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Mariana Travacio: "La humanidad está cansada, el siglo XXI es una vorágine con un zapping mental constante"

Mariana Travacio: "La humanidad está cansada, el siglo XXI es una vorágine con un zapping mental constante"

Mariana Travacio: "La humanidad está cansada, el siglo XXI es una vorágine con un zapping mental constante"

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"Supongo que podríamos derrumbarnos rápido, sin titubeos, una estructura que colapsa y cae, en pedazos inconexos, desentendidos de la lógica que los aglutinaba, resbalándose, unos sobre otros, hasta formar una montaña de restos enloquecidos, pura evidencia de la ruptura, del desplome, del todo vuelto partes. Podríamos derrumbarnos así: un derrumbe clásico, rápido y efectivo: un auténtico disparo. Pero no. Nos despedazamos por etapas, lentamente, en aleteos moribundos, hasta convertirnos en las piezas sueltas de un juguete irreparable".

Tras sus aclamadas novelas Como si existiese el perdón y Quebrada, que le han valido ser considerada una de las escritoras más personales de las letras latinoamericanas actuales, Mariana Travacio (Rosario, Argentina) nos muestra en Me verás caer una nueva faceta de su obra. Es un conjunto de cuentos protagonizados por mujeres que afrontan un momento de quiebre en sus vidas. Historias y personajes relacionados entre sí, que forman un todo en el que es un placer sumergirse, como ellas en esa agua indómita que las rodea.

¿Por qué has vuelto al relato corto, al cuento? ¿Qué te aporta a ti y qué tiene también este género por el que cada vez apuestan más escritoras, sobre todo latinoamericanas?

Bueno, yo no sé bien si es porque en Argentina hay una tradición cuentística, tal vez un poco más larga, o porque allá el cuento es un género que se lee bastante. En mi caso soy gran lectora de relatos, me encanta, como de novela, como de poesía. Es decir, todo lo que conforma la literatura me atrae infinitamente en sus distintos formatos. Para mí el género es una cuestión de escritura, de texto. Hace poco estuve en la Biblioteca Nacional de Argentina, en una mesa justamente donde nos convocaban a narradores para hablar de poesía, por ejemplo. Y decíamos que más que nunca hay una hibridación de géneros, se encuentran libros que por ahí se promocionan como novelas, pero de golpe son ensayos mezclados con poesía, con relatos y conforman una unidad textual. En el caso de Me verás caer, de hecho, yo no lo pensé tanto como un conjunto de relatos, sino como una serie de historias que de hecho se van hilvanando a lo largo del libro y que terminan componiendo una familia de mujeres un poco bizarra, un poco rara.

Eso es precisamente lo más bonito y lo que me ha sorprendido de la lectura, que a medida que vas avanzando de capítulo en capítulo te das cuenta de que vuelven a aparecer los personajes. Podríamos decir que es una novela corta, de 150 páginas, formada por microrrelatos.

Mira, en la presentación de Me verás caer en Tipos Infames, la querida Brenda Navarro, que estuvo a cargo la presentación, decía que ella lo pensaba como una novela compuesta de relatos para cada lector. Yo siempre digo que un texto es una mera proposición, una mitad. El lector es el que completa el sentido y le da su mirada.

Y cómo es el proceso creativo, cómo escribes tú. ¿Tienes el conjunto en la cabeza o una historia te lleva a otra, te dejas arrastrar?

Sí, soy del bando de los que se dejan llevar y escriben sin ningún tipo de plan, esquema, nada. Voy navegando esas aguas. De hecho, me importa no saber, descubrir en el mientras tanto de la escritura qué va a hacer el personaje, cuál va a ser la siguiente escena, qué tiene que ver un personaje con el otro. Es lo que más me divierte del acto de escritura, el no saber, porque incluso cuando alguna vez quise escribir con un plan, me aburrí tremendamente. Me dije ¿para qué lo vas a escribir si ya sabes cómo termina?

El primer cuento se titula Cansadas. ¿Es un aviso a navegantes?, ¿estamos cansadas? ¿Lo están las mujeres de tu libro? Porque unas padecen insomnio, otras toman ansiolíticos, algunas sienten el peso de la culpa.

Sí. Yo creo que la humanidad está cansada. Por lo menos para mí, el siglo XXI está siendo una especie de vorágine muy, muy grande, con un zapping mental constante, con esto de las redes, el celular, el whatsapp, que bueno, termina siendo un poco cansador en términos de que no nos dejan reposar. Se está perdiendo la noción del reposo, la lectura, por ejemplo. Esto que tan generosamente hiciste, que fue leer el libro para juntarte conmigo a conversar y me encanta. Algo que me fascina e implica el reposo, la lectura implica poder reposar. Entonces, bueno, creo que esto cansa. En general, en relación a las historias, estas son historias tal vez de mujeres que vienen arrastrando una cierta edad. Digamos que no son jóvenes, no son mujeres nacidas en el siglo XXI, sino tal vez en el siglo XX. Y yo creo que hay un cansancio de aquellos mandatos que nos venden y nos vendían a todos en general. Si haces esto, fueron felices y comieron perdices. Como una refutación de los finales de los cuentos de hadas.

El amor, la soledad, la muerte. Son temas sobre los que escribes siempre. Y aunque los personajes aquí sean mujeres, no son historias de mujeres ni para mujeres. Son historias que nos interpelen a todos, porque estos temas son universales.

