Lina María Parra Ochoa: "La bruja sigue siendo una persecución institucionalizada contra la mujer y los movimientos feministas"
Entrevista a la escritora colombiana, que debuta en la novela con 'La mano que cura'. Una historia sobre la muerte y el duelo, poderes, secretos, herencias y una vida y muerte dignas. Atravesada por la brujería y la superstición, es una reivindicación de las parteras y yerberas, de todas esas mujeres que han transmitido saberes generación tras generación
Lina María Parra Ochoa: "La bruja sigue siendo una persecución institucionalizada contra la mujer y los movimientos feministas"
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Lina María Parra Ochoa (Medellín, Colombia) es cuentista, autora de los libros de relatos Malas posturas (Editorial Eafit, 2018) y Llorar sobre leche derramada (Animal Extinto, 2020). En ellos ha ido creando una familia literaria de personajes que se van cruzando en sus historias. La colombiana debuta ahora en la novela con una historia que necesitaba más espacio y en la que vuelven a aparecer Soledad e Iván, los padres, Lina y Estefanía, las hijas. La mano que cura, publicada por la editorial Tránsito, es una historia sobre una familia de brujas en Antioquía. Cuenta la vida de la niña Sole, que tiene poderes, tiene «la mano que cura», y aprende a utilizarlos guiada por su maestra de escuela, Ana Gregoria, un personaje fascinante, una mujer negra a la que su padre trató de sacarle los poderes a palos. Años después, Lina, la hija de la protagonista, heredará también los poderes y buscará la maestra de su madre para que la guíe.
Se trata de un debut envolvente por su escritura y por la propia historia, que tan ajena nos resulta. Ochoa aborda el duelo y la muerte, las ganas de formar una familia, pero sobre todo nos habla del inmenso y misterioso poder de la tierra y de la naturaleza, de cómo los poderes se transmiten de madres a hijas, de magia y ciencia, brujería y superstición.
La historia comienza con una noticia que lleva este titular: "Después de cinco horas muerta, una muchacha revive y hace predicciones". Algo parecido se produjo en Ecuador hace un par de semanas: una mujer despertó dentro de un ataúd en su propio velatorio. ¿Está tu historia inspirada en algún hecho real?
También escuché lo de la señora esta, que despertó en el velorio y después obviamente se volvió a morir. Este fragmento inicial, que es como un recorte periodístico, lo encontré en un libro, en una librería aquí en Medellín, lo guardé en la libreta y estuvo ahí hasta que lo conecté con esta historia que quería contar. Voy encontrando la historia con pedazos de otras cosas.
Una de las hijas de Soledad, una de las mujeres protagonistas de la historia, se llama Lina. Utilizas la primera persona para hablar de ella. ¿Hay algo de autoficción en la novela?
Me parece interesante el fenómeno de la autoficción o las posibilidades que a veces te brinda. Técnicamente podríamos decir que a veces hago autoficción. Creo que es más ficción, pero me gusta ese juego de meterme yo como personaje en los cuentos. En mis dos libros, Malas posturas y Llorar sobre leche derramada aparecen estos personajes también. Tengo una idea como de esta familia extraña que me estoy reinventando en la literatura. Lina es un personaje, Soledad, su mamá, es un personaje y también Iván, que es el papá y Estefanía que es la hermana. Y otros que aparecen en la novela. Cuando la gente ya se ha leído mis cuentos, sabe que estos personajes existen. No necesariamente son exactamente los mismos, pero me ha gustado como vampirizar estas personas y estas características de mi familia. Esta historia particular de La mano que cura surge de muchas anécdotas de infancia de mi mamá. Quería conservar ese asunto de la autoficción, pero es ficción, realmente no hay un asunto autobiográfico detrás.
No he leído tus anteriores cuentos, pero sí sé que has hablado de fantasmas en ellos. ¿Vos creés en fantasmas, aunque sea a los vivos a los que realmente hay que temer?
No, yo creo que a los vivos hay que tenerles miedo, sí, pero no, no creo. Bueno, no digo que no creo, simplemente estoy ahí, jajaja.
