Itsaso Arrana debuta en Karlovy Vary con 'Las chicas están bien', un cuento luminoso en el que quedarse a pasar el verano
La directora junta a Bárbara Lennie, Irene Escolar, Itziar Manero y Helena Ezquerro en esta bonita e inspiradora deconstrucción de los cuentos y las princesas
Madrid
Hay películas que son como un milagro, que rompen todas las concepciones y estereotipos sin hacer ruido. Las chicas están bien, primer largometraje de la actriz y directora Itsaso Arana, es una propuesta que va a iluminar las noches de verano. Es un cuento que rompe con la tradición de los cuentos. Es una reunión de amigas que se hacen mejores juntas. Es una reflexión sobre el oficio de actuar. Es una mirada a eso que llamamos el relato y cómo nos conforma en nuestra vida privada. Todo eso es esta pequeña película que comenzó a rodarse hace justo un año, el 1 de julio de 2022, y que ahora se estrena en el Festival de Karlovy Vary.
"La película es medio un documental, medio una ficción, medio una obra de teatro, medio una película ensayo. Está en medio muchas cosas, pero en el fondo es algo que que salió de forma muy natural", cuenta la directora en una entrevista en la Cadena SER. Arana lleva diez años haciendo teatro con La Tristura, una icónica compañía que fundó junto a Violeta Gil y Celso Giménez. Cinco actrices acuden a pasar unos días a un viejo molino en León. Rodeadas de pueblo y naturaleza. La idea es ensayar allí una obra de teatro, al tiempo que conviven y enriquecen el propio texto. La idea era tratar a las actrices como personajes y a los personajes como actrices de verdad. "Tratarnos a nosotras mismas como personajes de ficción", dice sobre estas cinco mujeres, Bárbara Lennie, Irene Escolar, Itziar Marrero y Helena Ezquerro. "Me parecía que la ocasión de poder retratar a estas mujeres, actrices que amo, que son muy talentosas y tienen historias de vida muy interesantes, era la oportunidad de hacer algo muy hermoso poder hacer un encuentro con ellas y compartir esos saberes", cuenta la directora.
La película es una suma de frases, recuerdos, reflexiones en medio de un lugar mágico. "Juntas nos hacemos mejores, nos acompañamos y nos sentimos menos solas". Hay cuentos clásicos, como La princesa y el guisante, totalmente dados la vuelta. De eso se trata esta película, de no seguir ninguna norma. Si los cuentos se articulan de acuerdo a una estructura, mil veces señalada por el formalismo ruso y los grandes estudiosos, como Propp o Bajtin, Arana se empeña en romperla. No hay conflicto entre estas mujeres. No hay conflicto en este cuento moderno. "En las escuelas siempre nos enseñan que el teatro o los guiones son siempre un conflicto. A mí me hacía bastante gracia hacer una película sobre el transcurrir de los días y de ir conociendo a los personajes ya fuera suficiente. A mí la vida ya me parece bastante conflicto", incide la creadora.
Los personajes mantienen los nombres de las actrices y son parte de la creación de la propia historia. Al final, la interpretación tiene un punto de modelaje, de creación de la propia vida usando la ficción. "Es una especie de estudio de la vida constante que tenemos las actrices en este trabajo tan alquímico, tan misterioso, tan extraño, que yo todavía no comprendo, pero que me sigue pareciendo fascinante. Vemos la vida y todo es un ensayo en el fondo, pero luego tienes que recrear esa vida. A veces hay situaciones muy extremas de la vida y sigues como observándote desde fuera. Hay como una un sentido de la metaficción".
El propio proceso de escritura y rodaje se mezcla una y otra vez: "Hice unas entrevistas sobre los temas de la película antes de escribir el guión, pero luego ellas tuvieron la generosidad de mostrar sus historias de vida, sus saberes, sus vulnerabilidades y también hicimos una especie de álbum, un anecdotario sobre los temas que se iban a tratar". Esos temas son el amor. ¿Cómo interpretar un amor en la pantalla o el escenario si una actriz no se ha enamorado todavía por primera vez? ¿Cómo interpretar la muerte si no la hemos vivido? La muerte, la orfandad, la amistad aparecen en las conversaciones de estas mujeres, actrices que se muestran alejadas de ese glamour que parece rodearlas. "A mí me gustan mucho estas películas donde las creadoras, las intérpretes, se transparentan a través de la película, que cuando ha terminado la historia sientes, de alguna manera, que nos conoces más, que te apetezca quedarte un rato más con nosotras".
Junto a esos cinco personajes, de los que la propia Itsaso Arana forma parte, están tres más. Una niña, un joven enamorado y la dueña de la casa, ese molino que es imprescindible para la película. "Hasta que no pongo un pie en ese molino no sé que voy a hacer la película, porque para mí fue sentirla así". Mercedes es la dueña de la casa. Aparece como actriz haciendo de dueña de la casa. "Le dije, Mercedes, llevas haciendo el departamento de arte para esta película veinte años construyendo tu propia casa y sin saberlo".
Las chicas están bien es una de esas películas feliz de serlo. No quiere ser más, ni menos. Simplemente existir, ser feliz, como sus protagonistas. Traer luz a un momento oscuro, sin grandes alegatos. "Es un cine muy posibilista", explica la autora. "Yo escribo sabiendo que voy a rodar en 15 días. Yo les decía que no se preocuparan lo que rodáramos en esos días sería la película y no al revés. No hay imposición. Es una forma más orgánica y creo que el fondo y la forma en realidad tienen que ver con una especie de ecosistema o cierta coherencia en cómo se hace y lo que finalmente se muestra en la pantalla. En ese sentido, sin duda mi escuela es ilusa", dice en referencia a ese colectivo, Los ilusos, que producen un cine totalmente al margen de estudios, algoritmos, convenciones... y que ha abanderado Jonás Trueba, cuyas últimas películas ha protagonizado Arana. "Esta es una película de bolsillo, sin ninguna ayuda, salvo Filmin. Es una especie de truco de magia. Para mí era importante rodar ya, no esperar años a la financiación. Y encontrar el lugar que me gustase. Vimos este molino en medio de León, donde no había ayudas, pero da igual, era el lugar para la película. Tenía las actrices, la historia y el lugar y allí fuimos".
"A veces siento que el cine está como muy sobre hormonado y que en los rodajes hay un despilfarro de recursos, de personas, de energía brutal. En estas películas que son a escala más humanoide, más pequeñitas, pues es más fácil ser ecológicos. Lo primero, somos pocas personas, eso es muy importante y con pocos días son rodaje", explica sobre una importante cuestión que rodea al filme, la etiqueta verde. El sello de que el rodaje y la película ha sido consecuente con la huella climática que deja en el medio ambiente.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...