Sí, lo que te mueve a escribir es conmover, sentir, hay algo de empatía hacia el otro. Es un gran diálogo de las cosas que nos pasan. Juan Rulfo tenía un pequeño ensayito que se llama El desafío de la creación, y él ahí dice que estamos escribiendo todos lo mismo desde Virgilio. Y sólo hay tres temas en literatura, dice Rulfo: el amor, la vida y la muerte. Y si vos te fijás, bueno, de distintas maneras, con distintos géneros, pero estamos tratando de decir algo al respecto, ¿no? Y de hecho hace 35.000 años que el hombre trata de decir algo al respecto. Porque si vos mirás las cuevas de Altamira, hace 35.000 años, ese hombre sin lengua, cuando quiso decir algo, acabó inventando el arte rupestre. Creo que hay algo ancestral, por eso seguimos escribiendo.

Y el río, tan manso comienza con una cita de Marguerite Duras: Para siempre. Él no sabe que es para matarla. Casarse, dice él. Aún no sabe que es para matarla". Has escrito mucho sobre masculinidad tóxica, sobre hombres violentos, rencorosos, vengativos. ¿Qué queda de esa toxicidad en estos relatos donde los hombres marcan el devenir de estas mujeres, pero están de cierta manera ausentes físicamente?

Sí, es curioso, porque es una ausencia que mueve los acontecimientos en algunos casos, y sin embargo no están. Pero eso se fue dando así porque son mujeres que reflexionan sobre cómo llegué acá. Creo que hay una etapa de la vida, a los 20, donde te ponés a hacer, hacer, hacer. Y hay un punto de la vida, cuando el horizonte ya no lo tenés tan lejos, está un poco más cerca, donde vos parás a mirar para atrás y te preguntás qué fue lo que he hecho, qué voy a hacer con lo que me queda. Y es un punto de inflexión, creo que todas estas mujeres están en un momento de inflexión en sus vidas, donde con lo que has hecho y con lo que tenés, lo que quedó después de lo que hiciste, tenés que mirar hacia dónde vas y qué vas a hacer con lo que queda, con lo que resta. Son mujeres preguntándose en ese momento de la vida, cada una a su manera, con sus posibilidades y recursos.

Eso te iba a preguntar, si eres una persona nostálgica porque es cierto que estas mujeres llega un momento de su vida donde miran al pasado, hacen una reflexión sobre lo vivido y no sé si el ayer siempre fue más brillante y ese futuro, además de incierto, no invita a pensar en un fueron felices y comieron perdices.

Después de haberlo escrito y tratando de dialogar con esto, creo que son mujeres que un día dijeron vamos a ser felices. En Dónde está Montes, la mujer de ese cuento piensa que bueno, nos casamos y felices. Había una ilusión, estaba la vida por delante y la ilusión de que íbamos a tener una felicidad como si tal cosa fuera posible. Había esa ilusión. Yo creo que esas mujeres que llegan a una altura de la vida donde asumen que eso no era más que un globito de colores que se les había vendido y que con lo que son ahora tienen que ver cómo hacen para seguir. En todo caso no son mujeres que descubren ay, nos mintieron, y que se quedan tiradas en la cama.

Para salir de la cama qué importante es la amistad, esas amigas que te ayudan a salir del pozo, a "arrancar el rictus de amargura de unos labios jubilados", aunque luego algunas se conviertan en ex amigas. Huyen de las desgracias porque parece que la desgracia fuera algo contagioso. Pero es la amistad en general y la amistad femenina al final, la mayor arma política que tenemos?

Creo que sí, el vínculo social, el vínculo con el par, con el otro, la comprensión y la empatía que eso genera, produce efectos claramente en la realidad. Y que bueno, todo texto es político, además.

El paisaje y los espacios son un personaje más aquí en la novela. Creo que también en tus anteriores novelas: esa naturaleza indómita, el agua, la lluvia, el río, el mar. ¿Qué relación tensa, me atrevería a decir, tienen los personajes de tus historias, estas y otras con el agua? ¿Hay algo de realismo mágico ahí?

No lo sé, porque como te contaba, no es algo que haga de modo consciente. A ver, cuando uno vive en una urbe, el cielo lo ves como cuadraditos, mirás para arriba y son rectángulos de cielo. Cuando vos te acercas al río, al mar, al campo, normalmente eso se ensancha. Hay un horizonte. Vos ves el cielo, todo entero, más entero. Pero a mismo tiempo eso te da una cierta intemperie mayor. La urbe, en ese sentido, también te protege más. Entonces, a veces ese acercamiento a lo natural, a la naturaleza, al mar, al río, a la posibilidad de ver algo de eso, incluso en la tempestad, tiene que ver con dejar al personaje un poco más a la intemperie, a desnudarlo un poco más, a descuidarlo un poco, a ver qué es lo que siente en el fondo.

También hay mucho de cuidados. Los cuidados en la familia, sobre todo entre mujeres, relación madre e hija y de herencias familiares, desde esa cartera a la que nos aferramos de la madre. O "ese trabajo que heredó de la madre: ese linaje de resignaciones.".

Estamos todos todo el tiempo peleándonos con los mandatos familiares, sociales, culturales y tratando de encontrarnos con el deseo. Muchísima gente muere sin haberse preguntado qué quería. Hay una investigación de una enfermera norteamericana que trabajaba con enfermos terminales y le dio por hacerle una entrevista a cada uno y les preguntaba qué te hubiera gustado. El hubiera, me hubiera gustado, hubiera querido... La pregunta por el deseo implica muchas veces el rompimiento, la ruptura de muchos mandatos que nos dan con la leche. No solo digo por la familia, sino también por la cultura, es algo con lo que tenemos que lidiar todo el tiempo. Es una batalla muy grande entre lo que deseamos hacer, lo que podemos hacer, lo que debemos hacer, y eso está muy presente en todas nuestras vidas, todos los días.

 
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