Recoges una cita de la escritora chilena María Luisa Bombal: ""Yo creo que el mundo olvida hasta qué punto vivimos apoyados en lo desconocido Hemos organizado una existencia lógica sobre un pozo de misterios". ¿Es un poco la síntesis del espíritu de esta historia? Lo que hay de verdad en el mundo, aunque no lo veamos porque no somos capaces o porque no lo entendemos.
Esa frase me gustó mucho porque yo apenas recientemente leí a Bombal y esta frase la encontraron las editoras de Tránsito, a quienes aprovecho para agradecerles mucho por haberme abierto este espacio en su editorial. Me encantó la frase porque como que vivo hablando de eso todo el tiempo. A ver, hay gente que es como ah, entonces si vos hablás de un fantasma, de una bruja o de una guaca, entonces eso ya es sobrenatural o fantástico. Y yo trato de explicar mi perspectiva, cómo crecí. Mi mamá fue a la universidad y creía en brujas y todo está en el mismo plano de lo real. Y esa es la narrativa que a mí me interesa, no hacer la distinción, sino darnos cuenta de que en este mundo, entre comillas, civilizado y moderno y tecnológico, la gente todavía más se vuelca en toda esta búsqueda de lo que se llama, entre comillas, sobrenatural. Está ahí al lado, en la vida cotidiana.
¿Y pueden convivir "la alquimia y el esoterismo con la óptica y la gravedad", con la ciencia, como se recoge en el libro?
Siempre han convivido, conviven y también se han peleado. Yo tampoco soy radicalmente esotérica, en la novela como que quería también hacer un guiño a esa forma en la que yo crecí, escuchando todas estas historias, más del lado de mi mamá, que eran historias muy de brujas aquí en Antioquía, que es la región en donde vivo en Colombia. Y por el otro lado mi papá, que es un hombre científico que me contaba historias de los matemáticos y los físicos y me enseñaba casi estrictamente la diferencia entre astronomía y astrología. Entonces como que quería mostrar un poco que esto siempre es como una tensión. O sea, todos estos saberes, entre comillas, y entre comillas pseudo saberes, también están en tensión. Depende de quién los mire, pues.
En una sociedad desprovista de instituciones o en la que los servicios públicos han quedado muy mermados, sobre todo después de la pandemia, que faltan médicos, no sé si al final estamos en manos de curanderas y de brujas por el retroceso también no solo de los servicios públicos, sino por el retroceso de derechos como el derecho al aborto.
No sé si quedamos en manos, porque eso suena como que es lo que sobra, y yo creo que siempre ha habido formas, digamos, alternativas de conocimiento, entre comillas, en la salud o de cuidado. Y dentro de ese gran espectro, hay saberes ancestrales y tradicionales muy válidos. Y también hay gente muy charlatana que se aprovecha de las personas enfermas, pero eso siempre ha estado ahí y es complicado hablar de estos temas porque se confunde una cosa con la otra. O sea, si a vos te parecen charlatanes, entonces vas a meter a las parteras tradicionales en la bolsa de los charlatanes. Si vos estás más propenso como a buscar formas alternativas de la medicina, porque la medicina occidental te ha fallado de alguna manera, sos propenso a creerle al charlatán, ¿cierto? Yo creo que lo importante es que es una cosa muy variada, muy compleja, y coger como un poco todo con pinzas y entender los contextos históricos. Por eso te digo que no es quedar en manos. Muchas veces esta medicina tradicional es, digamos, es una opción de salvamento para muchas personas y es una opción de conservar un conocimiento que de otra manera, por todos los procesos entre comillas civilizados o civilizatorios occidentales, se hubiera perdido.
Sí eso está claro, en la historia se reivindica la labor de las parteras o de estas brujas en contra de lo que llamas "hechiceros, rezadores o curanderos". Y es lo que te preguntaba, si en estos tiempos de desmantelamiento de los servicios públicos, de auge de los fascismos y retroceso de los derechos de las mujeres, precisamente se nos había llenado un poco la sociedad de hechiceros, rezadores y curanderos.
