchísimo. La literatura, el cine, las series de televisión, la ficción en general, tiene un poder de iluminar una parte de la realidad, de poner el foco sobre ciertas cosas, sobre ciertos problemas, sobre cosas que pueden pasar más inadvertidas y ponerlas en el debate público. Creo que tiene muchísimo poder y, a lo largo de la historia, se ha demostrado una y otra vez. Ojalá que ese pequeñísimo, diminuto granito de arena que yo intento aportar, sirva para que nos preguntemos cosas, como por qué estas grandes corporaciones farmacéuticas aprovechan las inversiones estatales para quedarse con las patentes. No doy la respuesta, pero si hago muchas preguntas.
Una de las bazas del libro es la construcción de los personajes, con la gran cantidad que hay en esta historia coral, ¿Cómo se ahonda en ese arco narrativo de todos y cada uno de los que componen la novela?
Es verdad que La rebelión de los buenos es muy coral, aunque hay unos protagonistas que son Jeremías y Trinidad, pero es una novela muy coral. Es la parte que más disfruto. Sin duda, la creación de personajes me parece en la ficción, pero sobre todo en la novela negra, muchísimo más importante y muchísimo más interesante que la trama. La trama siempre para mí tiene que estar al servicio de los personajes. Los escritores somos como vampiros que vamos cogiendo de las personas que conocemos y de nosotros mismo. Evidentemente yo proyecto muchas cosas en alguno de los personajes, como esa contradicción permanente. Esta es otra de las características de la novela negra, que los personajes se mueven en los grises, nunca son blancos y negros. Disfruto muchísimo construyendo cada personaje.
¿De dónde sale este Jeremías con doble personalidad?
Por un lado, hay una proyección mía muy clara. Creo que tiene esta cosa de ser muy observador que yo tengo y también quiero es tenaz. O mejor dicho, cabezota, muy cabezota. Pero por otro lado, y esto me parece muy interesante, es una persona que ante ciertas situaciones límite es muy violento. Es curioso porque a mí, la violencia, siempre me ha dado mucho miedo. No tiene nada que ver conmigo. Me pareció interesante juntar cosas que admiro de los seres humanos y cosas que me dan miedo. Y que eso conviva con el mismo personaje es lo que me parece que hace rico, interesante, contradictorio a Jeremías.
Y luego está Trinidad, que es una Lisbeth Salander a la española
Hay muchísimos personajes en la novela, pero si me tuviera que quedar con uno, sería con Trinidad. Me gustaría tener una Trinidad cerca en mi vida. Es una guerrera que no se detiene frente a cualquier tipo de injusticia o que ante cualquier tipo de enemigo. Es una mujer tan hecha a sí misma que lo ha pasado tan mal, viniendo de una familia muy desestructurada. Sí, es una Lisbeth Salander, la española. De hecho, yo creo que La rebelión de los buenos es una novela negra muy a la española, que ocurre en Carabanchel.
En Carabanchel está el despacho de abogados, que tiene que hacer frente a un dilema, el de aceptar un caso por dinero, ¿vivimos todos en esa disyuntiva?
Creo que es algo universal. Lo que intento es plantear dilemas morales, que el lector tenga un dilema, que la respuesta no sea nítida, que no sea clara del todo. Hay un personaje de la novela, El Duque, el abogado de la farmacéutica, que dice que todo el mundo tiene un precio, que todos tenemos un precio y solo hay que saber encontrarlo. A mí me parecía interesante que en ese dilema, muchas veces, ese precio no es una cuestión de dinero. El dinero influye muchísimo, por supuesto, pero imagínate que tu familia tiene un problema y lo que te ofrecen, a cambio de que te saltes todas las normas morales y legales, sea ayudar a tu familia, todo el mundo se plantearía como mínimo ese dilema.
Como escritor, ¿aparece mucho ese dilema?
Yo tengo la teoría, es una teoría mía personal e intransferible, de que, al final, no te puede traicionar. Tú escribes lo que puedes escribir. Una de mis novelas favorita de todos los tiempos, Misery, de Stephen King, habla justo de esto. Por mucho que tú quieras escribir otra cosa, al final escribes lo que puedes escribir, lo que necesitas escribir. A veces vendes mucho y eso es maravilloso. Otras veces tienes un premio o te dan una buena crítica, pero no vendes tanto. Creo que no te puedes traicionar, porque luego la propia escritura te impide que te traiciones. Es que escribes lo que puedes. No hay otra manera de escribir.
¿De qué autores bebe tu novela?
Yo soy un lector impenitente de novela negra. Es mi género favorito. He leído tanto que creo que por eso he tardado en llegar a escribir novela negra, porque me daba miedo y respeto. Es difícil elegir, pero quiero creer que a lo mejor, ojalá, hay algo de mi autora favorita de todos los tiempos de novela negra, que es Patricia Highsmith. Creo que, como ella, ponto a los personajes por encima de la trama.