Y también desde la religión, de todas estas religiones de garaje, de charlatanes. Pero creo que la novela no va de eso, no tiene una voluntad antropológica, hay un ejercicio puramente creativo que busca pensar en esos saberes secretos que la gente usa y que la gente busca, pero que también avergüenzan a la sociedad contemporánea.
En la novela hablas de magia roja, de magia negra, de magia verde. Hay brujería buena, brujería mala. Además de las historias que te contaba tu madre, ¿hay otro tipo de documentación en esta historia?, ¿de dónde has bebido para hablar de esos calderos, de animales sacrificados, de ungüentos y de pociones?
Pues mira, a mí me gusta mucho la historia de la brujería. De hecho doy clase sobre eso y digamos que tengo como el bagaje, entre comillas, académico, histórico y conozco un poco el contexto de la brujería que hay en Colombia, en Latinoamérica, y esa información también se filtra en la novela. Pero no quería que fuera una novela muy sociológica. Si vos vas acá a cualquier mercado donde te venden cosas para hacer brujería, hay libritos de esos que son como de muy mala edición, de brujería verde, hechizos de magia roja, no sé. Y al final la idea de la novela es precisamente contradecir un poco eso y hablar de la magia o de la brujería como una herramienta. Es como un machete. El machete sirve para matar y sirve para trabajar la tierra, depende de quién lo tenga en la mano. Eso es la brujería. En la novela la brujería es una herramienta, no hay brujería buena y brujería mala, roja y verde. Es el poder que tienen esas mujeres y lo que ellas quieren y pueden hacer con ese poder.
Lo que sí ha habido es un estigma sobre esas mujeres a lo largo de la historia, ya que tú eres estudiosa de la brujería y de las brujas. Hay muchas publicaciones que buscan quitarles precisamente ese estigma machista que ha sobrevivido durante siglos. Las mujeres a las que no entendíamos las tachábamos y las tachamos de brujas. Aquí escribes: "los poderes no otorgaban hombres, siempre mujeres, solo mujeres". ¿Hay una reivindicación también feminista de esas brujas?
Sí, claro. Yo quería que fueran mujeres las de mi historia, que no hubiera señores con poderes, pero no es un asunto como de odio ni nada. Simplemente era como una imaginación que tenía esta línea matriarcal. Pero claro, la bruja, más allá de si eran mujeres diferentes o no, la bruja es un invento social para justificar la persecución a las mujeres y el acorralamiento de las mujeres en un lugar, digamos, de lo privado y de la subvención. Muchas de las mujeres que murieron no eran yerberas, parteras o sabedoras de ningún tipo, simplemente alguien las acusó de que me miraste feo y se me dañó el sembrado de trigo, ponele. Y era prueba suficiente. Y lo que habla el fenómeno de la bruja es eso, de una persecución institucionalizada hacia la mujer y cómo los movimientos de las mujeres y los movimientos feministas reivindican ese lugar de la bruja. Y por eso creo que está esta explosión de textos y de materiales alrededor de la brujería, porque hay una gran sed de reformar también y reivindicar un poco esa figura.
La Hora Extra: Ni putas, ni brujas ni malas mujeres. Cultura contra el machismo
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Y sin profundizar tampoco mucho en ello, pero sí que lo dejas así caer, recoges actitudes machistas, hombres que le quitan los poderes a las mujeres a palos.
Sí, creo me sale eso en muchos textos. La violencia machista sigue apareciendo. No es algo premeditado, pero está.
Lo que sí se habla mucho es del hacer las paces con la muerte del papá. Cómo si no se hace ese proceso de duelo, crece el dolor, el sufrimiento, la soledad, la frustración, el abandono. La importancia de despedirse de los muertos.
Sí, creo que eso sí es una gran pregunta mía. El asunto por el miedo a la muerte. Y cómo siempre, aunque ya sepamos que la persona se va a morir, nos coge por sorpresa y la gente se rasga las vestiduras. Y hay como un apego que a veces me parece cruel, porque mantenemos vivas a personas queridas a costa del propio bien vivir. Aunque estén ahí en la cama, pero que estén vivos, respirando, eso nos da como una tranquilidad muy extraña. Yo estoy en contra de eso radicalmente. Me parece tristísimo el apegarnos a la vida biológica porque sí. Y creo que si uno va a vivir, es para vivir bien y vivir contento y no sufrir. Y entonces creo que en la novela, en el momento de la muerte del papá, reflexiono mucho sobre ese tira y afloja entre desear que mis seres queridos no se mueran, pero desear que no sufran, ¿cierto? Y entender que la muerte es parte de esta vida y que creo que a veces incluso sería mejor despedirnos en vida y no que nos coja por sorpresa.
"A veces la muerte no pasa, sino que se decide". Es una reivindicación de esto que comentabas: la muerte digna, la eutanasia.
Sí, yo soy súper pro eutanasia.
Se habla también mucho del silencio. Se describen varios silencios en la novela. ¿Deberíamos practicar más el silencio escuchando incluso a las moscas, que traen mensajes? Y sobre el silencio, "la mamá se calla más cosas de las que sabemos". ¿Hay demasiados secretos y silencios heredados en las relaciones familiares?, ¿son necesarios o habría que romperlos?
A ver, hay secretos que son necesarios y hasta divertidos. No creo que todo se tenga que decir, pero sí pienso que es común que las familias se construyan sobre un montón de cosas que no se pueden decir. Y cuando escribo, no sé por qué vuelvo mucho a eso, que los personajes no dicen lo que es cierto, la gente no está habla de lo que quiere hablar o está evadiendo el tema de alguna manera. Eso aparece ahí. Y también el asunto del silencio desde la perspectiva de los poderes que tienen estas mujeres. Es como esa capacidad de aislarse un poco para no ser escuchadas y no ser vistas, que es un poder que sería muy útil tener. Pero pienso también un poco como desde la perspectiva de vivir en la ciudad versus vivir en el campo. A veces en la ciudad, de tanto ruido que hay, nos cuesta escuchar cosas que, por ejemplo, la gente que vive en el campo escucha: el vuelo de un pájaro y sabe qué pájaro es. Y eso a mí me parece increíble, me parece muy bello poder escuchar el mundo de esa manera. Y creo que a veces acá y en las ciudades hay mucho ruido, aunque también hay belleza en la posibilidad de aprender a escuchar en la ciudad.
Hay una reflexión también muy bonita sobre la memoria. Por un lado, el Alzheimer que sufre el padre, ese laberinto donde pierde la memoria, ese laberinto por el que deambulan también las ánimas. Creo que es un homenaje más allá de las brujas, a las guardianas de la memoria. Mujeres que han tejido historias, que han transmitido esas historias, que han transmitido el saber o los saberes. La memoria frente al olvido, "esa bestia hambrienta".
Sí, no lo había relacionado con el Alzheimer, con este asunto del de la memoria, pero sí. Por un lado el Alzheimer para mí es una gran pregunta, porque aquí en Antioquía hay mucho. De hecho hay un tipo de Alzheimer genético que se llama el gen paisa y es particular de acá. Es una cosa terrible. Digamos que vivo rodeada de Alzheimer, entonces es una enfermedad que me genera miedo y creo que por eso sale, aparece de esta manera tan fuerte en la novela. Y el asunto de la memoria, para mí es un homenaje muy velado en la novela, a esas personas que me contaron historias desde pequeña, porque muchas de las de las historias de Soledad cuando es niña, que Soledad está basada en mi mamá, que se llama Soledad, son historias que me contó mi papá y que me contó mi tía, que son como las personas que me enseñaron este gusto por contar, contar. Entonces creo que ahí sí hay como un reconocimiento a esas personas que cuentan y que están todo el tiempo narrando las historias. Y ahí hay una conservación, digamos, de la memoria, aunque sean historias simplemente familiares, pues no tiene que ser nada como muy grandioso.