¿Cómo ha sido el proceso de documentación?
Te puedo decir que empecé a escribir hace seis años la novela y, de los seis años, aproximadamente cinco han sido de documentación e investigación. El último año es cuando realmente la he escrito, cuando he tenido todo ese trabajo previo. La parte farmacéutica, que yo ignoraba completamente, sabía lo que había leído en medios de comunicación. Empecé a hacer entrevistas personales, a leer informes, a leer muchos artículos, algo de ficción, poca porque no hay mucha sobre este tema. Luego vino la parte judicial y jurídica. Yo no soy abogado y me han ayudado abogados, pero he estado viviendo semanas en la Audiencia Provincial, también en la Audiencia Nacional, viendo juicios, hablando con jueces. Es apasionante. Podría vivir solo, documentándome, sin llegar a escribir nunca ningún libro y disfrutaría mucho.
Dices que el tema de las farmacéuticas te impresionó, incluso antes del COVID, ¿qué te atrajo de abordar este asunto?
La ecuación es muy sencilla: si tenemos en cuenta que la salud de todos nosotros está en manos de unas multinacionales cuyo objetivo primero y último es obtener más beneficios, algo tiene que salir mal ahí. Eso es evidente. La semilla que detonó todo esto fue un reportaje que hablaba del creciente número de demandas y querellas contra farmacéuticas en Europa, no en Estados Unidos, que es el país de las demandas. Me llamó la atención, como muchas de estas demandas, no llegaban a sentencia por acuerdos extrajudiciales.
Y también se habla de fármacos que curan la depresión, que curan la ansiedad, que no sé si es un poco la enfermedad de nuestro tiempo
En una historia de ficción que habla de las farmacéuticas, habría que hablar de la salud mental. Esta misma semana han vuelto a salir nuevos datos sobre el aumento de ansiolíticos, de antidepresivos, según la Organización Mundial de la Salud. Es un temazo. En la novela hablo, a través de un personaje de una mujer muy fuerte como Trinidad, de la Ansiedad. Es un tema que conozco muy de cerca y que quería abordar desde el respeto más absoluto y desde la esperanza de que alguien que también tenga este problema se pueda sentir reconocido en un personaje fuerte. Porque la ansiedad puede afectar a cualquiera, de cualquier estrato social, muy inteligente, muy fuerte. Da igual, es algo que nos arrasa y que sí que tiene que ver con los hábitos que hemos implantado en esta sociedad.
Es curioso que la literatura, el teatro y también el cine empiezan a abordar la salud mental y a quitarles tabúes
Siempre la depresión, sobre todo, ha estado asociada en la ficción a personajes muy extremos. El hecho de que podamos vernos reconocidos en personajes cercanos, cotidianos, tan distintos que sufren este tipo de trastorno es un gran avance y es lógico. La ficción es capaz de poner un espejo a la realidad que vivimos. En un tema como este, es lógico que cada vez esté más presente el teatro en el cine y en la literatura, y ojalá lo esté muchísimo más y desde distintos ángulos.
¿Es el género la mejor manera de hablar de problemas sociales?
No tengo la respuesta. Yo creo que es muy bueno que el género también aborde estos temas. No sé si es la mejor manera de llegar a los lectores o no, pero creo que es otra manera de llegar y una manera que además hasta ahora no existía. Por lo tanto, bienvenido sea. Y hablo ya como lector, no como escritor. Yo quiero leer novelas negras leo también reflejen esto. La novela negra tiene muchos componentes, pero ese componente de denuncia social y de hablar de la realidad es una de las claves, frente a la novela policíaca clásica.
Podemos decir que la literatura es la libertad absoluta para ti
Es la mayor fuente de crecimiento como escritor y como persona que he encontrado en mi vida. Frente al mundo audiovisual, donde yo veo muchos más corsés, creo que en la literatura hay más respeto por el autor que en el cine, salvo que en el cine llegues a un estatus.
¿Cambia al escritor la relación con los lectores?
Creo que sí. No vivimos aislados. Esta cosa del escritor tipo Salinger, que vive en una torre de marfil y que no concede entrevistas y que no tiene contacto con los lectores, ha desaparecido. Los lectores cada vez más, quieren tocar al escritor, tener contacto, que te firme, que te hagas el selfie, hablar con él. Y eso hace que los escritores estemos más a pie de calle y también más en contacto con lo que opinan de verdad los lectores. En el caso de la literatura infantil y juvenil, es que los lectores no tienen filtro, no buscan quedar bien como nosotros, les da lo mismo. Te dicen todo lo bueno, lo malo, lo regular, lo que les ha gustado o lo que no. Saco muchísimo de eso y me influye, sin duda, pero intento escribir con la honestidad de lo que me pide la historia.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...